Feria de 100 y Boyeros: un operativo a favor del hambre

LA HABANA, Cuba. – Durante el pasado fin de semana fue noticia que el 20 de octubre fuerzas conjuntas de la Policía Nacional Revolucionaria (PNR) y el Departamento Técnico de Investigaciones (DTI) efectuaron un operativo policial en la Feria de 100 y Boyeros, en el cual resultaron arrestadas más de 30 personas acusadas de revender pollo, picadillo, huevos y otros productos que, además de ser de primera necesidad, no se encuentran fácilmente en tiendas estatales. De acuerdo con información publicada en Cubadebate y replicada en otros sitios digitales, un testigo incluso afirmó haber contado 400 cartones de huevos incautados en una vivienda cercana al lugar.
Casualmente, el día anterior me insistía un vecino: “Si buscas harina de trigo, ve a 100 y Boyeros. Si quieres pollo, ve a 100 y Boyeros. ¿Necesitas huevos o picadillo? Ve a 100 y Boyeros. ¿Espaguetis, detergente o llaves mezcladoras? En 100 y Boyeros. Es verdad que allí todo es caro, pero uno va al seguro sin tener que andar dando vueltas, con lo malo que está el transporte. En definitiva, hay que alimentarse y el dinero no se come. Además, para encontrar algo en MLC hay que montearlo por toda La Habana y, si lo encuentras, hacer la cola, para no mencionar que muchas tiendas en MLC casi siempre están vacías”.
Y es que hace ya algún tiempo que la feria bajo el puente de 100 y Boyeros viene adquiriendo notoriedad debido al amplio abanico de rubros allí representados, desde zapatos hasta la perseguida carne de res. Incluso hay quienes afirman que está mejor surtida que La Cuevita, a la cual, en opinión de algunos, ya ha había “destronado”.
También cada vez se hace más evidente que los revendedores clandestinos ambulantes se han desaparecido o solo pasan tarde en la noche, algo que los buenos observadores atribuyen a la persecución de las autoridades, policías e inspectores; de ahí que tantas personas acudan a la Feria de 100 por todo lo necesario, artículos que el propio Estado no vende. Por eso y por su céntrica ubicación, más accesible para quienes habitan en la parte oeste y sur de la ciudad, la Feria de 100 y Boyeros es la primera opción de muchos: padres que van a buscar comida para sus hijos, plomeros o albañiles que necesitan materiales o piezas para sus encargos, cubanos que buscan con qué lavar o qué poner a la mesa, etc.
Tras el operativo, por cierto, sigue la venta de todo, o casi todo, solo que ahora es más caro y más “secreto”. “Yo acostumbro a comprar allí perritos [salchichas] para mi niña, que es inapetente”, me cuenta un padre soltero, cliente habitual de la Feria. “Cuando regresé después del operativo no había nadie. De pronto pasó caminando uno al que yo le había comprado perritos. Le pregunté y me respondió que ya no son a 280 pesos, sino a 320, que ‘la cosa está mala y hay mucho riesgo’”.
Y es que por mucho que de vez en cuando las autoridades conduzcan operativos espectaculares y ejemplarizantes para intimidar al pueblo, el mercado informal de alimentos básicos no va a desaparecer, pues es inherente al totalitarismo. Como tampoco el régimen pretende acabar con esa herramienta primordial de la dialéctica artificial estalinista. Las cárceles cubanas están repletas de hombres y mujeres condenados por vender ilegalmente aceite, leche en polvo o detergente. En cada operativo caen unos cuantos desafortunados, pero en cuanto los uniformados dan la espalda se reanuda la venta, a veces hasta en el mismo lugar.
Está claro que lo que desarrolla la economía, la sociedad, lo que conduce en definitiva a la felicidad del ser humano, son las libertades, no la opresión. Los operativos y prohibiciones no consiguen más que incrementar el desabastecimiento y los precios, y por lo tanto el hambre. Pero eso es harto conocido por los gobernantes cubanos, cuyo objetivo nunca ha sido desarrollar el país ni erradicar el hambre de nuestros ciudadanos, sino por el contrario aumentar la escasez para mantener al pueblo sometido.
Las cantidades incautadas de huevos, pollo, salchichas o picadillo, ¿de dónde salen? ¿Cómo es posible que se escurran por entre los infalibles engranajes del castrismo, cuyos representantes alardean de tener a sus ciudadanos absolutamente controlados? Se trata de una táctica nada novedosa, que ya ha demostrado su eficacia a través de las décadas: el Estado crea la escasez al retener la comida y los artículos de primera necesidad. Una vez logrado esto, hace la vista gorda ante el robo y el contrabando de esos artículos. Los precios aumentan inevitablemente y después solo se necesita desviar el odio de la población hacia los “careros” revendedores, cuando el verdadero culpable es el propio Estado. Así también se logra que los que roban y revenden procuren estar tranquilitos para no llamar la atención, en lugar de atreverse, por ejemplo, a salir a la calle exigiendo un cambio.
ARTÍCULO DE OPINIÓN
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