VILLA CLARA, Cuba.- Este mes la Asamblea Nacional se volverá a reunir para dirimir planes grandiosos, sobrecumplimientos sobrecogedores y demás bisuterías típicas de la nación, ya sin la mirada enfadada del gran aquel. Sin constitución ni leyes orgánicas que revisar.
En Caibarién, expuerto demolido minuciosamente por la revolución, el empeño de sus representantes —en zona que antaño exhibió prosperidad notable— nos mueve a dudar de estas iniciativas que el Poder ¿Popular?, en voz de su presidente, Roger Hidalgo, anuncia como impostergables ¡Ay, Caibarién! Aún aguardamos la millonaria inyección de capital…ismo, y no nos acude a la garganta otra exclamación que las quejumbres de la mera ficción.
Más que el entusiasmo natural ante unas diapositivas circuladas por la magistratura que desbordan belleza virtual, y del anuncio desplegado sobre el plan para el desarrollo del municipio, detenido en fabulante miseria, nos embargan preguntas sobre la verdadera posibilidad de hacer algo duradero, justo ahora, porque a lo largo de decenios mucho ha sido lo derrumbado.
El camarada saliente —arrebatado— anda repartiendo esta información a diestra y siniestra, y aunque constituya prolongación de un proyecto de rescate bastante ancianito, reaparece justo cuando andamos abocados a nueva crisis petrolera. Difícil imaginar quién, cómo y cuándo ha desperezado estos bríos rescatistas. De cualquier modo, celebramos felices la utópica ensoñación.
El inaudible parlamento regional que aún afina, el que hasta hoy poco ha construido en este pueblito de pescadores sin visto bueno del supremo, ha lanzado a la estratosfera —y entre adeptos, defensores y asambleístas más—, un futurista proyecto donde despliegan esperanzas (¿ciertas?) de rezurcir al municipio desguazado con inversiones a corto plazo (lo máximo, en 2020), para ese mañana que parpadea (pues si nos siguen quitando el agua y la luz, cada 10 minutos, nos quedaremos sin ningún equipo o ente que sirva).
Una viejita católica y decimista que despotrica a menudo bajo los efectos sequía-apagón, suele rimar en sus plegarias las palabras ‘agua y luz’ con ‘C-Ruz’.
Se precisa conocer que la edificación del muro del malecón (unos 900 metros) demoró en mal terminarse más que la pirámide de Guiza: 27 años, y aún no se han comparado ambas “maravillas” de la ingeniería civil (¿o militar?). Creemos que con el fin de no enrojecer a los azulados egipcios.
Se sabe que los castro-ilusionistas, quienes no pueden garantizar ningún suministro estable porque traspapelan controles y grifos, cuentan con que el petróleo que nos viene soplando del sur será eterno. ¿O ya tienen amarrado al “mal” del norte? ¿Habrá barco pa’ eso?
Este diciembre, una auditoría repentina a esa administración entusiasmada arrojó que la ex vice económica traficaba con el combustible de la reserva estatal y ha malversado nada menos que cinco mil cocos en contubernio con particulares.
En otros anuncios, en los que el tema “turismo” se lleva el peso —y los pesos— consigo, no vemos ni rastro de cimentar digno hospital, otra policlínica, un hogar de ancianos (ya en el piso y con todos los viejitos reubicados a millas de distancia), nuevo círculo infantil, otra escuelita —orillera, como la “Carlos Coello” para niños diferenciados que perdieron el techo— sin vanos alardes, porque la única que aquí aparece en el programa es para “los herederos de militantes, militares o civiles de las FAR” que enjuagan “las casitas del barrio alto” (VanTroi#2) con consignas inefables y lo tienden rutilante al sol.
Vista además la escasísima propuesta de instalaciones para un sector tan “saludable” como debe ser el MINSAP, que no aguanta el crecimiento de esta exciudad en muletas, pretenden vender al imaginario primermundista la zona antaño “inhabitable” con imágenes baldías. Solo los costes de la futura terminal superan los 10 millones, como la utópica zafra.
Si aconteciera este milagro, saldríamos entonces, neo norcoreanizados, a ver pasar al líder de visita en tránsito fugaz por estos predios, agradecidos y yertos, vistiendo los más lozanos ornamentos, a cantar y bailar en la calle recién asfaltada. Habrá que cuidar de no manchar los únicos zapatos con la brea.
No sé hacia donde correrán las autoridades —o a quienes toquen— con los enfermos-heridos-desahuciados, cuando el calzón apriete y resurjan floridas broncas.
Caibarién, una ciudad que crece gracias al recién colonizado cayerío, no dispone de salas para puérperas ni de pediatría desde el siglo pasado. Así seguirán nuestros nenes nacidos o por nacer yéndose a atender en Remedios (a 7 kilómetros), al menos hasta el 2030, fecha rauda-raulista para la gran eclosión del bienestar. ¡Con lo barato y bueno que está y estará el trasporte en la Gran Terminal aquí esbozada, pero seguimos sin guaguas ni tren a ningún lado!
A la pregunta de cómo curarán a los parranderos quemados sobre lo que ocurre cada año cuando se incendia con voladores el municipio, responde otra: ¿Van a poner botiquines y enfermeras con brochas y tanques de desinfectante en cada punto pero por divisas?
Si la regulada estación Wi-Fi del parque era —según se propuso— para el primer semestre del corriente y su rango flanquea la desconexión, muchas veces intermitente, ¿cómo puede esperarse tanto de este bombo fatuo? ¿Qué creen Uds. de los cálculos que nos ofrecen estos plegables complacientes?
El paseo marítimo de Río de Janeiro, el de Mónaco o la Riviera Francesa no tendrán mínima oportunidad de competir con el que se planea estrenar aquí, y Copacabana o Palma de Mallorca palidecerán de envidia ante la playa azul del espejismo artificial que intentan rescatar del destrozo coordinado en los años 90 por Carlos Lage. Kilómetros de blancas arenas, lavadas grano a grano con champú clarificante, cada mata circundante minuciosamente repintada, sombrillas de guano decoradas primorosamente, descolle de arte.
Y el campismo popular “Cayo Conuco” ostentará una inoxidable marina, que incluye un boardwalk de maderamen precioso, iluminadísimo, recibiendo cruceros yanquis (si no se draga la bahía tan bien como el puertito habanero usando a la malvada Odebretch, pues que vengan aquellos invasores en panaderas y chalupas adjuntando regalías del mermado cable). Más la ingente labor de la “Conaca & Comunales” que mantendrán sepultadas apestosidades de las zanjas cuajadas de clarias, mosquitos traidores y gusarapos infiltrados entre heces e inmundicias.
Porque para conseguirlo, llegaremos a hibridar peones diestros en concurso nacional con los albañiles que aparezcan.
Sugiero que para la inauguración, por su parte, del campo de golf inviten al consorcio “Rockefeller & Sons” y “McNamara & Cía”, quienes retarán a Tonito Castro, el campeón del patio, y a su hijo-modelo de Chanel, consiguiendo para el vástago quizá la pasarela que le vetó el abuelo en el Prado habanero el pasado junio, junto a su adorado Karl, que no era Marx.
La hermana Mariela que traiga (en gigantografías) a la elástica comunidad LGTBIHQYZ y aplaudan a rabiar viendo desempeñarse a Adela, la pobre delegada (en ropa) interior, aspirantes en grupo al próximo Victoria’s Secret Fashion Show. Como reza la canción: “All happy together”.
Luego podrán disponer de breve estancia en “Villa Zaida del Río”, favorita de la decoradora-sexóloga. Y alabar al municipio rescatado del olvido.
Vivirlo, para (ni) verlo. U ojalá me equivoque y todo sea para bien de nuestro pueblito cansado de esperar por el progreso, llegando a sostener algo “concreto” realmente suyo antes de hacerse polvo (porque tierra ya hemos devenido) y arreglen lo que, hace mucho, luce disuelto, roto irreparablemente.