Fanatismo y chabacanería

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LA HABANA, Cuba.- La vehemencia con que tres jóvenes cubanos residentes en la Isla censuran al reguetonero boricua Daddy Yanquee por calificar recientemente a Fidel Castro como un dictador, refleja, más allá de la presunta honestidad del posicionamiento, una supina ignorancia y la abierta manifestación de ese fundamentalismo que tiene como colofón la violencia en todas sus variantes, incluido el ajusticiamiento, si fuera posible.
Al calibrar el tono, la pobreza argumental y hasta el uso de una palabra obscena como confirmación del deseo de destripar literalmente a alguien que vive en un país libre —y por tanto con el derecho de decir lo que quiera—, se vislumbran las peculiaridades de un fenómeno social donde la discusión civilizada cede el paso a la bravuconería y el insulto.
Lo peor del caso radica en la codificación de esas estructuras de pensamiento primario en escuelas, centros de trabajo y medios de comunicación.
Comparativamente, la mayoría de los cubanos, jóvenes y adultos, entran en esa categoría de personas intolerantes, mal educadas y dispuestas a imponer sus puntos de vista a como dé lugar.
Es una característica de las generaciones que han crecido bajo el imperio de las unanimidades en torno a las disposiciones del Partido, el culto al máximo líder y a una revolución que halló la fórmula perfecta para vender las ilusiones de un presente de glorias y un futuro luminoso, aunque las realidades contrasten con esas proyecciones.
Cuba es un país enfermo que precisa de terapias urgentes.
Esos jóvenes que estigmatizaron al músico puertorriqueño son los mismos que se prestan a participar en los actos de repudio contra los opositores pacíficos y que son capaces de delatar a amigos y familiares si estos expresan su descontento hacia alguna de las disfuncionalidades del sistema.
Quienes continúan preguntándose los motivos por los cuales el socialismo criollo parece tener el don de la eternidad, deben fijarse en el video colgado en las redes sociales y calibrar en su justa dimensión la mezcla de marginalidad y apego a los valores y creencias inculcados en su psiquis desde eran niños.
Como bien reza la frase popular: “Estamos rodeados y no es de agua”, sino de personas capaces de cometer las peores felonías en defensa de una doctrina por la que sienten una pasión que desborda los límites de la racionalidad.
Y es que el contenido de sus invectivas es el mismo que el de cualquier funcionario del Partido y muy similar al que largaría un secretario general de la Unión de Jóvenes Comunistas (UJC) en uno de los actos de reafirmación revolucionaria.
De nada vale que hayan traído a colación pasajes del internacionalismo proletario, con el fin de justificar sus tesis.
En aras de la objetividad, es preciso abordar las pésimas condiciones en que trabaja el personal de la salud enviado a zonas extremadamente peligrosas de África y América Latina y también la apropiación ilegal de una parte sustancial de sus honorarios por parte del Estado.
Aunque se esfuercen en lavar la imagen de un sistema político con medias verdades y chabacanerías, la verdad cae por su propio peso.
No sabría decir si sus palabras describen lo que sienten o lo que le aconsejan las circunstancias, sea como sea están equivocados.
En Cuba existe un gobierno dictatorial, que institucionalizó la miseria y el miedo a expresarse con entera libertad.
Su gestor principal fue Fidel Castro.