LA HABANA, Cuba. – La expulsión de Andy Vázquez del programa humorístico de la televisión cubana “Vivir del cuento” da forma, actualiza y redefine una política cultural represiva y excluyente, que se iniciara con el triunfo de la Revolución en el año 1959 y que se ha mantenido vigente hasta el día de hoy. Por esa y otras razones, lo sucedido al actor no puede considerarse casual o único, sino como continuidad.
El hecho es que un personaje como Facundo, que caricaturiza la esclerótica imagen de los líderes de línea dura en una Revolución anclada en el pasado, con métodos y rumbos que por muchos afeites que muestren no pueden ocultar el decrépito rostro de un régimen que no admite, ni por asomo, la ridiculización o el cuestionamiento de sus acciones, jamás será tolerado por el poder.
Cuando en la década de los años 60, uno de los integrantes del dúo humorístico “Los Tadeo” preguntó al otro en pantalla ¿Cuál es el colmo de un presidente?, y este le respondió; “Matar a un pueblo de hambre y darle los ataúdes gratis”, quedó sentenciado el humor político en el país, y los “cómicos” expulsados de los medios y obligados a partir a un exilio del que no pudieron regresar.
Otra de las anécdotas de los sesenta sobre chistes o sátiras que más comenta la población por implicar a las figuras de la revolución, fue escenificado por el comediante Guillermo Álvarez Guedes en el Teatro Martí, cuando, puesto a escoger entre un grupo de cuadros con la imagen de diversas personalidades de la cultura y la políticas cubanas, para colocarlas en una pared, al llegar al correspondiente a Fidel Castro, máximo líder del país, el comediante expresó: “A ese lo cuelgo yo”.
El sorpresivo anuncio de que Facundo no asumiría más su función como presidente del Consejo de vecinos en el humorístico “Vivir del cuento” el pasado 30 de diciembre, disparó las alarmas de los miles de seguidores del popular personaje a lo largo y ancho de Cuba, quienes, a falta de información oficial, de los colegas de Andy implicados en su defensa frente al censor y la del propio actor, se preguntan por qué y quienes determinaron su salida o expulsión de la televisión.
De ahí que, ante la expulsión del actor, me pregunte: ¿Dónde están los Pedro de las Hoz, Fernando Rojas y Abel Prietos que, junto a otros cancerberos e integrantes de la fauna cultural revolucionaria, defienden a balidos, arañazos y patadas una política cultural cimentada en engendros como el Decreto Ley 349, remedo de su obscena antecesora la Parametración?
Además, insisto en preguntar en busca de respuestas ¿en cuáles medios de la prensa plana o digital de alcance nacional aparecen sus artículos sobre la expulsión del actor? ¿En qué canal televisivo transmiten sus intervenciones para aclararle al pueblo la justeza de la decisión? ¿Qué artículo de la 349 se le aplicó para expulsar al actor del programa?: ¿el intrusismo profesional?
Cuando a estos tres tristes tigres de papel se les ordene defender en los medios a la Revolución de la campaña en la red para recoger firmas que permitan el regreso del actor ¿dirán que quienes exigen explicaciones sobre la expulsión de Facundo son pagados por el imperio desde el exterior?
¿O que la campaña es orquestada desde Miami o Nueva York y no de San Antonio a Maisí?
No lo dudo. Son tan cínicos y patéticos estos voceros de solar que, tal vez, se aparezcan en los medios con que no conocían del hecho, que fue una lamentable equivocación y que los responsables tendrán que pagar el daño ocasionado a la justeza del Decreto Ley 349 y a la Revolución, por lo que sacarán en la Jiribilla o Cubadebate a los culpables del hecho, quizás un camarógrafo, el auxiliar de limpieza o el portero del ICRT, quienes por exceso de celo revolucionario tomaron esa decisión.
O tal vez no les autorizan a ripostar, si tanto al gobierno como a ellos –sus representantes-, les importa un pito el criterio de la población, lo mismo ante una petición de clemencia para que no fusilaran al general Arnaldo Ochoa, Héroe de la República de Cuba, que a tres jóvenes negros que robaron una lancha para huir del país, o por el regreso a un programa de un actor que, como Andy Vázquez, interpreta a un risible extremista, un vulgar delincuente, y un solapado homosexual.
El problema es que la bola está en juego, como en el béisbol. De un lado, los miles de seguidores que buscan en “Vivir del cuento”, Facundo y su intérprete, un paliativo a la falta de libertades y la crisis económica y moral que atraviesa por décadas el país, y del otro los que defienden desde la intolerancia el errático rumbo de una política cultural, que hará morir del cuento a la población.
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