Los anaqueles en donde deberían encontrarse los ingredientes más comunes con frecuencia aparecen vacíos, u ofreciendo un único producto de su tipo, sin opciones de calidad o tamaño. Aquellos alimentos que más consumen los cubanos se agotan con rapidez, a veces desaparecen de los estantes durante semanas. En cambio, los más caros permanecen tanto tiempo en venta que muchos terminan por caducar.
Ni qué decir de la sección de aseo. Esta semana se vende un solo tipo de jabón, una pequeña pastilla de 0.25 CUC. El mostrador en donde antes aparecían decenas de ofertas para distintos niveles adquisitivos ahora presenta un vacío desolador.
Otro de los rasgos del supermercado es el desorden. No es de sorprender que a mediodía los pasillos estén repletos de cajas, apiladas unas sobre otras. “No tocar”, han garabateado sobre ellas los dependientes del establecimiento, quienes también trabajan de estibadores y no tienen ni tiempo ni intención de atender a los clientes. Los embalajes que han quedado vacíos desde hace horas todavía esperan a que alguien los saque.
Ese mismo desorden se expresa en que los departamentos del supermercado los han puesto incómodamente separados: por un lado, los cárnicos y lácteos, donde el olor a podrido es insoportable y hay sólo dos tipos de queso. Allí una cubana residente en España, de visita en la Isla, comenta a este reportero que se ha traído del extranjero toda la comida para su estancia y que anda por el lugar nada más para comprar algo a una amiga. “No me gusta la calidad de aquí”, confiesa que es el motivo. Por otro lado, está el departamento de confituras así como otras tiendas en donde se consiguen paquetes de café o galletas. Los productos pueden repetirse de un departamento a otro.
La falta de higiene se ve además en el polvo que hay encima de las botellas de vino en la sección de licores, una de las que más productos cubanos oferta. Los principales proveedores actuales de los estantes de la Plaza Carlos III son las marcas españolas Gourmet o Spar, la comida de producción nacional casi han desaparecido.
En este ambiente, cuando un humilde y afortunado comprador al fin ha encontrado lo que necesita debe enfrentarse a una larga cola para pagar, porque de dos cajas registradoras siempre hay una que no funciona. La difícil misión de conseguir comida termina cuando, a la salida, un sujeto a veces sin uniforme y con muy mala cara trata a los clientes como delincuentes, pudiendo registrar las bolsas sin ningún pudor.
Este procedimiento no se aplica a los extranjeros que visitan la tienda. Está hecho para recordar a los cubanos que, como miserables son los estantes del supermercado, también miserable es el espíritu que ha desarrollado el régimen.