LA HABANA, Cuba.- Después del restablecimiento de las relaciones entre los Estados Unidos y Cuba, las empresas españolas se apresuran en buscar mayor espacio en la isla. Solo que con el temor de que se les pueda dificultar la repatriación de las ganancias.
Según una de las más recientes entregas del boletín mensual de la Cámara de Comercio, en Cuba se han establecido cerca de 200 empresas españolas. Sin embargo, excepto unas pocas excepciones, como Seat, la hotelera Meliá —la más exitosa— o sus competidoras Barceló e Iberostar, la mayoría son PYMES (pequeñas y medianas empresas) o entidades de capital limitado.
Una empresa fuerte como Seat, la compañía automovilística catalana —que a juzgar por la información que da la Cámara de Comercio de Cuba, no ha tenido hasta ahora un alto perfil en las inversiones en la isla—, actualmente está interesada en la renovación del obsoleto parque automovilístico cubano. Pero ese plan no parece prometer mucho, teniendo en cuenta la insolvencia crónica del gobierno cubano y porque es muy difícil competir con los precios de los chinos.
Más plausibles son los planes del grupo Roca, de muebles sanitarios, interesado en vender en Cuba sus productos a firmas constructoras.
Además de las hoteleras españolas antes citadas, también están presentes en Cuba NH y Husa, ambas propiedad del expresidente del F.C. Barcelona, Joan Gaspar. Aunque hasta el momento NH se ha limitado por tres años a un hotel, el Capri, está acelerando la construcción de al menos tres nuevos hoteles en Cuba, esfuerzo al que también se ha incorporado Husa.
Pullmantur, que dejó de operar en Cuba en el año 2006, tras ser comprada por la norteamericana Royal Caribbean, actualmente se encuentra negociando con el gobierno español para regresar a Cuba.
La naviera Balearia, propiedad de Abel Matutes, excanciller del gobierno de José María Aznar, está a punto de obtener el permiso del gobierno cubano para abrir dos líneas de ferris entre La Habana y Miami. De esa forma se convertiría en la primera naviera del mundo en enlazar EE.UU. y Cuba con transbordadores.
En mi criterio personal, los empresarios españoles solo quieren hacer una firesale, que es como se llama en términos financieros a la adquisición de propiedades a precios bajos para luego revenderlas a precios fabulosos.
Esto no es nuevo para los españoles y, por supuesto, tampoco para el régimen cubano. Baste recordar que las firmas Barceló y Habaguanex vendieron al trust hotelero norteamericano Starwood los hoteles Quinta Avenida, en Miramar, y Santa Isabel, en la Habana Vieja, que mostraban bajos rendimientos económicos.
Las intenciones de muchos de estos empresarios hispanos recuerdan a los espontáneos, como se llama en la tauromaquia a quienes, sin oficiar como matadores y solo por entusiasmo, se lanzan al ruedo, lo que muy a menudo termina trágicamente.
Esperemos que estos empresarios hispanos no pasen por las amargas experiencias que han pasado varias decenas de compatriotas suyos en los últimos veinte años. Quizás la coyuntura les sea favorable y tengan más suerte.
El régimen castrista, en previsión de un desplome del chavismo, para evitar la asfixia económica, busca inversores foráneos (ya va por la segunda versión de la Ley de Inversión Extranjera). En esta situación, España sigue siendo de mucha importancia para el régimen cubano.
En la condonación de deudas de la Unión Europea en 2015, la antigua metrópoli de Cuba condonó 1 709 millones de euros por intereses morosos en deuda y mantuvo los cerca de 1 500 millones de deuda física.
A pesar de altas y bajas, España y Cuba siempre han tenido buenas relaciones de comercio. Según datos oficiales, actualmente España es el primer inversor en Cuba, seguida de Canadá e Italia.
Entre enero y septiembre de 2016, también según la Cámara de Comercio de Cuba, las firmas españolas exportaron 663 millones de euros a Cuba. Esto, en términos de balanza comercial, hace que España cuente con un superávit en este año que pudiera alcanzar los 839 millones de euros.
En los últimos años, el régimen cubano trata de lavar su imagen ante las empresas internacionales. Así, utiliza a algunas firmas españolas como gancho para promocionar la Zona de Desarrollo Especial de Mariel.
La reciente muerte de Fidel Castro no tiene incidencia para las empresas españolas presentes en Cuba. Al contrario, podría facilitar que algunas reformas que hiciera Raúl Castro las favorecieran.
A las empresas españolas establecidas en la isla se les ha abierto el apetito con el aumento del turismo norteamericano, en el que ven un filón promisorio, habida cuenta de que al futuro presidente Donald Trump no parece preocuparle el actual flujo turístico a Cuba.
Ese turismo reportará pingües ganancias a las hoteleras españolas, independientemente de cómo marche el proceso de normalización de las relaciones entre los EE.UU. y Cuba.
Como al menos en el futuro inmediato no se avizora el fin de la Ley Helms-Burton ni el levantamiento del embargo, las inversiones españolas en Cuba serán un salvavidas ante las dificultades económicas que enfrenta el régimen castrista.
Un eventual retroceso de las relaciones con los Estados Unidos bajo el gobierno de Trump pudiera beneficiar a las empresas españolas con las que el gobierno cubano aún tiene deudas pendientes. Por el momento, el régimen cubano se muestra generoso con los españoles que buscan relaciones de negocios más ventajosas.