LA HABANA, Cuba.- En los años 60, Fidel Castro y Che Guevara hablaban del burocratismo como un mal heredado del estado burgués y que había que erradicar. Pero aunque aseguraban que el burocratismo estaba en vías de extinción, en la práctica no daba señales de ello, sino lo contrario.
En los organismos del Estado, nombrados por sus siglas (PCC, UJC, FAR, CDR, ANAP, FMC) o las combinaciones de las primeras sílabas (MININT, MICONS, OFICODA, JUCEI, JUCEPLAN, ENMIU), imperaban el papeleo, las planillas, los cuños, las firmas y las reuniones por cualquier motivo, las disposiciones absurdas, las orientaciones y las contraorientaciones, siempre venidas “de arriba”.
Para cualquier trámite, aun el más sencillo e intrascendente, como cambiar la dirección de su casa o mudarse de bodega, había que hacer largas colas y te peloteaban de oficina en oficina, de un burócrata encargado de atender un asunto a otro, con igual mala cara y desinterés.
Si ha cambiado la burocracia desde entonces, ha sido para hacerse más poderosa. Y es que la burocracia es inherente al socialismo real, que es el que ha imperado y aun impera en Cuba, por mucho que se hable del liderazgo carismático de Fidel Castro, del pensamiento herético de Che Guevara y de la excepcionalidad de la revolución cubana, que a diferencia de lo ocurrido en los países de Europa Oriental, no llegó montada en los tanques del ejército soviético, ni falta que le hizo para calcar entusiastamente las recetas de Lenin y Stalin.
En Cuba, como ocurrió en la Unión Soviética y los demás países del socialismo real, el aparato burocrático acumuló poder, se hizo gigantesco, inamovible, se ha fundido con el funcionariado, y cada vez está no solo más alejado de los intereses populares, sino frontalmente contrapuesto a ellos, al ejercer, en nombre de la máxima dirigencia, la dictadura sobre el proletariado.
La burocracia-funcionariado, torpe, testaruda, egoísta, mezquina, corrupta, reacia a todo cambio que no redunde en su provecho, pone trabas a cualquier intento de reforma. De ahí la sorda resistencia que ha hecho a la llamada “actualización del modelo económico”. Los Lineamientos emanados del VI Congreso del Partido Comunista, a pesar de que su implementación se analiza en todos los plenos del Comité Central, van a paso de jicotea, con muchas pausas y poca prisa. El nuevo plazo para el desarrollo lo estiraron hasta el año 2030. ¡Y todavía tienen la cara dura de hablar de un socialismo próspero y sostenible!
La burocracia-funcionariado que rige las cada vez más disfuncionales e ineptas instituciones del estado y el gobierno se ha convertido en la más peligrosa amenaza para la supervivencia de eso que todavía se empeñan en llamar la revolución. La máxima dirigencia está advertida del peligro, sabe que está bregando con pirañas voraces, pero no puede prescindir de ellas. Por eso, el combate a la corrupción en que dicen las autoridades estar empeñadas, sin apenas culpables ni castigados, es una guerra paternalista y regañona, con el menor número de bajas.
La burocracia-funcionariado es el reservorio de los inmovilistas y de los retranqueros de la ortodoxia castrista. Paranoica, recela de todo y de todos, estrecha el embudo, censura y prohíbe, se niega a ceder espacios, a desatar del todo las fuerzas productivas, se opone y obstaculiza el desempeño económico autónomo, tanto de los emprendedores privados como de las cooperativas.
Es la burocracia-funcionariado y no los cuentapropistas, como insisten en hacer ver, la que se opone denodadamente a la socialización y redistribución de la riqueza, como se supone teóricamente deba ser en el socialismo.
Atrincherada en los ministerios, engordando, con el carnet rojo en el bolsillo y vistiendo de uniforme verde olivo cuando lo requieren las circunstancias, a la burocracia-funcionariado le interesa más mantener su poder, sus privilegios, sus ganancias que implementar medidas efectivas que beneficien equitativamente a todos los miembros de la sociedad.
De tan retrógrada, la burocracia-funcionariado, hablando en la jerga oficialista, podría ser calificada como “contrarrevolucionaria” y “antisocialista”. Solo que resulta bastante hiperbólico llamar revolución a un régimen que ha durado 59 años y socialista al caricaturesco espantajo que va quedando del castrismo…