LA HABANA, Cuba. -En una dictadura como la cubana, ocurren cosas indecibles, pero que siempre se descubren.
Por estos días, los residentes del reparto El Roble, en la comunidad habanera de Santa Fe, comentan que Fidel Castro se bajó de un jeep por sus propios pies y que sin ayuda de nadie anduvo por los potreros de las zonas de Ventré, Playa Baracoa, Cangrejera y Rancho Mar.
Hasta un ingenuo campesino se apresuró a decir: ¨El pobre Fidel, siempre preocupado por todo y la gente no lo ayuda¨.
Su objetivo, según quien me lo contó, era fiscalizar la alimentación del ganado vacuno que está repartido por esos terrenos del oeste de La Habana. ¿Habrá llegado a los oídos del Comandante Invicto que desde la carretera que va al Mariel, se ven las vacas de Raúl en estado famélico y que la gente comenta que se alimentan mucho peor que los cubanos de a pie?
En días pasados se le vio en un Instituto de Investigaciones de la Industria Alimenticia, donde se preocupó -eso dice su prensa escrita- por la necesidad de recuperar los niveles de producción y calidad de quesos que había antes del Período Especial. Los maestros queseros que intervinieron en la reunión le prometieron alcanzar los viejos niveles productivos y mantener la misma calidad.
Esto da risa.
¿Con qué proletariado cuentan, si la gente no quiere dictadura y mucho menos socialismo?
El ingenuo campesino tenía razón: ¨La gente no lo ayuda¨. Y lo triste del caso es que El –con mayúscula- lo sabe.
Tengamos presente que el berrinche del proletariado se acrecentó con el Período Especial, el desplome del campo socialista, la llamada telefónica que hizo Gorbachov al Profesor Sajarov y la terquedad de Fidel en continuar suprimiendo los derechos económicos de la ciudadanos.
En una palabra: Seguir jodiendo a los cubanos para que su trono no se des merengara en el piso.
Los cubanos, en vez de variedad de quesos, necesitamos otros alimentos que no tenemos, por ejemplo, el vaso de leche para el desayuno que prometió su hermano Raúl, cuando tomó las riendas en 2006.
Y que todavía, nada.
Dicen también los campesinos, sobre todo los de Playa Baracoa y Ventré, que Fidel, o el doble –pronto se sabrá la verdad-, mencionó con una gran nostalgia a su Ubre Blanca. Sí, aquella vaca que en 1981 daba 29 galones de leche al día, en agradecimiento a las caricias de su Amo y Señor y al aire acondicionado que disfrutaba.
Pero lo que más intriga es eso de que nadie lo ayudaba a dar sus pasitos cagalistrosos y que se bajaba y se subía al jeep sin que lo sostuvieran los miembros de su escolta. Porque, señores, ¡son 89 almanaques! ¿Quién se lo va a creer?
¿No usó acaso sus dobles –y de eso fuimos testigos los viejos reporteros de los años sesenta, setenta y parte del ochenta del siglo pasado-, cuando se veía que, delante de los carros donde viajaba, iba el más parecido y detrás el verdadero, durante los 600 atentados que le hizo la CIA?
La ¨guayaba¨ esa que se la trague otro.
Estoy segura de que Fidel siente más nostalgia de sus legendarias zancadas que de la difunta Ubre Blanca.