LAS TUNAS, Cuba. — El ministro de Salud Pública de Cuba (MINSAP) lo niega: no hay hospitales colapsados por casos de dengue en nuestro país, dice. Pero el peligro existe, es real. Brotes epidémicos generalizados por todo el territorio nacional pueden asolar a la población cubana en los próximos días si persiste la abulia administrativa, principal factor de riesgo de dengue en Cuba por falta de saneamiento comunitario.
Abulia es falta de voluntad o disminución de la energía, desgana, negligencia, pasividad. Los salideros de agua potable o albañal convirtiendo calles y caminos en charcas donde se acumula basura doméstica durante semanas por ineficientes políticas públicas, convirtiéndose en hospederos de mosquitos, es una escena abúlica reiterada de un extremo a otro del país, salvo en las zonas donde habita la clase política pudiente.
Pueblos y ciudades donde no funcionan debidamente los sistemas de acueductos y alcantarillados ni la recogida y manejo de desechos se han transformado en hospederos de plagas transmisoras de enfermedades, un escenario favorecido por el accionar negligente y pasivo de quienes tienen responsabilidad administrativa, que son las autoridades gubernamentales, encabezadas por el Partido Comunista de Cuba (PCC).
En su edición del pasado viernes, el Periódico 26, órgano del PCC en Las Tunas —provincia con transmisión de dengue en cuatro de sus ocho municipios—, publicó en primera plana un titular que afirma: Adoptan medidas para cortar la transmisión de dengue. Pero cuando usted pasa la página, en la sección Cartas, encuentra un título que dice “Aguas albañales vierten en la comunidad”, que encabeza una nota donde una vecina del reparto Santos, en el municipio de Las Tunas, se queja: “En mi apartamento no se puede usar el baño porque el agua sucia sale por la bañadera. Algunos vecinos y yo enfermamos de dengue”.
Los epidemiólogos lo saben: la acción idónea para identificar un factor de riesgo es el estudio de cohortes, que es una comparación de la frecuencia de una enfermedad entre dos poblaciones, una expuesta a riesgos mientras que la otra esta exenta de ellos. Se trata de una estudio caro, que lleva tiempo y que es, además, innecesario, pues los epidemiólogos conocen bien los estratos sociales y las zonas residenciales en las que se reportan mayores casos de dengue en Cuba, que es la mayor parte del archipiélago donde no hay turistas extranjeros ni empresarios ni dirigentes.
El sistema de alcantarillado de la ciudad de Puerto Padre data de 1917. Las autoridades municipales de entonces consiguieron que la empresa estadounidense propietaria del central Delicias lo instalara. Sin embargo, hoy recibe una carga muchísimo mayor que aquella para la que fue concebido, por lo que los salideros y mezclas de aguas cloacales con las provenientes de los salideros de agua potable son frecuentes, produciendo encharcamientos de aguas “limpias”, las idóneas para la reproducción del mosquito Aedes aegypti. Cabe señalar que esto no ocurre sólo en Puerto Padre, sino también en muchísimas otras ciudades cubanas.
La cantilena oficial es que “no hay recursos” para reparar las tuberías, y así aumentan los salideros y las charcas; que “no hay petróleo” para llevar la basura a los vertederos; que no hay insecticidas para fumigar; y, por supuesto, por culpa del “bloqueo yanqui”. Y entonces las autoridades envían inspectores para que impongan multas a las personas que no tienen sus casas todo lo bien ordenadas que deben estar, como para que no den hospedaje al “mosquito asesino”. Y convengamos que hoy la mayoría de los hogares cubanos no están todo lo ordenados que en otro tiempo los tuvimos, porque hoy en Cuba, más que el orden, se impone la supervivencia, lo que no constituye justificación ética, pero sí estado de necesidad jurídica.
De continuar así el estado de inercia en el saneamiento, optando la administración pública por la coerción al ciudadano mediante multas, habrá enfermos de dengue colapsando hospitales más de lo que hoy están. Entonces, el ministro de Salud Pública no podrá negarlo; y habrá fallecidos ensanchando los cementerios todavía más. Pero no se culpe solamente a los vecinos por tener sus casas y patios cuales albergues del Aedes aegypti —como si el “mosquito asesino” se encontrara en reclusión domiciliaria y no pudiera volar a los espacios públicos—, culpen también a quienes, como personas llevando la abulia en sí mismos, teniendo responsabilidades públicas ineludibles, han llevado a toda una nación al estado de marasmo, entiéndase de abandono.
ARTÍCULO DE OPINIÓN
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