LA HABANA, Cuba.- Karla, una joven cubana, “está herida en la agonía del destierro”. Karla está expatriada en Costa Rica; esa misma Costa Rica por la que anduvo Martí y también Maceo. Así comienzan, desde hace días, todos los días de La Habana. Así amanecemos en la Isla, con una muchacha que está “herida en la agonía del destierro”. Karla, como Martí, está ahora en Costa Rica. Está viviendo su expulsión; desnaturalizada, expatriada, prohibida, lejos de La Habana, de Santa Clara, de cualquier punto de la isla. Karla está en esa tierra en la que alguna vez también estuvo Antonio Maceo.
Así amanece Cuba desde hace días, con susurros en la enorme cola de la panadería, con balbuceos en la bodega, con bisbiseos en las gigantescas filas para comprar lo que se pueda en la shopping. Así amanece Cuba, “luchando el pollo”, procurando el arroz y los frijoles, sumando pesos para llegar al precio que ahora tiene el cerdo perdido y los tantísimos medicamentos que también se extraviaron en la nave del olvido. Y son esas pérdidas las que oscurecen la vida de los cubanos y revalidan los padecimientos, las angustias, las muertes.
Y hasta pareciera que el poder nos dice: “espera un poco, un poquito más”, y lo dice tan tranquilo como el que entona una canción, y lo peor es que invita a hacer “Puentes de amor”, y a montarse en algún auto que tenga en muy buen estado el claxon para que “pite fuerte”, para que se escuche bien y claro, como si con bulla y solidaridad chillada por comunistas e izquierdosos regados por el mundo se fueran a resolver nuestras angustias. Y también en Miami hay bullicio y pitadera; pero como diría Pilar, aquella de los zapaticos de rosa, “Allá, tú me ves allá”.
Se hizo algazara en algunos sitios; tres o cuatro gatos se desgañitaron y durmieron luego en Madrid, en Roma, en Miami, respaldados por los “aires insanos del enemigo atroz”. Karla está desterrada, desnaturalizada, expatriada, pero todos vamos a la cola enorme a conseguir el pollo, y cocinamos luego, y olvidamos a esa muchacha a la que no dejaron poner los pies en su país, y nos acostumbramos a su obligado exilio, y también ponemos en un rincón el abrazo que no pudo dar a sus padres, y para que se olvide a la jovencita se hace cualquier cosa, se fragua alguna engañifa a la que se le dedica todo el bombo y platillo que precise, aunque no lo merezca.
Cualquier cosa sirve, incluso hacer público, también con “bombo y platillo”, el título de doctorado en Ciencias Técnicas que defendiera Díaz-Canel en la Universidad Marta Abreu de Santa Clara, esa universidad en la que se hizo ingeniero. Allá fue él, a la tierra que lo vio nacer, a la tierra que lo pujó, esa tierra en la que también engendró un par de hijos. Él fue a esa universidad en la que algunos de sus profesores deben andar aún activos. Y si no están poco importa, porque un “presidente” discute su doctorado donde le dé la gana. Y como era de esperar la defensa tuvo prensa, y supongo que también un ambigú.
Y según dijo la prensa, esa que de seguro presenció la tal defensa, el tribunal advirtió que la tesis era compleja, era oportuna, era transformadora…, mientras las grabadoras estaban en “play” y se ponían los ojos de los fotógrafos tras el visor de sus cámaras, y se cuidaba el “sensor” y se apretaban los disparadores con ese ritmo de “los grandes eventos”, y cada flashazo era acompañado por aplausos, porque aquello debió ser un evento inédito; un gobernante en funciones discutiendo allí su tesis doctoral; aunque Las Villas aportara algunos presidentes a la República cuando no había aún universidad en ese territorio.
José Miguel Gómez y Gerardo Machado, villareños, no estudiaron allí ni defendieron tesis doctorales en la tierra de Marta Abreu, tampoco esa universidad tuvo entre sus estudiantes a Miguel Mariano Gómez y a Federico Laredo Brú, Manuel Urrutia, ni a Osvaldo Dorticós, villareños también. Miguel Mario, aunque no fuera elegido por el voto popular, es el octavo “presidente” de la República de Cuba nacido en Las Villas, y el primero en discutir la tesis que lo haría doctor en Ciencias Técnicas.
Díaz-Canel tuvo prensa, y flashazos, tuvo aplausos, y casi seguro que ambigú, y quizá en su cháchara con los miembros del tribunal y sus invitados en el momento “del brindis, del ambigú, del piscolabis”, dedicó algún tiempo a Karla, la jovencita expulsada de esa universidad, y seguro que le echó tierra y le dio pisón, sin que nadie se preguntara por lo que habría hecho Marta Abreu en un caso semejante, en ese mismo caso.
Y ahora ya tenemos un gobernante que es doctor en ciencias técnicas, un gobernante que podrá darse un poco más de balijú, que quizá anduvo este domingo, desde su auto blindado, haciendo “Puentes de amor” mientras su chofer hacía sonar el claxon desde La Punta hasta La Chorrera. El “presidente” hacía el camino entre esas dos fortalezas coloniales; y quizá ni estuvo, es muy probable que el chofer hiciera solo ese camino breve, a fin de cuenta los cristales de su auto deben ser nevados, oscurísimos, tanto que no se consigue saber quién va adentro repudiando el bloqueo, mientras se deja afuera, se bloquea, a una joven periodista.
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