LA HABANA, Cuba. – El temprano comienzo de la temporada ciclónica incrementará las difíciles condiciones de vida de los cubanos y la endémica crisis económica. Las torrenciales lluvias, las inundaciones y los fuertes vientos sobre la Isla de la Juventud y Pinar del Río desde el 1 de junio se extenderán al Oriente.
La sequía había ocasionado muy bajos niveles de agua en las presas y embalses, lo que resultó en el trasiego de pipas para abastecer a la población y dificultades en las labores agrícolas. Afortunadamente llegaron los añorados aguaceros de mayo, pero la saturación del manto freático impedirá la asimilación de las aguas, según el Instituto de Meteorología de Cuba.
El Gobierno exhorta a la población a prepararse para afrontar los embates de la naturaleza, sin vender desde hace años velas y fósforos para alumbrarse ni clavos para fijar los voladores techos de planchas metálicas o asbesto-cemento. Los edificios y casas en La Habana se derrumbarán en mayor cantidad, las mismas zonas por años sin canalización adecuada se inundarán y se desbordará el Malecón.
En el resto del país sucederán hechos similares porque durante decenios no se pudo dar mantenimiento ni construir nuevas viviendas. La magnitud quizás dependerá de las obras realizadas en los “barrios vulnerables”, o sea, donde gracias a las manifestaciones del 11 de julio de 2021, las autoridades se percataron de los miles de asentamientos miserables existentes. Las siembras se dañarán o se perderán, y así habrá justificación para los escasos resultados de las cientos de medidas emitidas por el Gobierno para, supuestamente, “destrabar” la agricultura.
No se podrá acopiar agua embotellada ni alimentos, porque aun los más esenciales se venden en ínfimas y demoradas cuotas mensuales, o luego de prolongadas colas para las pequeñas cantidades de pollo, picadillo y salchichas que llegan a la tienda donde cada uno tiene asignado comprar.
Mientras, las farmacias para adquirir los insuficientes medicamentos continuarán asediadas por personas con padecimientos crónicos y ancianos, quienes semana tras semana regresan con las manos vacías. Muchos los recibirán desde el extranjero y otros tendrán que pagarlos demasiado caros.
Las roturas y los mantenimientos de las plantas termoeléctricas, y la falta de combustible para los grupos electrógenos continuarán causando apagones. El gas resultará poco y caro. El suministro de agua seguirá intermitente por roturas, arreglos y escasez en las fuentes de abasto, que posiblemente mejoren con las lluvias del nuevo temporal.
El déficit de transporte dejará de ser un problema por su imposible solución, fundamentalmente en La Habana, donde para afrontar la escasez las autoridades han ordenado la utilización de los medios de los organismos estatales, que pronto dejarán de circular también por su deterioro acelerado. Los precios de los pasajes de los transportistas privados seguirán subiendo, a pesar de los controles y sanciones.
Lamentablemente, extenuados de afrontar esa vida sin esperanzas, los cubanos procurarán “escapar” por cualquier vía. Cuba se quedará sin fuerza de trabajo capacitada y sin jóvenes. Lo que nos va quedando es una población crecientemente envejecida.
ARTÍCULO DE OPINIÓN
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