LA HABANA, Cuba. – Este jueves, la Televisión Cubana anunció la partida de un nuevo contingente de la Brigada Médica “Henry Reeve”. Según ese medio informativo, se trata del destacamento número 53 de ese tipo, y su destino es la convulsa exrepública soviética de Azerbaiyán.
No es la primera vez que un grupo de servicios asistenciales viaja al mencionado país asiático. Ya en julio lo hizo otro contingente análogo. Pero hay una diferencia esencial entre una y otra situación: el pasado verano, todavía se mantenía vigente el cese al fuego acordado en 1991 entre esa república musulmana y la vecina Armenia, un país cristiano.
Las hostilidades se derivan del conflicto étnico relacionado con el enclave de Nagorno-Karabaj (al que la generalidad de los nativos prefiere llamar Artsaj): Al igual que el de Crimea, se trata de otro conflicto de nacionalidades legado a sus sucesores por el dictador genocida alias Stalin. En este caso, de un territorio habitado por armenios, pero que en lo político formaba parte de Azerbaiyán, con el estatus de provincia autónoma.
Cualquiera sea el caso, lo cierto es que desde el pasado 27 de septiembre estalló de nuevo la guerra entre ambos estados limítrofes. La prensa nos informa de los violentos enfrentamientos entre ellos. De manera espasmódica, los choques armados son interrumpidos por constantes ceses al fuego, que se anuncian a la opinión pública… sólo para ser violados a las pocas horas.
¡Y es a un país sumido en esa situación caótica que el gobierno de La Habana envía una nueva brigada médica! ¡Y lo anuncia a bombo y platillo! ¡Y, para colmo, la Televisión Cubana, como si se tratase de un aspecto digno de ser destacado, proclama que, en esta ocasión, se trata de una “brigada compuesta en más de un 60 por ciento por mujeres”!… ¡Qué desparpajo!
Hablamos de posturas que constituyeron una práctica habitual del castrismo. Viene al caso recordar aquí a Águedo Morales Reina, maestro cubano ultimado en Nicaragua por los “contras” en 1981. Ese homicidio, así como otros actos de agresión contra los educadores y adoctrinadores cubanos, culminó con decenas de miles de pedagogos de la Isla que se brindaron a imitar al occiso en el país centroamericano.
El órgano sandinista “Barricada” afirma que lo hicieron “espontáneamente”. Los que conocemos los métodos empleados por este tipo de regímenes sabemos cuánto hubo en esa disposición masiva de coacción y de campaña orquestada por el propio gobierno castrista, y cuánto (si es que hubo alguna) de espontaneidad.
En cualquier caso, es verdad que muchos educadores expresaron entonces su disposición a viajar a la convulsa Nicaragua. Es probable que muchos lo hicieran confiando en que no se les tomaría la palabra. De todos modos, “dieron el paso al frente”, como se diría en la neolengua comunista.
Pero entonces corrían los tiempos en que el mando supremo era ejercido todavía por el fundador de la dinastía, un señor que se caracterizaba por el voluntarismo. Se supone que ahora (al menos eso dicen algunos comentaristas extranjeros) imperen el pragmatismo y la objetividad. ¡Y aun así mandan a una brigada mayoritariamente femenina a un país en guerra!
Al hacer el anuncio televisivo de la nueva aventura, el cotorrón de turno no perdió ocasión de hacer propaganda al supuesto altruismo que —según su dicho— constituiría el rasgo esencial de los “médicos internacionalistas cubanos”. Escuchamos: “La máxima yanqui de que todo se puede comprar, con nosotros no funciona, porque el ejército de batas blancas no está en venta, y no lo pueden comprar”.
Bellas palabras. Aquí sólo cabe comentar: Es posible que no “se pueda comprar”, porque “no esté en venta”…, ¡pero sí hay que pagarlo! ¡Y cómo! De paso (y como quien no quiere la cosa), las autoridades cubanas se quedan con la parte del león, y entregan al personal de la salud sólo una porción ínfima de lo desembolsado por sus servicios. Bien lo comentó el pasado domingo el digno y valiente cura camagüeyano Alberto Reyes Pías: “Que somos internacionalistas por pura generosidad: mentira”.
En el ínterin, los infelices embarcados rumbo a Bakú (insisto: damas en su mayoría) verán en riesgo sus vidas y su integridad física. Esperemos que ninguno de ellos sufra lo peor. Que no resulte necesario que, al igual que pasó con Nicaragua, la generalidad de los médicos y enfermeros cubanos se vean obligados a brindarse para cubrir el puesto dejado por un “mártir internacionalista de la salud” en la lejana Azerbaiyán.
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