LA HABANA, Cuba. -Cuando en la tarde del pasado domingo 19 de abril Hildebrando Chaviano salió del colegio electoral, luego de participar en el escrutinio de las elecciones municipales del Poder popular donde había participado como candidato a delegado (concejal), lo esperaba un acto de repudio. En el mismo, un grupo de castristas inducidos —por cierto según relatan testigos casi ninguno era vecino del lugar—vociferaban los mismos insultos y consignas de siempre, para volver a demostrar que este régimen de oprobios, ya sea ante el valor de un ciudadano, en una cumbre hemisférica, en un juego de béisbol en cualquier rincón del planeta o ante el ejemplar civismo de mujeres valerosas e indefensas, solo posee el argumento de la violencia y la soberbia.
El caso es que las autoridades cubanas temblaron de pavor cuando un humilde ciudadano decidió desafiarlos en su propio terreno y se propuso en su comunidad como candidato. El pavor de estado aumentó cuando los vecinos de la circunscripción No 7 de la céntrica barriada de El Vedado del capitalino municipio Plaza de la Revolución desafiaron la trampa coactiva de la nominación pública a mano alzada y convirtieron a un opositor reconocido en candidato.
Así, Hildebrando Chaviano Montes, abogado de profesión, periodista independiente cultor de la música y las artes plásticas, miembro de la Corriente Agramontista de Abogados Independientes, director jurídico del Observatorio Ciudadano contra la Discriminación OCD y miembro del Comité Ciudadanos por la Integración Racial CIR, derrumbó de un plumazo la coraza que protegía el ilegitimo sistema electoral castrista que en cuatro décadas ha sido tan impresentable que ni sus amigos y clientes de otras latitudes se atreven a defender.
Al parecer el prestigio y calidad humana del inesperado candidato combinados con la creciente decepción de los ciudadanos convirtieron el manipulado proceso de votación en una elección verdadera, en tanto una opción realmente independiente se convertía en alternativa y visible.
A partir de esa nueva realidad se desató la campaña orquestada para intentar desacreditar al candidato opositor y disuadir a los electores de respaldar su propuesta que solo se reducía a representar y defender de manera transparente y consecuente las inquietudes e intereses de los ciudadanos. Sin embargo lo que resulta inadmisible para los gobernantes cubanos es que se siente el precedente de ver a ciudadanos independientes en disposición y capacidad de penetrar y desafiar el sistema que se fundamenta en el miedo inducido y la exclusión intolerante.
Una ficha biográfica cuajada de irrespetuosos calificativos y el peregrinaje casa por casa para desacreditar al candidato independiente e intimidar a los votantes fueron las acciones que vuelven a demostrar la incapacidad de los gobernantes de La Habana de convivir con la diferencia, ni siquiera bajo sus propias reglas, ya de por si injustas y tramposas.
En la circunscripción en cuestión se manifestó el mismo considerable nivel de abstención reconocido por las autoridades electorales y a pesar de las presiones y calumnias desatadas ciento treinta y ocho electores de alrededor de setecientos sufragios respaldaron en las urnas a Chaviano Montes.
El significativo hecho demuestra que hasta un sistema tan cerrado y coercitivo como el cubano tiene fisuras cuando los defensores de los derechos y las libertades comprometidos con los mejores valores asumen las responsabilidades que sus convicciones les imponen. Sin embargo el principal balance de esta contienda es que los cubanos comienzan a perder el miedo y a ganar autoestima cívica, lo cual por cierto rompe todo el esquema de dominación por tanto tiempo vigente en Cuba.
Creo que nunca una elección perdida ha significado tanto en el necesario cambio de dimensión de una dinámica de convivencia social. En su sencillez, humildad y entusiasmo sin fisuras Chaviano Montes tal vez no logre aquilatar que su actitud puede ser el primer paso de reconstrucción del andamiaje cívico de la nueva Cuba que todos soñamos, no porque el inviable y antihumano sistema pueda ser reformado desde adentro si no porque contribuye a demostrar que ante esa recuperación de la cultura y autoestima cívica el totalitarismo no tiene respuesta viable o coherente.
Resulta significativo y trascendente que a las maniobras fraudulentas que hace ya tiempo deben ensayar las autoridades para disimular los crecientes abstencionismos y votos de rechazo y castigo (boletas en blanco y anuladas) que debilitan la imagen plebiscitaria de los comicios castristas se puede unir ahora la disposición transparente de los ciudadanos a respaldar a candidatos independientes.
Esa cálida mañana de domingo Hildebrando y sus electores nos demostraron que, sin violar la mala ley vigente, se puede causar un serio dolor de cabeza a quienes desgobiernan Cuba y lo que es más importante asumir el reto de convertirnos en protagonistas de nuestro propio destino.