MADRID, España. — No cabe la menor duda. Si hay un sector que ha sido víctima de la revolución y sus nefastas transformaciones en la estructura productiva de la economía cubana anterior a 1959, este no es otro que la ganadería. Como quiera que se mire, el sector ganadero cubano en 2022 se encuentra en una situación mucho peor que la de 1959. Por ello, la crisis alimentaria estructural de la economía tiene en la leche y sus derivados uno de los puntos negros del comunismo.
No en vano algo tan elemental como la promesa de un “vasito de leche” que hacía Raúl Castro al poco de tomar posesión de su mandato sigue sin cumplirse por los dirigentes del régimen, en tanto que las preocupaciones de las familias, sobre todo las que tienen niños pequeños, aumentan al ver que la leche es un artículo escaso y que acceder a la misma en las tiendas en MLC es prohibitivo.
¿Por qué se ha llegado a esta situación y, sobre todo, por qué no se sale de este círculo vicioso? Para responder a esta pregunta habría que remontarse a las reformas totalitarias aplicadas a partir de 1959, que confiscaron a los ganaderos privados cubanos sus explotaciones, concentrando todo el ganado en manos de un estado intervencionista, ocioso e improductivo, que empezó a tener dificultades desde el principio para producir leche.
Con el tiempo, los cubanos no tuvieron otro remedio que acostumbrarse al racionamiento de la leche, en tanto que las autoridades diseñaban complejos mecanismos de subsidios para mantener artificialmente bajo el precio de este producto. Con ello, se sentaron las bases de la escasez estructural, al tiempo que la planificación central sustituía al mercado en la asignación del producto, que pasó a formar parte de las entregas de la libreta de racionamiento.
Cuando Raúl Castro llegó al poder y facilitó las explotaciones privadas de ganado mediante la fórmula del arriendo de tierras al Estado, algo parecía que iba a cambiar. Pero el régimen se encargó de limitar las reformas, que iban bien encaminadas, al mantener el ganado bajo propiedad estatal y solo ceder a los emprendedores privados la gestión. El modelo, lejos de funcionar, ha llevado a la actual situación de crisis que vive Cuba, específicamente con productos básicos para la alimentación humana, como la leche.
Podrían enumerarse muchos más factores para explicar la agonía del sector ganadero cubano (como la falta de insumos, el elevado intervencionismo y nivel de regulación, los controles locales por el partido comunista o las enfermedades) pero sin duda alguna, la ausencia de derechos de propiedad de las reses por parte de los ganaderos que las trabajan es motivo más que suficiente para explicar la grave crisis del sector.
Algunos datos son relevantes
En el Gráfico 1 se presenta la evolución de la cabaña ganadera vacuna en Cuba desde 2011 (en miles). Desde 2011 hasta 2020 la cifra se ha reducido pasando de 4 060 100 a 3 752 400, o lo que es lo mismo, se ha producido un descenso en el total de 307 700 cabezas, equivalente a un 7,5% en todo el período.
La contracción de la cabaña ganadera se acentúa a partir de 2014, ya que entre 2011 y ese año se observa un cierto crecimiento, de solo un 1,8%, pero es a partir de 2014 cuando las cifras se derrumban hasta 2020, con un descenso acumulado de un 10% en estos años.
Cualquiera que sea la perspectiva adoptada, el sector ganadero cubano se encuentra inmerso en una crisis estructural que se confirma por el hecho de que para 11 millones de habitantes hay 3,7 millones de cabezas de ganado. En 1959, había en Cuba más cabezas de ganado que población. En aquellos años, los cubanos podían beber toda la leche que deseaban.
Gráfico 1.- Evolución de las cabezas de ganado vacuno en Cuba.
Si dramática es la evolución de la cabaña ganadera, cabe señalar otro tanto con respecto a las reses dedicadas a la producción de leche específicamente. Desde 2013 hasta 2020 la cifra experimentó un descenso de 88 900 cabezas, equivalente en este caso a un porcentaje superior, del 22,2%, casi la cuarta parte de las vacas lecheras han desaparecido. Menos vacas, menos producción de leche[1].
La producción nacional de leche se sitúa actualmente (2020) en torno a 4554,3 mil toneladas, una cifra inferior en un 25,6% al máximo alcanzado en 2016, con 612,8 mil toneladas, una producción claramente insuficiente para atender una población de 11 millones.
Entre 2013 y 2018 la producción de leche registró una evolución irregular, con altibajos. Desde 2018 la caída ha sido en picado. La atención de las autoridades comunistas a este sector deja mucho que desear y exige un giro de 180º.
Gráfico 2.- Producción de leche en Cuba
La producción interna se encuentra en declive y, por ello, el régimen recurre a la importación de leche y derivados. Pero este recurso a la importación puede verse complicado cuando escasean las divisas y los precios internacionales van en aumento.
Gráfico 3.- Importaciones de leche en polvo.
Las primeras suponen apenas el 4% del total, en tanto que la leche en polvo alcanza el 96% restante. Si se combinan ambas y se analiza la evolución en índices para detectar las tendencias, cabe señalar un ciclo de ida y vuelta en la evolución de las importaciones de lácteos por el régimen entre 2013 y 2020.
Una fase alcista desde 2013 a 2015 se trunca en este último año, con un cambio drástico que precipita las importaciones más de un 30% en dicho período sin que al parecer hayan tocado fondo en 2020 (último año disponible en la información oficial).
De modo que la consecuencia del efecto combinado de menos leche producida internamente y menos importaciones (porque escasean las divisas) conduce a un escenario crítico, como el que existe actualmente en Cuba, que supone que, en el mercado informal, donde es posible encontrar leche (en las bodegas estatales está desaparecida), un kilogramo de leche en polvo puede llegar a costar de 1 000 pesos a 1 200 pesos cubanos (que en el cambio informal supone de 10 a 12 dólares). En España, con un nivel salarial muy superior al de Cuba, esa misma bolsa de un kilogramo se puede comprar por menos de nueve euros.
La situación llega a tal nivel de deterioro que algunos observadores han destacado el hecho de que las bolsas de leche en polvo que se comercializan en el mercado informal pertenecen a la dieta de personas adultas mayores o niños por la libreta, que deciden dejar de consumir algunos días la cuota de leche, y con el dinero recaudado de la venta poder comprar otros bienes básicos.
La cuestión es que la escasez de la oferta nacional y de la importada no llega a resolver ni siquiera un mínimo porcentaje de la demanda. Quienes desean comprar leche tienen que pagar un altísimo precio que está muy por encima de los salarios que se pagan.
Lo peor es que las autoridades del régimen han reconocido que la crisis de la leche no tiene fácil solución y que va a continuar durante todo el año. Esta afirmación, de la ministra de Comercio Interior, la señora Betsy Díaz Velázquez, fue realizada en octubre del 2021, mucho antes de que la guerra de Ucrania precipitase un drástico cambio de escenario en la economía mundial, para el que el régimen de La Habana no parece preocupado o inquieto. Y debería, porque ya se deben estar notando los efectos de la menor disponibilidad de financiación, de barcos y proveedores. Los dirigentes del régimen descubrirán este año que, con Rusia aislada, nadie da nada gratis y tendrán que ponerse a trabajar de verdad.
Siempre quedará el recurso a culpar a Estados Unidos también de la falta de leche en Cuba. Falso. El Congreso estadounidense aprobó en el año 2000 la exportación de alimentos a la Isla bajo la condición de que fueran pagados con anticipación, al contado y sin financiación. A pesar de que estas condiciones parecen ser inviables para el gobierno de Cuba, y no las aplica en las relaciones comerciales con otros países (que se apoyan en crédito estatal), los datos confirman que el aprovisionamiento de leche procedente de Estados Unidos por importe de 3 millones de dólares se suele incluir dentro de las partidas con las que el régimen realiza este peculiar comercio exterior con el enemigo del norte. En 2021 las importaciones cubanas de Estados Unidos ascendieron a 325,5 millones de dólares, la cifra más elevada desde el “récord” de 2014.
Lo peor de todo es que el necesario aumento de la producción nacional de leche para consumo humano y la industria no parece estar al alcance de las 63 medidas de las autoridades de Agricultura. A los tradicionales problemas organizativos y logísticos entre las administraciones estatales y los productores, la falta de tratamientos sanitarios, la calidad de las instalaciones o la mortandad de las reses por la deficiente alimentación se une lo principal, que es la falta de un marco jurídico para el respeto a los derechos de propiedad. Una cuestión que es crucial y que se tiene que resolver cuanto antes.
Notas:
[1] Con un descenso significativo de los rendimientos por vaca en ordeño, entre las estatales del 50% y en las privadas, de un 10%.
ARTÍCULO DE OPINIÓN
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