MIAMI, Estados Unidos. – La prisión política del totalitarismo cubano es un leviatán insaciable que se nutre con una represión continua a la resistencia. El régimen no cesa de encarcelar, pero los ciudadanos, conscientes de sus prerrogativas, nunca dejan de reclamar sus derechos. Es una espiral peligrosa en la que la policía política cuenta con todos los recursos imaginables y los opositores solo con sus convicciones y el coraje de luchar hasta alcanzar la libertad.
La represión es constante, sin importar la persona que esté al frente del totalitarismo. Las ansias de control, permanencia y abuso se mantienen inalterables, con la particularidad de que el ciudadano de a pie está cansado de soportar un régimen de oprobio que solo acumula miseria en todas sus gestiones.
Sin embargo, la eficiencia represiva no es suficiente para sostener una dictadura. Estar sentado sobre las bayonetas es sumamente peligroso y si el castrismo ha sobrevivido seis décadas es porque tuvo la habilidad de tejer un complicado entramado, hoy consumido, en el que se mezclaron diferentes propuestas fundamentadas en una epopeya más ficticia que real.
Las bayonetas del castrismo han encarcelado más de medio millón de mujeres y hombres durante 62 largos años. Fusilados a miles, cubanos y extranjeros, y determinado el exilio, desarraigo, de millones de personas, que nunca hubieran abandonado su país si no fuera por el destierro interno que sufrieron.
La represión es una de las pocas constantes del régimen. En todas estas décadas, como testimonian numerosas informaciones, el presidio político ha estado presente en la historia de la nación e, incomprensiblemente, en vez de disminuir, aumenta, como lo evidencia un reciente informe de la entidad Prisoners Defenders, radicada en España.
Según esta organización, después de las masivas protestas del 11 de Julio, en solo 20 días la cifra de reclusos por causa política ascendió a 272. Entre ellas se encontraban las hermanas María Cristina y Angélica Garrido, quienes participaron en las protestas populares en Quivicán, Mayabeque. Ambas, fueron brutalmente golpeadas por los sicarios uniformados y posteriormente trasladadas a la cárcel de mujeres del Guatao, en la capital.
Según Prisoners Defenders, después de las protestas fueron arrestadas entre 2 000 y 8 000 personas en toda Cuba y señala que el Premio Andrei Sajarov, Guillermo Fariñas, “calculaba, desde dentro y mientras estaba detenido, una saturación de cientos de detenidos en un solo Centro de Detención” en Santa Clara.
Algo a destacar es que el número de activistas a favor de la democracia en la Isla crece sin cesar, además de que son representativos de diferentes generaciones. Una de las características esenciales en la tolda opositora es la diversidad de sus propuestas económicas, políticas y sociales. La oposición en lo único en que se asemeja al régimen es en su radicalismo a favor de un cambio de todo lo existente.
En este momento, el artista visual Hamlet Lavastida, recluido en Villa Marista, sede principal de la Seguridad del Estado, ha solicitado tratamiento psicológico, por no encontrarse bien ante la situación que enfrenta. Lavastida es uno de los seis prisioneros de conciencia cubanos declarado por Amnistía Internacional, junto a Thais Franco, Esteban Rodríguez, Luis Manuel Otero Alcántara, José Daniel Ferrer y Maykel Castillo Pérez, también conocido como Maykel “Osorbo”.
José Daniel Ferrer, propuesto para el premio Sajarov del Parlamento Europeo, es un luchador por la libertad de larga data, prisionero político de la redada de la Primavera Negra en el 2003 y fundador de una organización particularmente activa en la defensa de la libertad y la democracia, la Unión Patriótica de Cuba (UNPACU). Ferrer está prácticamente secuestrado y lleva 40 días preso e incomunicado.
Otro ciudadano que ha dedicado una buena parte de su vida a luchar por la libertad de los cubanos es Félix Navarro, otro prisionero de la Primavera Negra y líder del partido, Pedro Luis Boitel. Navarro, al igual que Ferrer, rechazó salir de Cuba cuando se iniciaron las excarcelaciones y deportaciones de hace varios años. Su lucha no ha cesado. Tras su arresto después de los sucesos del 11 y 12 de julio contrajo el virus del COVID-19, lo que empeora aún más su situación y preocupa profundamente a sus familiares y allegados.
En conclusión: la dictadura no cesa de encarcelar y los intransigentes no cejan en su empeño de derrocarla.
ARTÍCULO DE OPINIÓN
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