LA HABANA, Cuba.-Más que soberbia o pena, me causó aburrimiento extremo escuchar la catilinaria del director del Instituto Cubano de Radio y Televisión (ICRT), contra los creadores reunidos en el panel Cultura y Medios, durante la celebración del VIII Congreso de la UNEAC.
Lo menos que les interesa a quienes dirigen a los creadores cubanos es elevar el nivel espiritual de la población. Embotamiento ideológico y control, ese es su objetivo. No importa si el producto artístico es chapucero.
Salidos de un cuartel, escuela de formación política o cualquier engendro social donde se haya ganado el título de “cuadro” por ser leales al régimen, se expanden como una plaga sobre organismos e instituciones culturales del país. Son como elefantes en la cristalería sucia de la nación.
Por eso aburre escucharlos decir que la cultura debe responder a unos lineamientos económicos, políticos y sociales, que son hoy los que colman una programación audiovisual repetitiva, que causa estrés, aburre, obnubila la mente y dan ganas no de apagar el televisor, sino de patearlo.
¿Alguien puede ir más allá de bodrios como el programa Cuerda Viva? ¿Puede elevar su ambición de mejorar por encima del mediocre y farandulero Piso 6? ¿Tiene permiso para agregar un mueble, otro cóctel, una presentadora menos vieja en de Tarde en Casa, por sólo hablar de programas musicales y variados?
¿Qué cubano, después de atravesar la ciudad en un almendrón, un P-6 o cualquier trasto que ruede, se sienta frente al televisor a ver programas como Vale la pena, Vivir 120 años, Playa Leonora, De nuestra América, las películas del sábado y otras propuestas soporíferas que no lo dejen rendido en el asiento?
Por eso es que los “paquetes” de programas que venden los particulares, y que tanto desvelan al asesor Abel Prieto, seguirán llegando con sus banalidades, anuncios, telenovelas, filmes, entretenimientos y baratijas audiovisuales, que pese a todo, son superiores a lo que brinda el “revolucionario” paquetazo nacional.
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