LA HABANA, Cuba.- El destino de Rusia parece conducirla inexorablemente a la condición de imperio avasallador de otros pueblos. Así fue durante la época de los zares, y así mismo se comportó la realidad tras el surgimiento de la Unión Soviética, cuando Rusia, como centro del imperio, era algo así como la Roma de estos tiempos.
Hacia 1991 desapareció la Unión Soviética, y el nuevo gobernante ruso Boris Eltsin parecía conducir a su país a la convivencia internacional sin ínfulas imperiales. Sin embargo, con la asunción de Vladimir Putin a la presidencia del gigante euroasiático han vuelto las apetencias territoriales en la geopolítica de Moscú.
A raíz de la invasión rusa de Ucrania, el señor Putin ha declarado que el mundo unipolar había terminado. Quiere esto decir que al Occidente triunfador de la Guerra Fría el nuevo zar moscovita piensa oponer la fuerza del Kremlin y los aliados que vaya adquiriendo por el camino.
Y entre esos aliados, en el contexto de América Latina, Rusia cuenta con tres secuaces incondicionales: Cuba, la Venezuela chavista, y la Nicaragua sandinista. En el caso específico de Cuba, la enorme deuda que la isla mantiene con Moscú, y que los rusos han condonado o pospuesto su pago a cambio de la fidelidad de La Habana, ha llevado al castrismo a defender lo indefendible en el plano internacional.
Pero bueno, no sería esta la primea vez, con la invasión a Ucrania, que los gobernantes cubanos tiran por la borda sus proclamados principios de defensa de los pueblos ante los desmanes de las superpotencias. Todo en aras de no incomodar a sus amigos de Moscú.
Hay que recordar el apoyo de Fidel Casto a la invasión soviética de Checoslovaquia en 1968; después la no condena a Moscú por su invasión a Afganistán cuando Castro era el presidente pro tempore del Movimiento de Países no Alineados; y también la participación cubana, junto al genocida hombre de Moscú en Etiopía, Mengistu Haile Mariam, en los combates contra los guerrilleros eritreos.
El vice primer ministro cubano Ricardo Cabrisas ha sido enviado con prontitud ante los acreedores cubanos con el objetivo de obtener un respiro financiero para su gobierno. Primero fue a mendigar al Club de París, y más recientemente se le vio en el Foro Económico Internacional de San Petersburgo.
En el contexto de esta última reunión, la portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores de Rusia, María Zajárova, declaró que “es importante que los Estados latinoamericanos y caribeños que no se han sumado a las sanciones antirrusas sean nuestros socios económicos fiables”. Asimismo, se anunció que, al margen de la celebración del Foro, el canciller ruso, Serguéi Lavrov, recibiría a los jefes de las delegaciones de Cuba y Venezuela a dicho evento.
La propaganda castrista, como parte del guion que le toca en torno a la invasión de Ucrania, trata por todos los medios de adulterar los acontecimientos. Primero ignoró la amplia condena internacional a Rusia en la votación de las Naciones Unidas, y después aplica el eufemismo de “operación militar de Rusia en Ucrania” para evadir los calificativos de agresión o invasión.
Mas, por mucho que se esfuercen los gobernantes de la isla, su mensaje solo puede convencer a un reducido grupo de incondicionales que, al interior de Cuba, en Caracas, Managua, y algún que otro reducto de la izquierda recalcitrante, están dispuestos a aceptar todo lo que provenga del imperio moscovita.
El resto de la comunidad internacional, en lo político, lo económico, el deporte, la cultura, y otras facetas de la vida humana, se mantiene firme condenando las apetencias geopolíticas del Kremlin.
ARTÍCULO DE OPINIÓN
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