LA HABANA, Cuba.- Llegar a los Estados Unidos atravesando fronteras desde Ecuador, Colombia, Panamá, Costa Rica y México, es un proyecto cada vez más engorroso para los cubanos que lo intentan.
Ningún gobierno de los países que se han convertido en parte del itinerario a cubrir por miles de nacionales, quiere implicarse en un asunto de nunca acabar.
A juzgar por los reportes noticiosos, la tercera crisis migratoria está en plena gestación.
Los conatos de cubanos desesperados en Ecuador y Colombia aumentan sin que se avizore una solución que satisfaga la demanda del establecimiento de otro corredor humanitario hasta el puesto fronterizo de la ciudad de El Paso, en el estado de Texas.
Una de las alternativas al muro virtual es el retorno voluntario a Cuba o al país donde residían temporalmente.
Para muchos, acogerse a la primera opción significa chocar con una realidad igual o peor a la que enfrentan en barracas y casas de campaña donde la escasez de agua, alimentos y medicinas es crónica.
La venta de la casa y de otras posesiones de valor con el propósito de reunir el dinero para costearse el viaje, obliga a quienes decidieron hacerlo a mantener su intransigencia. No es fácil la vida en los portales o en un albergue colectivo donde también se sobrevive a duras penas. Eso sin descontar las ojerizas de los directivos de los Comités de Defensa de la Revolución y las demás organizaciones de masas contra los que se reintegren a sus núcleos familiares a barajar nuevas estrategias de escape.
Es imposible saber cómo terminará el entuerto ramificado por varias localidades de la geografía de centro y Sudamérica.
Un aumento exponencial del número de implicados y el hecho de que puedan resistir las adversas condiciones existenciales el mayor tiempo posible, pudiera dar pie a un desenlace parcial, que beneficiara a los enfermos, las mujeres embarazadas y los infantes.
Esto es solo una probabilidad que no parece estar a la vuelta de la esquina. Además, una solución por muy limitada que fuese alentaría la continuidad de las crisis, cuyas motivaciones se conservan intactas.
La vaguedad de las reformas económicas promovidas por Raúl Castro y su escaso impacto al interior del país son inobjetablemente parte de las causas del crecimiento en el flujo de inmigrantes hacia los Estados Unidos.
El repunte de la desesperanza tuvo su origen en la visita del presidente Obama como símbolo del deshielo.
La fallida certeza de que con la reanudación de las relaciones diplomáticas mejoraría el nivel de vida, a corto plazo, terminó avivando las llamas del desencanto.
El éxodo va a continuar porque existe la percepción dentro de Cuba de que las cosas han empeorado desde el histórico anuncio del acercamiento. La opinión no tiene ni una pizca de subjetividad. Las sucesivas estampidas lo corroboran.
A la gente no le importa el cierre de fronteras y el ultimátum para que abandonen los improvisados campamentos.
Aguantarán más allá de sus fuerzas a ver si logran conmover a algunos de los mandatarios que se resisten a ayudarlos.
De lo contrario, les queda el mar y otras encomiendas al cielo para no ser interceptado por los guardacostas ni tener que morir de sed o en las fauces de un tiburón.
El temor real es a la permanencia en Cuba sin aspiraciones de ningún tipo.
Los avatares de la travesía a campo traviesa o sobre algo que flote, son eventos que vale la pena afrontarlos con una dosis reforzada de optimismo.