LA HABANA, Cuba.- Tras el fallecimiento del tirano Fidel Castro el pueblo de Cuba ha sido obligado a cumplir con un “luto” que no siente pero que la dictadura supone que es lo más apropiado para reverenciar a su “líder histórico”, aun cuando ese “líder” sea quien ha hecho padecer de hambruna y carecer de libertades a este pueblo por más de medio siglo,
Y cualquiera podría creer, torpemente, que con la muerte de Castro cesarían las prohibiciones para los cubanos, pero la mayor verdad es que crecieron después que se divulgara la noticia del deceso, solo que esta vez han visitado los extremos, llegando incluso a la ridiculez. En estos días, y en cada vecindario están quienes se empeñan en el cumplimiento de cada una de las disposiciones del gobierno. Estos vecinos, aduladores “cederistas”, están vigilantes para que sus próximos no ejerzan esa libertad que se desea cuando no se siente ningún duelo.
En estas jornadas el “desconsuelo” es impuesto, obligado es el quebranto, y todos suponen que estos delatores escudriñan hasta en los más ocultos pensamientos de sus víctimas. En estos días, contrario a lo que podría esperarse, el miedo creció y el silencio tomó dimensiones insospechadas.
Cada casa cubana debió convertirse en un espacio fúnebre donde se adore al difunto. La radio y la televisión solo proyectan imágenes de Fidel, y se obliga a los espacios públicos, estatales o particulares, a que mantengan los televisores encendidos con toda la propaganda, todo el tiempo que estén prestando servicios; también se ha prohibido la venta de bebidas alcohólicas. Si un cubano está de cumpleaños debe poner, en lugar de la alegría, su mejor rostro funerario; y poco importa que no sea ese su deseo. Aparentar lo contrario a lo que está decidido puede acarrearle a cualquiera el peor disgusto de su vida. Un joven me comentaba ayer que sentía estar recibiendo el peor castigo de su vida.
Los niños más pequeños están disgustados con “ese que se murió”, porque desde entonces, y por su culpa, despareció de la pantalla de sus televisores la programación infantil. Esos niños no verán durante muchos días sus habituales muñequitos, y por mucho que los padres intentan explicar, quizá sin que ellos mismos entiendan, los infantes no logran razonar, se disgustan, terminarán odiando.
Las autoridades se han empeñado en que se cumpla con ese tan “triste ambiente”, incluidos aquellos que no sienten ninguna aflicción por el deceso. Ni siquiera en el muro del malecón pueden sentarse los habaneros, y todo el que se atreve a acercarse termina siendo interceptado por una “autoridad” que se viste de paisano y que expulsa sin miramientos a los “atrevidos”. Son muy pocos los que se atreven a hablar de sus derechos; quien se arriesga conocerá, en un principio, de sugerencias para que “no te busques problemas”, pero si persiste recibirá rotundas amenazas, y es posible que una enorme paliza. Muchos son los habaneros que deciden retirarse a sus casas porque saben muy bien que podrían pasar una noche, o varias, en un calabozo de la unidad policial más cercana, y sin derecho a reclamar.
Una alumna universitaria que fue convocada para asistir a las honras fúnebres se atrevió a preguntar si la asistencia era voluntaria. La mirada del convocante, quien aseguró que la universidad era para los revolucionarios, la fulminó, y ella decidió callar, caminar hasta la plaza. “Somos una generación deshonesta”, me dijo apesadumbrada.
La dictadura también “convocó” a firmar “el compromiso con la revolución”, y pobre de aquel que se niegue; sin dudas el atrevido será tildado de contrarrevolucionario. La coacción ha llegado a puntos insospechados; se dice que quienes no firmen tal compromiso no recibirán la divisa que a algunos le dan cada mes, y ya sabemos cuánta importancia tiene ese dinerito para un trabajador cubano. Como en ocasiones anteriores, serán millones los firmantes, solo que los honestos serán muy pocos.
Todos los medios manipulan la verdad y se suceden las frases hechas: “La tarde aplomada y las mañanas grises”, y poco importa que el sol se muestre con toda su intensidad. Si una breve llovizna aparece, entonces se asegura que también el cielo está llorando por Fidel, pero muchos saben que una de las razones de tanta quietud, de esa “tristeza” podría ser la ley seca que han impuesto, como también prohibieron escuchar música, incluso en los hogares, y ya sabemos que este es un país bien musical.
La disidencia ha tenido también una “atención” especial, casi personalizada. Muchos han sido detenidos y otros tenemos una constante vigilancia. El artista Danilo Maldonado, escribió en una pared: “Se fue”, y solo por eso lleva varios días en detención. Esta mañana me encontré con una amiga, periodista independiente, y me le acerqué, montado en mi auto, para saludarla y “darle una botella”, pero mi gesto la asustó, hasta llegó a pensar que se trataba de alguno de esos acosadores de la policía política que tanto la mortifican. La inquietud y el susto de mi colega me hicieron ver, una vez más, el desamparo en que nos encontramos quienes luchamos por la democracia en Cuba. ¿Ahora, y tras la muerte de Castro, cambiarán las cosas?