LAS TUNAS, Cuba.- Acabo de leer una noticia insólita publicada por CubaNet en la mañana de este domingo: “Díaz-Canel niega existencia de presos políticos en Cuba”, dice el titular. Lo sorprendente de la noticia está en que ha destapado un hecho nuevo, inesperado, gracioso si no fuera sencillamente trágico. Y ese hecho noticioso es que, a juzgar por los hechos y el derecho penal vigente en la isla, el señor Miguel Mario Díaz-Canel Bermúdez, presidente de Cuba elegido por el general Raúl Castro, padece de lapsus linguae.
El signo temprano de lapsus linguae se produjo en el Clayton Hotel de Dublín en octubre de 2019, al responder una pregunta de la ciudadana cubana Amarella Grimal, y acaba de repetirse el pasado 22 de noviembre en La Habana, cuando, en una conversación con integrantes de Pastores por la Paz, Díaz-Canel dijo que, en Cuba hay “personas que no están con la revolución” pero que “pueden manifestarse libremente”. Y respecto a los presos por el 11J afirmó: “Los que salieron el 11 de julio a tirar piedras, a actuar contra el pueblo, a saquear, en cualquier lugar del mundo estuvieran presos, pero no porque se oponen a la revolución, sino sencillamente porque cometieron delitos contra el patrimonio y el orden interior”.
Un psiquiatra forense, un psicólogo, un criminalista, o un interrogador de rateros, quizás pueda argumentar mejor que yo, que esas palabras dichas por Díaz-Canel revelan más un caso de lapsus linguae que un signo temprano de la enfermedad de Alzheimer. Pareciera como si Díaz-Canel tuviera fijación, psicológicamente hablando, con las “personas que no están con la revolución” y con que en Cuba, esas personas “pueden manifestarse libremente”.
Digo que Díaz-Canel parece tener fijación con las “personas que no están con la revolución” y con que esas personas “pueden manifestarse libremente”, porque esa idea que ahora machaconamente reitera, ya la expuso en el Clayton Hotel de Dublín en octubre de 2019, cuando dijo: “Nosotros por política ni por sentimientos excluimos a nadie, lo que pasa es que hay cubanos que se han excluido”, porque según el señor “presidente” en Cuba “todo el mundo no es revolucionario ni todo el mundo está con la revolución” pero… “a nadie se persigue por estar o no con la revolución”.
¿Qué dirá de esas palabras el adolescente Reniel Rodríguez González, expedientado y “atendido” ya por la policía política, sin “tirar piedras”, solo por manifestarse libremente el 15 de noviembre en la provincia de Matanzas? ¿Qué dirán los que están condenados o presos en prisión provisional acusados por el delito de sedición? ¿Qué pensarán, aunque llevados por sus temores no verbalicen sus ideas, los abogados contratados para defender acusados por el delito de sedición el 11J…?
Los presos por sedición son presos políticos y, si en su actuar no emplearon violencia y solo manifestaron su modo de pensar, son presos de conciencia. Y aun los que actuaron de forma violenta —porque ese no era el móvil ideológico— no “cometieron delitos contra el patrimonio y el orden interior”, como dijo Díaz-Canel a Pastores por la Paz, sino que según la propia ley cubana, cometieron un presunto delito “contra la seguridad interior del Estado”, y así están conceptuados en el Código Penal los delitos de “sedición”, o de “propaganda enemiga”, por los que no pocos opositores al régimen han sido acusados y condenados desde hace muchos años. Y no solo por el 11J. Y Díaz-Canel bien lo sabe. Luego, deliberadamente, miente. Ahí reside su lapsus linguae. En su subconsciente desmentido.
Un lapsus (resbalón) linguae (lengua) es un error, un tropiezo al hablar. En psicología, y particularmente en psicoanálisis y a partir de Sigmund Freud, el lapsus linguae es un acto fallido en el sentido que pone de manifiesto una expresión diferente a la intensión consciente del individuo, dándose por igual en la expresión oral como en los gestos, o lenguaje corporal.
Según Freud, el individuo que cae en lapsus linguae sufre un conflicto interno, manifestando de esta forma o lo que no está seguro que es o lo que no está convencido que es, de ahí que no dice lo que siente, sino lo que está interesado en decir. Y Díaz-Canel, que sabe muy bien que a las cárceles cubanas fueron desde 1959 y hasta el día de hoy, cientos, miles de mujeres y hombres acusados por delitos políticos a los que llamaron “contrarrevolucionarios”, está interesado en decir al mundo que en Cuba no hay presos políticos.
ARTÍCULO DE OPINIÓN
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