LA HABANA, Cuba. – ¿Qué cuentas sacó el señor Antonio Becali, presidente del Instituto Nacional de Deportes, Educación Física y Recreación (INDER) para pronosticar que Cuba obtendría el segundo lugar por países, solo superada por Estados Unidos, en los Juegos Panamericanos de Toronto? Al parecer, Becali necesita un curso intensivo de Matemática elemental para mejorar su pobre desempeño con los números.
Lo cierto es que Cuba acaba de registrar su más pálida actuación en estas lides en las últimas cuatro décadas. Las 36 medallas de oro ganadas en Toronto son inferiores a las alcanzadas en Ciudad México 1975, San Juan 1979, Caracas 1983, Indianápolis 1987, La Habana 1991, Mar del Plata 1995, Winnipeg 1999, Santo Domingo 2003, Río de Janeiro 2007 y Guadalajara 2011. La isla fue a Toronto por el segundo lugar en el medallero, y concluyó en el cuarto puesto, superada por Estados Unidos, Canadá y Brasil.
Con excepción de algunas individualidades en el atletismo, el remo, la lucha y el judo, el resto de la delegación cubana realizó, en general, una actuación por debajo de lo esperado por los jerarcas del INDER. Un capítulo aparte para lo sucedido en el boxeo y el béisbol. El deporte de los puños, al que califican aquí como “el buque insignia del deporte cubano”, no pudo cumplir con las expectativas, pues de un total de 10 finalistas, solo alcanzó seis títulos, por debajo de los ocho que había ganado en Guadalajara.
Por otra parte, la espectacular victoria del equipo cubano de béisbol en la discusión de la medalla de bronce contra Puerto Rico— Cuba perdía por un margen de tres carreras en el noveno inning— no puede hacernos olvidar que ese no es un escaño adecuado para una disciplina que hasta hace poco todos consideraban nuestro deporte nacional (Ahora va tomando fuerza el criterio de que el deporte nacional en Cuba es el ¡fútbol internacional!). Esa medalla de bronce repite la actuación de Guadalajara 2011, y en ambas ocasiones Cuba fue derrotada en semifinales por la novena de Estados Unidos.
Resulta significativa la evolución anímica del señor Becali durante la celebración de los Juegos. Al llegar a Toronto al frente de la delegación cubana, el presidente del INDER afirmó categóricamente que Cuba aspiraba al segundo lugar en el medallero. Una semana después, cuando Canadá y Brasil se despegaban de Cuba, Becali recurrió a las primeras justificaciones: que si Estados Unidos no había competido con sus principales figuras, y eso posibilitó que Canadá y Brasil obtuvieran títulos no previstos; que si Canadá presentó muchos atletas nacionalizados, provenientes de otro países; que si en los deportes de apreciación los jueces favorecen a los deportistas locales… Y ya al final de la competencia Becali anunció que se harían análisis para dilucidar el bajo rendimiento de los cubanos.
Claro, es probable que rueden por el piso las cabezas de no pocos directivos del deporte cubano, y no se descarta que entre ellas se halle la del propio Antonio Becali. Aunque, pensándolo bien, quizás le permitan cerrar el actual ciclo olímpico, y permanezca al frente de nuestro deporte hasta las olimpiadas de Río de Janeiro el próximo año. Entonces sería su “ahora o nunca”.
En honor a verdad, y al margen de las deficiencias de los funcionarios del INDER, el fracaso cubano en Toronto obedece a la crisis general que afronta el deporte cubano. Un contexto en el que abundan, entre otros males, las deserciones de atletas, las carencias materiales y financieras, y la corrupción a todos los niveles.