LA HABANA, Cuba.- Fidel Castro cumplió 90 años el 13 de agosto, celebrados con la presentación especial del grupo infantil “La Colmenita” y Omara Portuondo, y una evocación por el historiador Eusebio Leal, en el Teatro Karl Marx.
El anciano reapareció consumido, encorvado, sostenido por dos guardaespaldas cuidadosos de sus movimientos tambaleantes, que lo sentaron entre Raúl Castro y Nicolás Maduro, en su poltrona especial. El rostro denunciaba el esfuerzo de atención para captar las palabras y responder adecuadamente, como cualquier ser humano que llegaba a esa edad con sus capacidades disminuidas, más aun después de una prolongada gravedad y superar la muerte.
Pero Fidel Castro no es un ser común. El Comandante verde olivo invencible, único en ideas geniales impuestas a todos los cubanos, fue el bisabuelito débil homenajeado por los niños y el historiador que lo compararon con José Martí, el Apóstol cubano, el hombre de ideas incluyentes, muerto en combate a caballo, como muestra la escultura situada en el Parque Central de Nueva York, cuya réplica llegará como símbolo de la nueva época entre Estados Unidos y Cuba al Paseo del Malecón de La Habana, cercano a los monumentos ecuestres de Antonio Maceo y Máximo Gómez.
El ancianito, arropado con un saco blanco marca Puma, recibió el homenaje de los dirigentes históricos y sus relevos. Todas las proyecciones fílmicas destacaron su arrojo y solidaridad; ningunas reflejaron el desbarajuste delegado el 31 de julio de 2006 después de 46 años ejerciendo el poder absoluto, ni Cuba en crisis profunda al cabo de 57 años de la Revolución instaurada en el 1 de enero de 1959. Todo evocaba un pasado idílico y exitoso, descrito de forma enternecedora por niños actores, que quizás engatusaron a otros niños y extranjeros añorantes de utopías, pero no a los cubanos ejecutores crédulos o sin otras alternativas entonces, y sus descendientes que nunca conocieron la bonanza prometida y temen la nueva tempestad.
Indudablemente, la Cuba actual es resultado de la obra de Fidel Castro, porque las ideas eran solo suyas, ningún otro cubano tuvo alguna idea suficientemente buena para ser realizada, pues ninguno podía opinar, sino encomiar y ejecutar. Emitir opiniones diferentes era, y aún es, contrarrevolucionario. Los derechos conculcados y las cárceles repletas de reos comunes y prisioneros políticos y de conciencia los impuso Fidel Castro.
Cuba está destruida económica, política y socialmente. Un país acogedor de inmigrantes se convirtió en productor de emigrantes; próspero para los estándares de 1959, desciende sostenidamente bajo la consigna de alcanzar un socialismo próspero y sostenible. Las causas han sido los delirios de grandeza, el voluntarismo y el desprecio absoluto por los mecanismos y controles económicos con las expropiaciones desde grandes empresas, ingenios azucareros y haciendas cañeras hasta la chaveta del zapatero durante la Ofensiva Revolucionaria de 1968; el nombramiento de directivos incapaces pero políticamente fieles; la rígida planificación central siempre inoperante y desecha por las interferencias del Comandante con los megaproyectos fallidos, como la siembra de café en los alrededores de La Habana, la supuesta producción de diez millones de toneladas de azúcar y más leche que Suiza, miles de adolescentes convertidos en maestros emergentes, la Batalla de Ideas y la Revolución Energética; todo simultaneado con acciones en el extranjero de guerrillas, tropas regulares y colaboración civil gratuita.
El Comandante antecedió su presentación pública con el artículo “El Cumpleaños” ―el suyo, por supuesto―. Evocaciones a su niñez, rencorosas de cómo comenzó su vida, augurando “a lo mejor escribo, si tengo tiempo, sobre eso” y pidiendo excusas porque “no lo haya hecho hasta ahora”. Siguieron referencias incoherentes a los riesgos para la especie humana, la gratitud por las muestras de respeto, saludos y obsequios por su cumpleaños, las amenazas nucleares contra China y Rusia, y la crítica al presidente Obama por no excusarse durante la visita a Japón. Finalizó con la necesidad de preservar la paz y que ninguna potencia se tome el derecho de matar a millones de seres humanos, como si él no hubiera puesto a la humanidad al borde de la guerra nuclear durante la Crisis de Octubre de 1962, y que nunca perdonó a Nikita Kruschov por su acuerdo con John F. Kennedy para la retirada de las cabezas nucleares de Cuba.
Cuba afronta un 2016 nuevamente con mayor restricción a la precaria calidad de vida, sin dinero para el sostenimiento y el desarrollo económico, y previsiones de recesión en 2017. Probablemente el Período Especial eterno no retorne a los niveles descendidos después de 1991, cuando el PIB cayó un 35%, pero no se puede culpar a Venezuela ni al embargo, sino a todos los errores, fracasos y desastres de Fidel Castro prolongado en este presente inmovilista, timorato, lento y caótico, cuando más cambios, participación ciudadana y celeridad se requiere.
Las actividades por el 90 cumpleaños de Fidel Castro no tuvieron fervor espontáneo por el gran líder. La mayoría de los cubanos continuó su lucha diaria para sobrevivir y algunos fueron a divertirse en las actividades culturales y bailables sin la motivación de que eran organizadas en honor del Comandante ausente. La población aspira a que continúe en su retiro sin inmiscuirse en la búsqueda de soluciones a la eterna crisis en que sumió a Cuba.