MIAMI, Estados Unidos.- Con 11 nuevas instalaciones, este año la cadena española Meliá Hotels International llegará a tener 40 hoteles en Cuba, incluido el hotel más grande de la empresa con 1176 habitaciones. Meliá explota a varios miles de trabajadores cubanos en forma semiesclava, en combinación con el Estado castrista que se apropia de sus salarios y les paga unos pocos pesitos cubanos devaluados. Cuando cumplen el plan de ventas, estimulan a sus esclavos con unos 10 dólares más.
Esta información llegó en el mes de enero, y hace unos días supimos que el embajador español en La Habana fue a rendir homenaje a la tumba del finado dictador. Ahora se filtra un documento que anuncia nuevas medidas para tratar de amarrar aún más el trabajo privado, particularmente de los hosteleros cubanos, limitando las licencias a servicios en una misma instalación y otras como las cantidades de sillas de los restaurantes popularmente conocidos como paladares.
No es casualidad que estas noticias vengan juntas. No es difícil encontrar la relación.
Se hace fácil discernir que detrás de las nuevas medidas contra los privados cubanos está la intención de facilitar la competencia de la hotelera Meliá, pues los hosteleros privados cubanos han demostrado ser capaces de competir y ganar en el terreno de la atención al turismo extranjero. Brindan un servicio más personalizado, de mayor calidad y confort, pero sobre todo permiten un verdadero acercamiento del turista al pueblo y a su realidad, ventaja natural de los pequeños hostales sobre los hoteles.
El castrismo evidencia así, una vez más, su carácter antinacional y entreguista a los capitales extranjeros, especialmente españoles, que han sido un soporte principal de la dictadura desde la caída de la URSS y el llamado “campo socialista”.
Hace más de una década se advertía que la indisposición del gobierno a buscar la solución a los problemas de la producción en cooperación con los trabajadores, a poner a funcionar las empresas estatales en forma de autogestión de sus trabajadores o de cogestión entre el Estado y los mismos, derivaría inevitablemente a su explotación conjunta entre el Estado y la inversión foránea, según la lógica del estatalismo asalariado negado a transformar la propiedad estatal en cooperativa, colectiva o nacional-privada.
Por el camino “se inventaron” las llamadas cooperativas no-agropecuarias (CNA) bajo control del Estado que han incluido algunos restaurantes y cafeterías, pero que de cooperativa solo tienen el nombre, pues están subordinadas a los designios estatales hasta en los precios y reciben suministros únicamente del Estado, sin independencia para comprar y determinar precios de ventas.
El verdadero objetivo de las CNA era brindar una imagen internacional de apertura al cooperativismo, que nadie “se traga” ya después de la interrupción del “experimento”.
Hoy con el desarrollo de la inversión extranjera en el turismo, vemos nítidamente cómo el modelo castrista de propiedad estatal hace gala de su desprecio por los trabajadores y el capital privado cubano, con una política económica antinacional, encaminada a llenar los bolsillos de la alta burocracia dueña del país, prefiriendo la inversión extranjera a la nacional en condiciones de superexplotación de los trabajadores cubanos, con bajos salarios y sin defensa sindical independiente.
La cadena Meliá Hotels International, una de las 17 más grandes del mundo con casi 400 hoteles en 40 países, en 4 continentes, contará ahora con cuarenta de esas instalaciones, el 10 %, en Cuba, incluido el más grande de toda su cadena mundial, brindando todos los tipos de servicios que normalmente oferta este tipo de negocio. Pero también, a partir de ahora, con el proyecto de decreto dado a la publicidad, los pequeños hostales cubanos de unas pocas habitaciones podrán dar servicio de habitación, pero no podrían vender alimentos o productos del bar a sus clientes. ¿Qué más decir?
Así va la discriminación contra los cubanos en su propia tierra por el gobierno que se hace llamar revolucionario y socialista. Es el colmo de lo antinacional: afectar al pequeño capital nacional para favorecer al extranjero.