LA HABANA, Cuba.- Mi objetivo no es analizar las condiciones impuestas a nuestra isla con la firma del Tratado de París el 10 de diciembre de 1898. No obstante, no puedo dejar de mencionar que el 1º de enero de 1899 comenzó la dura empresa de recuperar un país devastado, con una infraestructura y una economía destruidas por treinta años de guerra. Hoy se critica la “ocupación norteamericana” sin aclarar que se trataba de una administración militar provisional hasta tanto tuviéramos un gobierno propio, o que los interventores gobernaron con asesores cubanos deseosos de sacar el país adelante.
Tampoco pretendo dar una disertación del pasado, pero sí recordar algunos hechos que durante décadas aprendimos en las clases de Historia y que hoy los comunistas no mencionan. Nos enseñaron que a los pocos meses de haber iniciado la reconstrucción ya se habían ejecutado importantes obras de saneamiento público con recursos del país.
Así, se pudo erradicar la fiebre amarilla, cuyo agente transmisor, el mosquito Aedes Aegypti, fue descubierto por el científico cubano Carlos Juan Finlay. Los campesinos reconcentrados volvieron al campo a trabajar y los miembros del Ejército Libertador se licenciaron para incorporarse a la vida civil y al trabajo. Se creó el Tribunal Supremo de Cuba, integrado totalmente por abogados cubanos bajo la presidencia del doctor Antonio González de Mendoza. Igualmente aprendimos que en esa época se hizo el censo que aportó el dato de más de 200 000 cubanos muertos en la guerra.
Durante los años de ocupación se le dio un gran impulso a la creación de la escuela pública cubana por el pedagogo y superintendente cubano profesor Alexis Frye (de quien ya no se habla) y con profesores cubanos como el doctor Enrique José Varona. Asimismo, se organizó la enseñanza secundaria, la Universidad, el Archivo y la Biblioteca Nacional.
De los objetivos de la administración militar norteamericana nada bueno se habla hoy, pues en las escuelas no conviene destacar que el “imperialismo”, nuestro enemigo, nos ayudó a abonar el camino para la creación de la República. Sólo interesa estigmatizar la Enmienda Platt impuesta en la primera Constitución cubana. Por cierto, que también de los términos de aquella imposición hablaban nuestros maestros de entonces.
Para el 20 de Mayo de 1902 se constituyó nuestra República y tomó posesión del cargo el primer presidente electo por el pueblo, don Tomás Estrada Palma. Al mediodía, luego de ser arriada la bandera de EE.UU. en el Palacio de Gobierno, fue izada la bandera cubana por el General en Jefe del Ejército Libertador, Máximo Gómez, quien exclamó emocionado: “¡Ahora sí creo que hemos llegado!”.
Sabias palabras las de nuestro Generalísimo: ya los cubanos teníamos República, si bien muy destruida y empobrecida por la guerra. Y aunque no teníamos ninguna experiencia económica como pueblo, logramos salir adelante porque gozábamos de la libertad que dimana de la democracia.
No pretendo hacer creer que vivíamos en el paraíso, pues existían dificultades por resolver. Aún éramos una república joven, pero es innegable que logramos alcanzar en menos de medio siglo un desarrollo notorio. Sin embargo, este fue truncado bruscamente a partir del 1º de enero de 1959, cuando la dictadura comunista propagó el terror apresando y fusilando a todo el que se le opusiera y consolidando y fortaleciendo los órganos represivos.
El gobierno comunista, en el poder por más de 60 años, mutiló nuestra economía al confiscar todo tipo de empresa privada para instaurar la empresa socialista que ha demostrado ser un fracaso y que ha llevado al país a la ruina y a su población a la hambruna. Durante todos estos años el castrismo ha aplicado métodos fascistas para aplastar cualquier intento de cambio en el país, como quedó evidenciado el 11 de julio de 2021 cuando los cubanos salieron a las calles a pedir medicinas, comida, democracia: sus reclamos pacíficos fueron salvajemente reprimidos y cientos de manifestantes fueron sentenciados a largas condenas.
Esos métodos represivos han sido aplicados con total impunidad en ocasiones anteriores, como cuando los rebeldes se alzaron en el Escambray y como represalia cientos de familias campesinas de la zona fueron arrancadas violentamente de sus hogares, despojadas de sus pertenencias y reubicadas a la fuerza en los pueblos cautivos de Pinar del Río y Camagüey.
Hoy, los cubanos, decepcionados y hartos de fingir adhesión, acuden a cualquier método a su alcance para abandonar el país, mientras los comunistas se aferran al poder y los medios oficiales divulgan una visión ilusoria de nuestra realidad.
ARTÍCULO DE OPINIÓN
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