LA HABANA, Cuba.- El discurso del castrismo en las últimas semanas se caracteriza por un llamado a la cordialidad entre todos los cubanos con vistas a afrontar el presente de la isla. La maquinaria propagandística del gobierno no admite actos violentos como el ataque a la embajada cubana en París, pero tampoco acepta las manifestaciones pacíficas de los agobiados ciudadanos de a pie.
En ese sentido se inscribe un artículo aparecido en el periódico Granma (“Un trumpista llamado Joe Biden y la batalla de Cuba”, edición del 31 de julio) de ese castrista incondicional que responde al nombre de Iroel Sánchez. El articulista, al reseñar la unidad por la que aboga el castrismo en torno a su poder, apunta que “En nombre de esa unidad, el Primer Secretario de nuestro Partido ha llamado a defender la paz para todos y todas”.
Para cualquiera que esté mínimamente enterado de la historia reciente de Cuba, ese llamado del mandatario Díaz-Canel es un acto de pura desfachatez. Porque, ¿acaso las huestes de Fidel Castro, de las que el Primer Secretario es un legítimo heredero, llegaron al poder por vías pacíficas? Todo lo contrario, pues violentaron la vida nacional en los años cincuenta con actos terroristas en las ciudades (colocando bombas en lugares públicos, destruyeron postes del tendido eléctrico) y fomentaron la lucha armada en las montañas con el objetivo de derrocar al gobierno.
Es verdad que Fulgencio Batista había dañado el tejido institucional de la República con su golpe de Estado del 10 de marzo de 1952, pero Castro desdeñó las vías pacíficas para enmendar la situación política del país, y optó por la peor de las variantes con aquel asalto al cuartel Moncada que costó muchísimas vidas, tanto entre sus compañeros como de los soldados que custodiaban esa fortaleza militar.
Después, los años 1954 y 1955 fueron testigos de algunas acciones de Batista en aras de ir normalizando la situación del país. Fue restablecida la Constitución de 1940, y en el primero de esos años se celebraron elecciones presidenciales que le posibilitaron al mandatario permanecer cuatro años en el poder. Por otra parte, el sano ambiente político que ya respiraba la República propició una amnistía que benefició a numerosos presos, entre ellos los propios asaltantes al cuartel Moncada.
Eran tiempos en los que la economía de la isla también indicaba, en general, un satisfactorio estado de cosas. Las zafras azucareras de 1955 y 1956 fueron cortas pero muy eficientes. En algo más de dos meses de molienda se alcanzaron casi cinco millones de toneladas de azúcar. Mientras tanto, el país alcanzaba superávits en su balanza comercial al lograr exportar más que lo que importaba, algo que jamás ha logrado el castrismo en su largo dominio sobre Cuba.
El momento parecía propicio para participar de una manera pacífica en la vida política del país. Pero las ambiciones personales de Castro lo llevaron nuevamente a la violencia con tal de alcanzar sus propósitos. Fue así que se internó en las montañas de la Sierra Maestra y desencadenó una contienda armada que ensangrentó al país.
Y después de su llegada al poder en enero de 1959 la violencia del castrismo desbordaría las fronteras de la isla y se extendería por muchísimas naciones de nuestro continente. En Venezuela, Colombia, República Dominicana, Bolivia, Guatemala, El Salvador, Nicaragua, Uruguay, Argentina y Perú, de una u otra manera, se pusieron de manifiesto los afanes del castrismo por exportar violentamente su revolución.
Con semejante expediente, señor Díaz-Canel, no es honesto pedirle al pueblo de Cuba que se acoja a la paz que sugieren sus opresores.
Recibe la información de CubaNet en tu celular a través de WhatsApp. Envíanos un mensaje con la palabra “CUBA” al teléfono +1 (786) 316-2072, también puedes suscribirte a nuestro boletín electrónico dando click aquí.