LA HABANA, Cuba.- Las Cumbres de las Américas surgieron en 1994 bajo el patrocinio del entonces presidente de Estados Unidos William (Bill) Clinton. En un momento en que los valores de la democracia liberal se expandían casi sin contratiempos en nuestro continente, estas citas se pensaron como un espacio para reafirmar esos valores. Por tal motivo, fue lógico que el castrismo y sus gobernantes, alejados por completo de las prácticas democráticas, fueran excluidos de estas Cumbres.
Sin embargo, a partir de 1998, con la llegada de Hugo Chávez a la presidencia de Venezuela, una izquierda radical, en el fondo contraria a los preceptos de la democracia liberal, se iría expandiendo por varias naciones de América. Gobiernos como los de Evo Morales en Bolivia y Rafael Correa en Ecuador, aun manteniendo algunas instituciones democráticas, eran portadores de un discurso que coqueteaba con el totalitarismo.
Esas fuerzas emergentes presionaron gradualmente para que los gobernantes castristas fueran invitados a las Cumbres de las Américas, lo que al final lograron en la VII edición, que tuvo lugar en Panamá en el año 2015. Allí se pudo reafirmar la incompatibilidad de la dictadura cubana con un espacio donde debía primar un espíritu de libertad y tolerancia.
El castrismo incluyó en su delegación a supuestos miembros de la sociedad civil cubana que en realidad eran apéndices del gobernante Partido Comunista de Cuba. Se trataba de una tropa de choque que se dedicó a agredir y desprestigiar a todos aquellos que clamaban por la auténtica democracia. La actual jefa del Partido Comunista en la provincia de Matanzas, Susely Morfa González, formó parte de esa tropa enviada por el castrismo.
No debemos olvidar que 10 años antes, en la Cumbre de las Américas de Mar del Plata, en el 2005, esa izquierda cavernícola encabezada entonces por el presidente de Venezuela, Hugo Chávez —con la complicidad del mandatario argentino Néstor Kirchner—, frustró la aprobación de la Alianza de Libre Comercio para las Américas (ALCA). Un libre comercio que, no obstante, se abriría paso posteriormente. No ya como parte de un acuerdo global, sino por medio de tratados bilaterales que muchos países de la región latinoamericana firmarían con Estados Unidos y la Unión Europea.
El accionar de esa izquierda radical posibilitó que la Cuba castrista fuera nuevamente invitada a la VIII Cumbre de las Américas en 2018, que ese año se celebró en Lima, Perú. En esa ocasión, nuevamente, la delegación cubana dio muestras de no estar a la altura de un cónclave signado por un comportamiento civilizado. Allí en Lima, entre otros actos insolentes, los representantes de la isla abandonaron el salón de reuniones al hacer uso de la palabra el señor Luis Almagro, secretario general de la Organización de Estados Americanos (OEA).
Ahora, cuando se realizan los preparativos para la IX Cumbre de las Américas, señalada para el próximo mes de junio en la ciudad de Los Ángeles, las autoridades castristas montan un show —con su canciller Bruno Rodríguez Parrilla como protagonista—, en su preferido papel de víctimas del “imperialismo yanqui”, para denunciar que el gobierno de Estados Unidos pretende excluir a Cuba de esa cita.
Con independencia de que al final el castrismo participe o no en esta Cumbre, los amantes de la democracia en este continente no verían con agrado que los máximos enemigos de la auténtica democracia en América asistan a esa ciudad del Pacífico estadounidense. Una exclusión que también podría ser extensiva a la Venezuela de Nicolás Maduro y la Nicaragua de Daniel Ortega, bastiones hoy de regímenes autoritarios que aspiran a perpetuarse en el poder.
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