LA HABANA, Cuba.- Es indudable que los gobernantes cubanos se sienten preocupados por la actitud contestataria de buena parte de nuestra juventud. Hay que tener presente que han sido jóvenes, en lo fundamental, los protagonistas de las protestas que han estremecido el sector artístico en el país.
Por otra parte, entre aquellos jóvenes que no manifiestan públicamente su oposición al régimen se abre paso un sentimiento de rechazo a integrar o participar activamente en las organizaciones sociales creadas por el aparato gubernamental. Eso sucede con los Comités de Defensa de la Revolución (CDR) y la Federación de Mujeres Cubanas (FMC). Tampoco son muchos los jóvenes que desean ingresar en las filas de la Unión de Jóvenes Comunistas (UJC), y menos los que acceden a nutrir las filas del Partido Comunista.
En una de las sesiones del recién finalizado VIII Congreso del Partido, la dirigente partidista en la provincia de La Habana, y ex primera secretaria del Comité Nacional de la UJC, Yuniasky Crespo Baquero, hizo sonar la alarma cuando dio a conocer que “solo un 7% de los militantes del Partido en la capital son menores de 35 años” (“Analizar entre todos, y desde la raíz, la labor ideológica del Partido”, periódico Granma, edición del 17 de abril). Pero no solo eso, sino que también se atrevió a decir que “había que lograr que todos los jóvenes con condiciones, y mayores de 21 años, aspiren a ser militantes del Partido”.
Entonces, y a tono con lo expuesto por la señora Crespo Baquero, la Comisión que trató en el referido VIII Congreso el trabajo político e ideológico de la organización hizo énfasis en la labor a desarrollar con los jóvenes, en especial a la atención de sus aspiraciones en el orden colectivo, personal y profesional, así como a acometer acciones dirigidas a disminuir la emigración de las jóvenes generaciones.
Mas ahí no quedó todo. Pues el señor Rogelio Polanco, electo en ese cónclave como miembro del Secretariado del Partido, y jefe de su Departamento Ideológico, lanzó la propuesta de que todos los estudiantes que aspiraran a ingresar en el curso diurno de las universidades (hembras y varones) deberían pasar un año en las fuerzas armadas antes de acceder a la educación superior. Una práctica que ya es realidad para los estudiantes del Instituto Superior de Relaciones Internacionales (ISRI), es decir, los futuros diplomáticos del castrismo. Evidentemente, otra maniobra para comprometer aún más a los jóvenes con el aparato de poder.
Las primeras reacciones a esa propuesta, al menos en un ámbito estrecho formado por amigos y familiares, ha sido de rechazo. Muchas de las muchachas con las que hemos contactado, que cursan actualmente la enseñanza preuniversitaria, manifiestan su inconformidad con la propuesta, e incluso están decididas a renunciar a la universidad si las obligan a prestar servicio en las fuerzas armadas.
En otro orden de cosas, apenas se habían apagado los ecos del Congreso del Partido, y ya la oficialista Federación Estudiantil Universitaria (FEU) realizaba el ejercicio movilizativo Bastión 2021, esta vez desde las plataformas digitales, cuyo eslogan fundamental era respaldar las decisiones emanadas del citado cónclave partidista. Y, claro, no es difícil imaginar que los mandamases de la FEU estén prestos a apoyar en cualquier momento la propuesta del doctrinario Polanco.
Sin embargo, no les va a resultar fácil a las autoridades la tarea de atraer a la juventud al bando del castrismo. Es que, más allá del discurso retórico, solo pueden ofrecerle colas, desabastecimientos y carencia de libertades.
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