LA HABANA, Cuba. — Si algo no pudo la dictadura del proletariado fue aplastar la iniciativa privada de los cubanos. Nunca ha podido. Cíclicamente les da un respiro y se nota de inmediato la prosperidad y el reverdecer del consumo y la producción. Pero poco después se dictan leyes y medidas para asfixiarla a través de los impuestos, la incautación de bienes, maquinarias o el arresto y condena a largos años de prisión a los emprendedores.
Ahí están de testigos en el tiempo las campañas policiales “Pitirre en el alambre”, “los Bandidos de Río Frío” y otras tantas.
El régimen, de acuerdo a sus conveniencias, a veces afloja la mano con la iniciativa privada. En ese sentido, no está alejado el desarrollo de las pequeñas y medianas empresas de los vaivenes políticos y las relaciones internacionales.
La última apertura estuvo vinculada al restablecimiento de las relaciones con Estados Unidos y trajo riqueza personal y familiar a través del turismo y los servicios. No obstante, fue cortada de un tajo cuando la ortodoxia comunista entendió temerosa que perderían el poder, o “güiro, calabaza y miel”, como diría el difunto filósofo callejero Chencho Amargura.
Ahora, en medio de la profunda crisis económica y migratoria, comenzada con “la coyuntura”, continuada con el “ordenamiento”, y catalizada por el 11J, el régimen se lanzó en el año 2021 a mostrar ciertos signos de apertura económica que velozmente fueron atajados con un grupo de improperios lingüísticos y prácticos que frenan el desarrollo de las micro, pequeñas y medianas empresas (mipymes).
El eufemístico “encadenamiento productivo de las diversas fuerzas productivas” solo queda para la verborrea de los funcionarios comunistas. La realidad demuestra otra cosa: el diseño está encorsetado en un modelo que pretende controlar a la empresa estatal socialista, las mipymes, las cooperativas y el trabajo por cuenta propia. De tal manera, la base de la prosperidad se ve frenada por la burocracia con la cadena de pagos e impagos, la baja productividad y el desvío de recursos asignados por el Estado.
Al cierre del 2022, la poderosa burocracia castrista bloqueó la creación de mipymes de amplio espectro en las actividades de su objeto social y cuestionó para ello el modelo de negocio de los inversionistas. También eliminó los beneficios fiscales tanto a las mipymes de nueva creación y a las resultantes de la reconversión de trabajadores independientes.
Se suma a lo anterior que los gobernadores provinciales regularon los índices de utilidad, lo que frena la innovación, la eficiencia y promueve la corrupción, pues lleva directamente a la adulteración de cifras y al pago de coimas a los funcionarios.
Un caso concreto de esta pelea contra los empresarios es el de Reinaldo González, un joven contratista de construcción. Le adeudan, desde septiembre de 2022, varios cientos de miles de pesos por la estatal Empresa de Comercio y Gastronomía Municipal de Centro Habana. Su trabajo es la reparación de bodegas y carnicerías del municipio, una acción constructiva promovida por el gobierno provincial. El empresario, ante esta situación, no puede pagar a sus trabajadores salarios, seguridad social ni invertir en perfeccionamiento y crecimiento empresarial, como lo tenía previsto.
Hacerle la guerra a los emprendedores no es algo nuevo. Data de cuando Fidel Castro, en su discurso del 13 de marzo de 1968, que inició la llamada Ofensiva Revolucionaria, advirtió: “No hicimos una Revolución para llenar de timbiriches el país. Esos parásitos que nos inundan no volverán”.
Pero la vida le pasó la cuenta a Fidel Castro. Como dijo Chencho Amargura: “Nunca escupas para arriba, pues te puede caer en un ojo”.
La pelea cubana contra las mipymes está en pleno desarrollo. Los daños colaterales se ven en la mesa, el vestuario y en los servicios.
ARTÍCULO DE OPINIÓN
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