LA HABANA, Cuba. — Quiso el destino que, en días consecutivos del presente mes de mayo, los cubanos conmemoremos dos sucesos de nuestra historia, ambos relevantes, pero de signos diametralmente opuestos: El 19, la caída en 1895, en su único combate, del más grande de nuestros compatriotas, José Martí (al cual la propaganda castrista, para evitar comparaciones en las que su adorado “Comandante en Jefe” salga mal parado, prefiere llamar “el más universal”). Y el 20, la instauración de la República de Cuba, en 1902, como Estado independiente internacionalmente reconocido.
Esta última data era la más importante del calendario patrio; y en tan gran medida, que el nombre de ese día se convirtió, por antonomasia, en sinónimo de suceso sonado de gran impacto: “¡Aquello fue un 20 de mayo!”, se decía. Esto —claro— hasta que “llegó el Comandante y mandó a parar”. A partir de 1959, al reconocimiento de la independencia cubana lo convirtieron en suceso menor, y se establecieron como fiestas nacionales la de la trepa al poder (Primero de Enero) y la de la matanza fratricida del 26 de Julio.
He tenido que rememorar las efemérides consecutivas de mayo porque, hace apenas unas horas, la primera de ambas ha servido de marco a un nuevo acto de represión dirigido contra quien es —a no dudarlo— el más destacado líder opositor que ahora mismo se enfrenta en las calles al régimen castrista: el denodado santaclareño licenciado Guillermo Fariñas Hernández, o simplemente “Coco” para sus coterráneos y amigos.
Pero conviene que, antes de adentrarme en este suceso recién acontecido, yo aluda a otro que le sirvió como una especie de prólogo. Me refiero a la detención y el interrogatorio a los que fue sometido el sociólogo y político villaclareño hace poco más de una semana —el pasado día 10, para ser preciso—, a raíz de llegar a La Habana tras varias semanas de viaje por Europa y Estados Unidos.
En aquella fecha, al salir del Aeropuerto José Martí, Fariñas fue conducido hasta una “casa operativa” del llamado “Departamento 21” (de “Enfrentamiento a la Actividad Subversiva Enemiga”) ubicada en el Reparto Siboney. Allí fue “atendido” por un coronel que dijo nombrarse “Arturo” y afirmó ser el Ayudante Ejecutivo del Jefe de Contrainteligencia del MININT (Ministerio del Interior). Según le explicaron al “Coco”, él se libró de ser interrogado por este último represor debido a estar en curso la investigación por la explosión del Hotel “Saratoga”.
Dijeron al opositor santaclareño que, en su viaje, habían ocurrido sucesos “inaceptables” para el gobierno de La Habana. El primero de ellos fue el desafío planteado por él (y también por Berta Soler, indiscutible lideresa de las dignas Damas de Blanco) en el sentido de renunciar al Premio Sájarov si la Unión Europea (UE) no se posicionaba con claridad frente al régimen castrista. Según sus interrogadores, esto había dado lugar a “un pronunciamiento muy agresivo hacia la Revolución Cubana” de Joseph Borrell, encargado de las Relaciones Exteriores de la UE.
En segundo lugar, le recriminaron haber manipulado al senador cubanoamericano “Bob” Menéndez para que este utilizase su conocido ascendiente sobre el presidente Biden con vistas a garantizar la no invitación de Cuba, Venezuela y Nicaragua a la Cumbre de las Américas, prevista para ser celebrada próximamente en la ciudad estadounidense de Los Ángeles.
Como último “pecado”, le atribuyeron a Fariñas haber logrado el apoyo de distintas generaciones de exiliados anticastristas. Lo anterior incluía a un grupo de prósperos empresarios cubanoamericanos de entre 40 y 50 años, antes no interesados en la política de la Isla, pero a los cuales “El Coco” convenció de apoyar la lucha anticastrista dentro de Cuba. A esto se sumaba el hecho de haber dejado a todos los mencionados trabajando de manera organizada en diversas zonas del planeta.
Como “castigo” por todo lo anterior —le dijeron— el régimen había decidido adoptar diversas medidas. La primera y más importante de ellas sería la de no permitirle salir del municipio de Santa Clara. Esta nueva arbitrariedad —según le expresaron— sería extensiva tanto a hipotéticos nuevos viajes al extranjero como a visitas a otras zonas de la República, incluyendo “la capital de todos los cubanos”.
Creo que esa entrevista merece un comentario: Aunque “Arturo” no utilizó tan pocas palabras como este periodista, resulta indudable que lo dicho por él constituye un reconocimiento —no importa cuán vergonzante— de la eficacia de la labor a menudo callada, pero casi siempre amplia y efectiva, que llevan a cabo los opositores anticastristas (en este caso, el licenciado Fariñas Hernández).
A ese acto represivo de hace diez días se suma la detención adicional que Fariñas acaba de sufrir el jueves. ¿Su “crimen”? Ir a llevar una ofrenda floral al Apóstol en el aniversario de su heroica inmolación. Creo que basta el mero enunciado de esta bochornosa realidad para que cualquier observador imparcial comprenda qué extremos alcanza la esencia anticubana del régimen castrista, que pretende negar a quienes se le enfrentan hasta el derecho de homenajear al mártir de Dos Ríos.
Así marchan las cosas en esta islita que otrora fuera “la Perla de las Antillas”. El régimen dictatorial, aterrorizado por el descontento ciudadano que cada día se hace más profundo, generalizado y evidente, hunde cada vez más a nuestra Patria en el actual desastre, al tiempo que insiste en lo único que sabe hacer con cierta eficacia: reprimir.
ARTÍCULO DE OPINIÓN
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