HARRISONBURG, Estados Unidos. — Los cubanos no solo somos los únicos latinoamericanos en padecer la más longeva dictadura del mundo occidental, sino que también nos caracterizamos por cierta proclividad a la exaltación y otras tendencias.
Esas tendencias conforman un amplio muestrario que va desde creernos que lo sabemos todo hasta que somos los mejores en todo. También la de criticar a alguien o algo sin disponer de todos los elementos para hacerlo justamente.
Hace unos días constaté cuan arraigada entre nosotros esa estéril manía de opinar sobre otro para tratar de imponer una opinión o desprestigiarlo, porque fui objeto de uno de esos ataques.
El pasado 8 de marzo, en ocasión de celebrarse el Día Internacional de la Mujer, CubaNet publicó un artículo de mi autoría titulado Ellas no serán mencionadas en el noticiero, en el que se aprecia nítidamente que mi intención fue encomiar el valor que varias cubanas han mostrado —y muestran— en la ya larga lucha contra la dictadura.
Ni corto ni perezoso arremetió contra mí un lector identificado como “Cubano en la Patagonia”, quien hizo este comentario, que transcribo textualmente:
“Quiero ser respetuoso con el escritor de este artículo. Pero la temática del mismo me demuestra que la dictadura comunista de Cuba ha logrado colonizar la inteligencia de la mayoría de los cubanos y es así, aun cuando se encuentren en Harrisburg (sic). El 8 de Marzo es una fecha de profunda raíz comunista. Y el echo (sic) de que la ONU promueva la celebración oficial en todos los países miembros, sólo demuestra que la ONU, tan progre con su agenda 2030, está también en manos de los que aspiran a liderar una dictadura mundial filo comunista y genocida”.
Cumpliendo orientaciones de la dirección del periódico me abstengo de participar en los debates. Añado que no me gusta intercambiar con quien no revela su identidad, pero, en este caso, atendiendo a la palpable injusticia del comentario, le respondí, aunque parece que no lo hice correctamente, pues mi respuesta no fue registrada.
Reitero que si he tomado como referencia este suceso es sólo para señalar cuán acendrada está entre nosotros esta manera de vituperar gratuitamente de otra persona sin conocerla.
Desde el inicio del comentario del lector se aprecia un innegable tufillo de arrogancia cuando afirma: “Quiero ser respetuoso con el escritor de este artículo”, es decir, el opinante convierte en un “querer” lo que es un “deber”. Más evidente aún es que cree tener el derecho de ofenderme y si no lo hace es por condescendencia. Se coloca en una situación desde la cual se abroga el supuesto derecho de repartir vituperios.
A continuación, el cubano patagónico afirmó que mi inteligencia también ha sido colonizada por la dictadura comunista, porque supone que desconozco los orígenes de la celebración de la fecha.
Este hecho aparentemente trivial demuestra cuánto nos falta por aprender en cuanto a cultura del intercambio y tolerancia hacia el otro y cuán difícil va a resultar lograrlo cuando desaparezca la dictadura, un momento donde la patria va a necesitar de muchísimos cubanos con una cultura y una actitud cívica muy sólidas.
Me refiero a esa aprehensión que se logra con lecturas, experiencia de vida, decencia y patriotismo, ganancias que nos permiten actuar correctamente y hacer los deslindes necesarios para no dejarnos engatusar por las opiniones de presuntos sabihondos.
Hay que lograr la madurez necesaria para no dejarnos obnubilar por la ideología, aunque resulte muy difícil hallar el justo medio. Muchas veces, aun sabiendo donde está, nos corremos hacia la parte que nos interesa para evitar que nos cuestionen.
No leer el extraordinario alegato que es Reportaje al pie de la horca, escrito por Julius Fucik, o al excelente escritor que fue Alejo Carpentier por el mero hecho de que fueron comunistas convencidos sí es una muestra de colonialismo intelectual procedente de esa derecha que todo lo cuestiona. Atacar o defender todo lo que proceda de la izquierda y defender todo lo que haga la derecha “para ser políticamente correcto” —cuando se está en contra de la dictadura, obviamente—, también lo es.
La patria que deseamos debemos empezar a construirla ya desde nuestro imaginario, pero también con acciones concretas, sobre todo con aquellas que tienden a mejorarnos a nosotros mismos.
Porque una vez realizada la justicia tan necesaria y anhelada, nada haremos bien si en esa nueva república imponemos los mismos códigos discriminatorios que han usado los comunistas; nada haremos bien sin un análisis profundo y desprejuiciado de nuestros errores para no repetirlos y no volver a fertilizar las causas que provocaron un 10 de marzo de 1952 y un 1 de enero de 1959. Nada haremos bien si continuamos contemporizando con la vulgaridad y la indecencia.
Esa patria “Con todos y para el bien de todos” que soñó Martí, pasa por el ineludible acto de saber respetar al otro.
No, “Cubano en la Patagonia”, no soy un colonizado intelectual de la dictadura y estoy convencido de que en CubaNet no existe ningún colaborador al que se le pueda aplicar esa etiqueta.
Y también le digo que si la Seguridad del Estado no pudo callarme cuando estaba en Cuba, sujeto a represión, amenazado y limitado en mi circulación dentro de Guantánamo, mucho menos voy a callar mi opinión ahora, cuando vivo en libertad. Nadie, por muy poderoso o pedante que sea, va a hacerme claudicar en mi derecho a expresar mis convicciones, sea en CubaNet o en la Cochinchina. No hay que ser “de la gran escena” para expresar nuestras opiniones, siempre y cuando lo hagamos con respeto al otro, mucho más si es cubano y está de nuestro lado.
Usted me leyó, y aunque no lo hizo bien, se lo agradezco. Luego me ofendió gratuitamente y ya paso la página.
Que Dios lo bendiga y ayude a crecer como persona. Es lo mismo que todos los días pido para mí, para las personas que quiero y también, ¿por qué no?, para quienes tanto daño me hicieron en Cuba.
ARTÍCULO DE OPINIÓN
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