LA HABANA, Cuba.- Acabo de regresar de mi primer viaje al extranjero, a Argentina, invitado por el Centro para la Apertura y el Desarrollo de América Latina (CADAL), y quisiera compartir mis experiencias al conocer por primera vez la vida en democracia.
Me acompañaron Veizant Boloy, abogado de Cubalex, y Kirenia Núñez, de la Comisión Cubana de Derechos Humanos y Reconciliación Nacional, durante siete días y con una apretada agenda. Allí conocimos personajes del mundo intelectual, académico, periodístico y literario.
Lo más asombroso fue la ciudad, inmensa, infinita, bullendo sin cesar, que gozaba de una democracia de treinta años, parecida en algunos sitios a nuestra Habana, pero más cuidada y laboriosa, con la pasión del fútbol arraigada en sus calles, como una fiesta nacional.
Conocí a Daniel Muchnik, ex editor del diario La Opinión, toda una autoridad en los medios informativos argentinos. Me invitó a su programa televisivo en Infobae, de una hora de duración, donde pude responder sus preguntas en relación con la situación de los Derechos Humanos en Cuba y explicar cómo viven los actores de la sociedad civil.
Al segundo día tuve una experiencia inolvidable, cuando Gabriel Salvia, director de CADAL, me llevó al Senado Nacional a presenciar un debate de más de un partido político, algo desconocido para los cubanos. Era el debate sobre la Estatización de la Universidad Popular Madres de la Plaza de Mayo, y escenificaban una encendida polémica entre el bando oficialista y el resto de los partidos.
Con enconados discursos, la oposición denunciaba el desfalco de 230 millones de pesos y un centenar de delitos en ese centro docente, y en vez de sanciones, el estado proponía hacerse cargo de la universidad con un nuevo nombre, Instituto para los Derechos Humanos. Presidía la sesión el Vicepresidente de la Nación, Amado Boudou, que solo prestó atención cuando llamaron a votación y entró a la sala la banca opositora para ganar con el voto mayoritario.
Sostuvimos un encuentro con Daniel Pérez, ex guerrillero entrenado en Cuba en los años sesenta, artista y co-autor del libro Furia ideológica y violencia en la Argentina de los 70, junto a Daniel Muchnik; el libro narra la experiencia en el campo de entrenamiento de Punto Cero y cómo la revolución cubana arrastró a muchos jóvenes que, inspirados en el Ché, pelearon en otros países y hoy están decepcionados de aquel pasado.
Escuchamos al notable jurista Jaime Malamud, uno de los autores intelectuales de los juicios a la Junta Militar, contarnos cómo fueron aquellos sucesos, y nos enfatizó la necesidad de que se evitara en la futura transición cubana la violencia innata en los procesos de cambio. Éste recomendó enjuiciar a un número determinado de personas, de manera simbólica, y declarar una amnistía para evitar el derramamiento de sangre y la violencia, que solo conseguiría dañar el país.
Veizaint Boloy narró cómo se había comenzado a implementar en Cuba el habeas corpus a raíz de la detención del activista Manuel Cuesta Morúa, cuando se intentó realizar un Foro Democrático en La Habana, alternativo a la celebración de la Cumbre de la CELAC.
Invitado por la cátedra de Comunicación Social de la Universidad Austral, pude hablar a los estudiantes de tercer año sobre el movimiento de periodistas independientes cubanos, que desde la segunda mitad de los años noventa y en condiciones muy difíciles, han denunciado las violaciones a los Derechos Humanos y han contado el día a día de la vida en Cuba, gracias a páginas en el exilio como Cubanet , y dentro de la isla, como Primavera Digital.
En un recorrido por el nuevo edificio del diario La Nación, pude aprender de voz del propio jefe de Redacción cómo se armaba ese gigante informativo, y detalles de su historia, fundado por Bartolomé Mitre en el siglo XIX, un político que avizoró la importancia de una prensa en función de crear un país.
El viernes 30, al mediodía, en las oficinas de CADAL se efectuó la presentación del Diálogo Latino Cubano, con la asistencia de políticos, editores, intelectuales y periodistas. Después visitamos el museo MALBA, que muestra una colección particular de mucho valor, donde aparecían también los pintores cubanos Lam, Mariano y Amelia Peláez.
Fue un viaje de siete días que transcurrieron presurosos y ávidos, en una maravillosa ciudad casi mística, que una vez obligó a Jorge Luis Borges a eternizarla en un libro de poemas titulado Fervor de Buenos Aires.