LA HABANA, Cuba. — En días recientes, los medios de prensa se han hecho eco de un nuevo episodio de celo y entusiasmo revolucionarios: a los castristas, excelentes especialistas en hacer caridad con el bolsillo ajeno, se les ha ocurrido de nuevo fijar un límite superior a los precios de los productos agropecuarios, específicamente en la provincia de Villa Clara.
Es verdad que los mandamases santaclareños no han pasado por alto el aspecto lingüístico de la cuestión: Ya no hablan de “precios topados”, sino “concertados”. Eufemismos aparte, el único resultado que cabe esperar —en principio— es que se repitan los fiascos de episodios análogos anteriores, y que el colega Orlando Freire Santana, en estas mismas páginas, definió con frase lapidaria: “tarimas vacías y surtidos de pésima calidad”.
¿Se tratará de “más de lo mismo”? Repito que, en principio, uno tiende a contestar que sí. Pero he aquí que en la ecuación entra un nuevo factor que no conviene subestimar: Como candidato a diputado por la ciudad de Santa Clara está postulado, entre otros, el compatriota que ostenta los dos títulos que representan la cúspide del poder: los de Secretario General en el único partido y Presidente de la República.
Es verdad que el mismo Díaz-Canel se ha encargado de adoptar poses de segundón: en las informaciones sobre los raros eventos en los que él coincide con el general de ejército Raúl Castro, este es mencionado sin falta en primer lugar. Para justificar la insólita medida, se le atribuye a este un título no oficial: el de “Líder de la Revolución”.
Pero también es cierto que, aunque se supone que todos los candidatos representan a la Patria y, según la retórica comunista, “todos son iguales entre sí”, también en este asunto cabe recordar otra de las genialidades de George Orwell. Me refiero a cuando el escritor británico completaba esa frase demagógica con una expresión alada: “pero algunos son más iguales que otros”.
Este parece ser el caso de Miguel Díaz-Canel Bermúdez, que junto con sus compañeros de boleta electoral (aunque el destaque, claro, es siempre para el Primer Secretario y Presidente), aparece un día sí y otro también en reportajes que, de manera inevitable, airea el Noticiero Nacional de Televisión a distintas horas de cada día.
Conviene comentar que, en este aspecto, no se le brinda el mismo tratamiento a Raúl Castro. Lo mismo cabe decir de Manuel Marrero, Esteban Lazo, Ramiro Valdés o José Ramón Machado Ventura. Algo se dice de ellos, quienes también aparecen reportajes junto a sus compañeros de boleta electoral. Pero lo hacen en medida muchísimo menor que Díaz-Canel.
Esta situación real nos lleva a pensar que, dada su condición de mascarón de proa del régimen, los comunistas están interesados de modo especial en que él obtenga buenos resultados en las votaciones del venidero 26 de marzo. Un elevado porcentaje de abstención resultaría contraproducente. También lo sería que aquellos que por temor o coacción sí concurran a votar, opten por hacerlo (¡malvados que son!) sólo a favor de otro u otros candidatos, y no del mandamás formal.
En ese contexto, sí tendría algún sentido que se eche mano de medidas populistas como la arriba mencionada, máxime cuando en un caso puntual y aislado (como lo sería el de la ciudad de Marta Abréu y Leoncio Vidal) sí habría la posibilidad de paliar los resultados negativos del tope (perdón, quise decir, de los “precios consensuados”).
En su condición de mandamás, al ahora candidato no le resultaría difícil concentrar algunos de los menguados recursos con los cuales cuenta el Estado. En tal caso, él podría hacer converger en su ciudad natal una proporción más elevada de los limitados productos agropecuarios que manejan Acopio y otros mecanismos burocráticos. Estos, en definitiva, se encuentran bajo su control personal.
En ese contexto, podría hacerse realidad, al menos de manera puntual y pasajera, lo publicado el día 12 en Vanguardia, órgano del castrismo en Villa Clara, por Chábeli Rodríguez García. En su trabajo periodístico, y refiriéndose a los topes de precios, la colega se hace eco de algunas opiniones críticas provenientes del “pueblo”, a quien ella califica de “principal beneficiado con la nueva Resolución”.
Allí, un cubano de a pie objeta: “Los precios están algo diferentes, pero no hay arroz ni harina”. Otro señala: “Albertico, el gobernador, habló muy lindo. En verdad hay que bajar los precios, pero tiene que venir de las raíces, de abajo”. ¿Quién sabe si, al menos en esta oportunidad, la medida populista recién adoptada en Villa Clara surte efectos menos malos que en otras ocasiones?
En tal caso, el discreto optimismo mostrado por Chábeli podría hacerse realidad al menos en parte. También podría justificarse lo dicho por Díaz-Canel durante su maratón de comparecencias públicas, que supongo que no sean una campaña electoral. Porque estas últimas están prohibidas por la Ley Electoral cubana. ¿O no!
ARTÍCULO DE OPINIÓN
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