LA HABANA, Cuba.- Algunos pudieron pensar, tras el recibimiento de bajo perfil que se les ofreció a los pocos peloteros que regresaron del Campeonato Mundial Sub-23 -solo acudió al aeropuerto uno de los vicepresidentes del INDER-, que la cúpula del poder habría dado por cerrado todo lo relacionado con tan penosa participación del deporte cubano en esa justa.
Sin embargo, en un reciente encuentro que sostuvo el mandatario con figuras del deporte cubano se habló de béisbol, y por supuesto que las intervenciones no obviaron las deserciones que se produjeron en la cita Sub-23 celebrada en tierras mexicanas.
El pelotero avileño Yorbis Borroto, de amplia participación en las Series Nacionales cubanas, y exhibiendo una total adhesión al régimen, se refirió al trabajo político-ideológico con los atletas en los siguientes términos: “Si empezamos desde abajo no nos confunden tanto; a mí no me confundieron”.
En efecto, el señor Borroto aboga por una intensificación del adoctrinamiento político a los atletas desde sus edades más tempranas, y osa llamar “confusión” al deseo de los jóvenes deportistas de probarse de un modo independiente en los certámenes internacionales de primer nivel.
Y comoquiera que el “presidente” no podía ser menos que sus acólitos, el señor Díaz-Canel aprovechó la ocasión para proferir una tajante declaración: “Dentro de la Revolución, el deporte seguirá siendo derecho del pueblo, ese mismo pueblo que agradece y que es razón de ser de todos nuestros deportistas”, cita un artículo del periódico Granma, edición del 8 de octubre.
Nótese la diferencia cualitativa de la referida declaración con respecto al eslogan empleado por las autoridades en los primeros años de gobierno castrista. En aquellos momentos se decía que “el deporte es un derecho del pueblo”, mientras que ahora el heredero del poder restringe ese derecho, y lo contempla para los que estén “dentro de la Revolución”.
Es decir, que la posibilidad de disfrutar de los beneficios que brinda la actividad deportiva, el heredero de los Castro los reserva solo para las personas que muestren simpatías hacia su gobierno. Con ello, sin dudas, se cierra el cerco ideológico en torno al deporte en la isla.
Mas, nadie piense que tan tremebundo planteamiento entra en contradicción con las leyes del país. La Constitución de la República, por ejemplo, en su artículo 42 establece las condiciones por las cuales ningún ciudadano cubano podrá ser discriminado. Menciona el sexo, el género, la orientación sexual, la identidad de género, la edad, el origen étnico, el color de la piel, la creencia religiosa, la discapacidad, así como el origen nacional o territorial. Sin embargo, por ningún lugar aparece la manera de pensar o las preferencias políticas como condiciones para no ser discriminado. O sea, que las propias leyes impuestas por el castrismo llevan a sobreentender que los que no estén “dentro de la Revolución” podrán ser excluidos o marginados.
Tal conclusión pone sobre el tapete la alta cuota de hipocresía con que el jefe de Estado se reúne con varios sectores de la sociedad, como los jóvenes, los artistas, los creyentes, las mujeres y la comunidad LGBTI, bajo el supuesto de la búsqueda de la justicia social. Claro, justicia social para aquellos que no cuestionen su impopular mandato.
Por lo demás, todo indica que las delegaciones deportivas que salgan próximamente al exterior deberán pasar por un filtro que certifique la adhesión al régimen de todos sus integrantes. Y que las no inclusiones de algunas figuras, justificadas por “problemas personales o baja forma deportiva”, en el fondo se deban al temor de nuevas deserciones.
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