LA HABANA, Cuba. – En la más reciente reunión del Consejo de Ministros, donde se trató en lo fundamental de cómo revertir la pésima situación económica y social que presentan las comunidades rurales en el país, se aprobó un documento denominado “Revalorización de la ruralidad en Cuba”, el cual, entre otras cosas, llama a crear nuevos empleos en los campos, y a dotar de más recursos a las comunidades rurales.
El gobernante Miguel Díaz-Canel Bermúdez, presente en la cita, admitió implícitamente que lo hecho por el castrismo en los campos cubanos en todos estos años no está funcionando adecuadamente. En ese sentido afirmó: “Solo rescatando cosas que se hicieron en el campo, podemos darle un cambio inmediato, sin muchos recursos al tema de la ruralidad”.
El gobernante, además, ya no solo pretende que los jóvenes cubanos encuentren su proyecto de vida en la Isla, sino que ahora clama por que la fuerza de trabajo calificada que hay en los campos no emigre a las ciudades, y halle espacio y desarrollo en las zonas rurales.
Sin embargo, la realidad indica que en los campos cubanos apenas funciona el transporte público, son muy prolongados y frecuentes los apagones, llegan menos los productos que conforman la denominada “canasta básica” que se oferta por la libreta de racionamiento, y hasta han sido cerradas algunas escuelas y centros de salud.
Y qué decir de la escasez de viviendas en las zonas rurales. Basta con comprobar la desesperación de las autoridades, que a todo tren están transformando antiguas escuelas en el campo ―hoy totalmente abandonadas― en viviendas que puedan estabilizar la fuerza de trabajo en esas áreas.
Todo lo expuesto hasta aquí provoca una reducción apreciable de la población en las zonas rurales, que marcha a las ciudades en busca de mejores condiciones de vida.
Lógicamente, a la maquinaria del poder le preocupa que haya menos brazos en los campos, sobre todo de jóvenes, para llevar adelante un sector productivo que debe garantizar la alimentación de la población. De nada valen las 63 medidas adoptadas por el Gobierno para tratar de impulsar la agricultura, o que aumente la inversión extranjera en ese sector, si no se cuenta con el personal necesario para trabajar la tierra.
Hay cifras que muestran la despoblación de las zonas rurales en Cuba. De acuerdo con el Anuario Estadístico de Cuba 2021, de los 165 municipios del país, sin contar la provincia de La Habana, en solo 29 de ellos es mayor la población rural que la urbana. Incluso provincias con apreciables infraestructuras agropecuarias, como Matanzas, Villa Clara y Ciego de Ávila, no cuentan con ningún municipio donde prevalezca la población rural.
Particular desajuste poblacional observamos en las provincias de Artemisa y Mayabeque, responsabilizadas en gran medida con el suministro de productos del agro a la capital del país. De 22 municipios existentes en ambos territorios, solo en un municipio ―Alquízar, en la provincia de Artemisa― es mayor la población rural que la urbana.
Esta precaria situación en que se encuentran los campos cubanos, y sobre todo tener que admitir semejante retroceso, constituye un rotundo fracaso para la imagen del castrismo.
Hay que tener presente que los gobernantes cubanos siempre enarbolaban el supuesto desarrollo de las zonas rurales como un aspecto positivo de su revolución, y gustaban de contraponerlo al calificado por ellos como abandono que subsistía en los campos en la época republicana.
ARTÍCULO DE OPINIÓN
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