Los cubanos no tenemos un Estado fallido, sino un Estado totalitario eficiente, y quien no lo vea está mirando a otro lado o perdiendo visión política, para beneficio de la dictadura
José Ramón Machado Ventura, Raúl Castro y Miguel Díaz-Canel (Foto: Granma)
LAS TUNAS, Cuba. — Anoche, bajo los árboles, a la luz de mi linterna, leí el artículo Cuba: ¿Estado totalitario o régimen en descomposición?, del jurista y patriota René Gómez Manzano, firmante el 27 de junio de 1997, junto a Félix Bonne, Vladimiro Roca y Marta Beatriz Roque, de La patria es de todos.
Por aquella proclama sus autores sufrieron persecución, cárcel y acorralamientos propios del régimen totalitario, estalinista, como es el castrocomunista, caníbal desde su misma composición en el año 1959, cuando, por sólo citar dos ejemplos, hizo encarcelar al comandante Huber Matos y desaparecer a Camilo Cienfuegos.
Pero 25 años después de publicarse La patria es de todos, contrariando ideas centrales de ese documento y yendo contra la concepción de fondo del artículo Cuba, el Estado totalitario eficiente, Gómez Manzano afirmó que el régimen cubano no merece ser calificado como “totalitario” por encontrarse “ya en su fase terminal”.
En su texto, el colega dice: “no es posible seguir hablando de totalitarismo después de una gran conmoción nacional como la del 11 de julio del año pasado, que dejó bien claro que nuestro pueblo está harto del comunismo” y no se esconde para expresarlo.
Al respecto, cabe repetir que una cosa es el pueblo y otra el Estado. Solemos confundir los términos pueblo y Estado cuando quedamos entrampados en sofismas, como el del artículo 3 de la Constitución de 2019 que expresa: “En la República de Cuba la soberanía reside intransferiblemente en el pueblo, del cual dimana todo el poder del Estado”. Esto, y lo sabemos, es absolutamente falso porque todo “el poder del Estado” todavía hoy no se mueve sin la última palabra del nonagenario general Raúl Castro.
Constitucionalmente, está escrito que el Partido Comunista de Cuba (PCC) “es la fuerza política dirigente superior de la sociedad y del Estado”. Poco, muy poco, podrá el pueblo contra esos poderes si los cubanos no pasan al levantamiento cívico que paralice la nación toda. Se trata de una empresa no imposible, pero sí de difícil realización en un régimen totalitario como el castrocomunista, que controla hasta Internet. Si llegase otro estallido social, la dictadura optará por la violencia policial y parapolicial, tal y como lo hizo el 11J.
A Gómez Manzano y a quienes piensan como él —que sostienen que Cuba no está regida por un Estado totalitario— conviene recordarles el significado de las palabras totalitarismo y totalitario, según el diccionario Pequeño Larousse Ilustrado: “Totalitarismo. Régimen, sistema totalitario”.
“Totalitario. Dícese de los regímenes políticos no democráticos en los cuales los poderes ejecutivo, legislativo y judicial están concentrados en un pequeño grupo de dirigentes, quienes sacrifican los derechos fundamentales de la persona humana en favor de la razón de Estado. (Sinónimo, absoluto)”.
Y esto es precisamente lo que ocurre en Cuba: la concentración del poder en manos de unos pocos a quienes poco importa la nación cuando de preservar el poder totalitario se trata.
En La patria es de todos, los rubricantes afirman: “El Estado no está al servicio del ciudadano. Ni siquiera existe entre aquél y éste una relación igualitaria de derechos y obligaciones recíprocas, sino que, por el contrario, el ciudadano está al servicio del Estado”. Así ocurría en 1997 y así ocurre en 2022.
Más adelante, en La patria es de todos, dice: “No se puede dejar de señalar que no existe seguridad jurídica en el país”.
Y cabe preguntar: ¿Qué seguridad jurídica tuvieron los procesos judiciales contra los manifestantes del 11 de julio? ¿Dónde están los votos particulares o las inhibiciones de los jueces?
Duele decirlo: salvo raras y honrosas excepciones, los cubanos están más interesados en conseguir bienestar personal que la libertad de su patria. Es un modo de actuar humano, de lógico instinto de supervivencia, pero con el que sólo consiguen prolongar la dictadura. Sí, “nuestro pueblo está harto del comunismo”, pero eso no quiere decir que el régimen totalitario castrocomunista esté en “descomposición”.
Personalmente, no conozco ningún capitán, ningún coronel, ningún general de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR) o del Ministerio del Interior (MININT) ni ningún dirigente del PCC, de ningún nivel, entiéndase ningún funcionario de los que sostienen el poder del Estado, que haya renunciado a su cargo por motivos de conciencia y, como consecuencia, de la criminalización de las manifestaciones populares del 11 de julio o de las políticas públicas fallidas que mantienen en la más absoluta mendicidad material y moral a la mayoría de los cubanos.
No. No nos engañemos: en descomposición se encuentra el tejido de la nación cubana, a los pies del Estado, que, para mantenerse fuerte construyó cárceles y formó fiscales, jueces, policías, soldados, comisarios y “correveidiles” a los que constantemente renovó. No, hoy no es necesario que los chivatos de los CDR (Comités de Defensa de la Revolución) hagan guardia para vigilar a los opositores: hoy, a cambio de tolerancia gubernamental, ladrones empleados por el Estado, trabajadores por cuenta propia receptadores de mercancías robadas para mantener sus negocios y toda una fauna delincuencial ejercen como chivatos de la policía.
Decía mi padre que “palabras sacan palabras” y que cuando una persona no tiene nada interesante que decir “lo mejor que hace es callar”. Esas circunstancias, razones de salud y mi afán por plantar árboles en Cuba, cedros, robles y caobas para mis nietos estadounidenses, me hicieron no escribir durante todo un mes. Ahora digo: los cubanos tenemos ahorcajadas desde 1959 y hasta el día de hoy no un Estado fallido, sino un Estado totalitario eficiente. Y quien no lo vea está mirando a otro lado o perdiendo visión política, para beneficio de la dictadura. Rectifíquese.
ARTÍCULO DE OPINIÓN
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