LA HABANA, Cuba.- Al principio de Viva, pasa un tipo por la acera, entre el gentío, con una camiseta verde que dice Ireland. Es un pequeño detalle que puede pasar inadvertido, pero que revela un aspecto de la película: el tono menor, sin estridencia, los detalles que dicen más que las palabras.
Porque no es solo que esta película de Paddy Breathnach prescinda de toda rimbombancia y de efectismos, es que muestra cómo hacer buen cine sin muchos más recursos que un guion efectivo y una conducción segura, sin siquiera una historia muy original. Incluso, en apariencia, sin mucha ambición.
Sin embargo, Viva es un proyecto muy ambicioso. Para empezar es una película irlandesa que se desarrolla en el corazón de La Habana, y el guion se escribió en el inglés coloquial de Irlanda y luego fue traducido al español, incluso al “cubano” del medio particular de los personajes.
Pudiéramos pensar que es otra película de travestis, pero hay que tener en cuenta que empezó a hacerse en 2007, cuando todavía la problemática que va de lo gay a lo transexual no había comenzado a tomar el lugar que tiene hoy en el cine cubano. Además, compárese Viva con Fátima o el Parque de la Fraternidad y se comprenderán mejor los méritos de la primera.
Fátima es una película de 2014 de Jorge Perugorría —que trabaja en la irlandesa— con un tema muy semejante, aunque en cuerda de melodrama, con más folclor y cubanerías, y también una actuación excelente del protagonista, Carlos Enrique Almirante.
Viva nos cuenta en hora y media lo que acontece en unos meses de la vida de Jesús, un jovencito homosexual que quiere actuar en un espectáculo de travestis que dirige Mamá Renata. Comienza por fin, pero aparece Ángel, su padre machista y alcohólico recién salido de la cárcel y al que Jesús ni recuerda. La relación entre ellos hará el cuerpo del filme.
Notables son las actuaciones, sobre todo la del protagonista (Héctor Medina) y la de Mama (Luis Alberto García), pasando por los travestis del show y otros personajes, incluso Ángel, interpretado por Jorge Perugorría, en un papel que por momentos atrapa convincentemente sin que Medina lo devore. La banda sonora no puede ser mejor.
Breathnach es un director dublinés de 52 años que ha sido galardonado en importantes festivales internacionales. Aprendió español para hacer Viva —que estuvo entre las nueve finalistas al pasado Oscar para mejor filme extranjero—, y visita nuestro país desde hace años para ver teatro y visitar clubes nocturnos.
En una reciente entrevista, el director habla de las semejanzas entre Cuba y su país: “Para empezar, ambos somos islas y fuimos sujetos a una colonización. Además de la lucha por la liberación de una opresión política; somos pueblos que hemos sufrido. Creo que también compartimos el sentido de aislamiento por nuestra condición geográfica, lo cual nos obliga a siempre tener la mirada más allá de nuestros confines”.
También a Breathnach le parece que “la música tiene mucha importancia para ambos países y la usamos como parte indispensable de nuestra historia”. Pero cree que, no obstante, “Cuba es única de muchas maneras, es casi una interrogante, porque a pesar de su condición marginal, es un país muy, muy sofisticado”, y hasta afirma que “la gente es extremadamente culta y civilizada”. Bueno, como dice un personaje del filme, “todavía no vivimos en la selva”.
Aunque hay un sutil aire de tragedia clásica que recorre Viva, que escapa del espíritu “cubano”, y no para mal, el realizador no erró el tiro. Más allá del tema en general y de los personajes en particular, podemos reconocernos en ese mundo visto por ojos extraños. Y no hay concesiones al cubaneo más manido, ni precisó el director del parloteo interminable y emotivo del que tanto abusa nuestro cine pretendiendo describirnos.
“¿Por qué a esta isla le gustará tanto el cabrón drama?”, se pregunta en un momento Mama Renata, pero Breathnach le da al drama lo que es del drama y no abusa del llantén ni de la gritería. Y, encima, queda claro que el filme no está hecho por un español, digamos, ni por un norteamericano. Ni por un Benicio del Toro, aunque sea uno de los productores ejecutivos.
Si bien cada cual puede tener diferente opinión sobre esta producción, son interesantes también algunas cosas que dice el realizador en la citada entrevista, porque se refieren a sus motivaciones más profundas, y estamos ante un director que no gusta de ceñirse a un género específico y complacer expectativas, que prefiere ir a contracorriente de las pautas de cada género.
“Algunos tenemos que disfrazarnos para ser nosotros mismos”, afirma Paddy Breathnach, para quien la búsqueda de la propia identidad es vital. Y dice más, refiriéndose a la relación entre vida y muerte en esta pieza: “Hay una responsabilidad entre las generaciones: una tiene que morir y dar paso a la otra; ese es el ciclo natural de las cosas y se tienen que ayudar mutuamente a cumplir su función”.
Y entonces llega a lo que quizás sea la clave, sin tanto alboroto: “Creo que en Cuba no desconocen esta necesidad, que puede ser a la vez fruto de grandes frustraciones. Esto queda muy claro en la última escena de la película, donde Mama pone el manto alrededor de los hombros de Héctor. Es casi como una transferencia de poder y eso no deja de ser un proceso agridulce para la «reina»”.
Por supuesto, Viva es más que una película de travestis.