LONDRES, Reino Unido, agosto, 173.203.82.38 – La ley del congresista cubano-americano Mario Diaz Balart en relación a los viajes a Cuba, como le digo yo, que posiblemente sea aprobada y entre en vigor muy pronto, puede resultar impopular para algunos en el Estado de Florida y en Cuba, pero es una medida necesaria. Las arcas de la tiranía castrista cada vez más se inflan, y por eso ellos se sienten seguros, y piensan durar en el poder10 años más para implementar sus reformas y prolongar el régimen opresor de Cuba.
Como se ha visto en los últimos añ os, con el gobierno de Obama en los Estados Unidos, cada vez que los hermanos Castro cogen un respiro y se sienten fuertes, recrudecen la represión y aumentan las violaciones de los derechos humanos. Todo recurso que llega a Cuba, termina en manos de a la maquinaria represiva del régimen totalitario. La ganancia total del régimen totalitario cubano por concepto de los viajes a Cuba de ciudadanos cubano- americanos y las remesas enviadas por los mismos para ayudar a sus familiares, según datos obtenidos de la oficina consular de Cuba en Washington, asciende a 4 mil millones de dólares anuales.
Si a eso le sumamos las ganancias que obtienen por concepto de los llamados intercambios culturales, el turismo a nivel internacional, más el precario comercio, el negocio de enviar profesionales cubanos a otros países y los subsidios de países aliados, como Venezuela, tenemos razones para decir que los dirigentes comunistas cubanos se sienten fuertes, aunque la economía del país esté en bancarrota y el pueblo cubano viva con hambre y miseria.
Hay quienes dicen, con razón, que los viajes y las remesas contribuyen además a corromper y acentuar las desigualdades sociales, sobre todo en la gran parte de la población que no tienen familiares en el exterior.
Mientras tanto, los cubanos siguen tratando de huir del país como sea, ya sea en inseguras balsas, en el tren de aterrizaje de un avión y hasta en paquetes postales; y al parecer las autoridades castristas, para evitar estallidos sociales, se hacen de la vista gorda. Dejan que la gente se vaya, legalmente o ilegalmente, lo cual se evidencia en el caso de la gran colonia de cubanos que se ha radicado últimamente en el Ecuador, como en la década de los 90 ocurrió en Suecia. Son alarmantes las colas en la Embajada Española en la Habana, adonde los cubanos acuden con la esperanza de conseguir un pasaporte europeo gracias a algún abuelo olvidado.
El negocio de los Castro también incluye el unilateral intercambio cultural. Artistas de la dictadura cubana viajan por el mundo y, además de dejar dividendos al régimen, hacen su labor propagandística, pues como los mismos comunistas han dicho: “El arte es un arma de la revolución”.
Mientras cientos de artistas cubanos alegran las noches de Paris, Londres y Madrid, La Habana se ha convertido en una de las ciudades más tristes de mundo. Cuando todos los cubanos puedan entrar y salir libremente de la Isla y los cientos de excelentes artistas cubanos de la diáspora puedan actuar en nuestro país, sin permisos ni condiciones, yo diría que existe un verdadero y honesto intercambio cultural.
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