LA HABANA, Cuba.- La segunda reunión cumbre de la Comunidad de Estados de Latinoamérica y el Caribe CELAC, celebrada en La Habana entre el 27 y 29 de enero pasado, dejó un amargo sabor para los amantes de las libertades y la democracia en Cuba. El evento se caracterizó por la participación masiva de mandatarios de los países miembros, la reafirmación de la voluntad de integración soberana, el menosprecio casi generalizado por los traumas y carencias que en materia de derechos y libertades arrastra la sociedad cubana, realidad que se hizo patente con la oleada represiva desatada por las autoridades de la Isla.
Muy personalmente estoy en contra del aislamiento internacional del gobierno cubano, puesto que este diseño favorece la filosofía de plaza sitiada que tan útil ha resultado a los propósitos de dominación absoluta del gobierno de La Habana. Por solo citar un ejemplo, cuando el pasado 1ro. de noviembre de 2013, al presentar el tema del racismo y la discriminación en la Audiencia Pública del 149 periodo de sesiones de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) de la Organización de Estados Americanos, OEA, mis compañeros y yo hubiéramos preferido ver ante nosotros a los representantes del gobierno cubano en lugar de exponer y argumentar frente a aquella mesa vacía.
Sin embargo, no considero una decisión feliz haber elegido a Cuba para presidir este proyecto integrador en su segundo año, en vista de las enormes deudas que acumula todavía el gobierno de La Habana en relación el debido respeto de los derechos fundamentales, y a su reticencia a honrar de manera consecuente compromisos con los instrumentos y mecanismos internacionales que promueven estos derechos. Una vez aquí, los presidentes y demás personalidades debieron prestar más atención a la sociedad civil cubana con sus legítimas propuestas y demandas, plenamente conectadas con el espíritu y la esencia de los valores democráticos que prevalecen en el hemisferio.
Fue muy lamentable ver al gobernante cubano Raúl Castro hablar de diversidad y pluralismo, mientras sus fuerzas represivas perseguían y reprimían a los pacíficos activistas que intentaban hacer solamente lo mismo que hace la sociedad civil de los países participantes sin que nadie los acose o los cuestione. Durante las sesiones del cónclave, poca importancia pareció tener para los ilustres invitados la dignidad e integridad de los individuos, los derechos de las minorías y el respeto a las proyecciones alternativas de los ciudadanos cubanos. Definitivamente, junto a los diseños integradores y de no aislamiento, los gobiernos del continente deben mirar hacia los espacios y propuestas independientes dentro de la sociedad cubana.
Ante la impávida indolencia de los gobernantes democráticamente elegidos del continente—excepción hecha de las delegaciones de Chile y Costa Rica— muchos de cuyos países fueron en su momento víctimas de la agresión subversiva, fue expulsado del territorio nacional Gabriel Salvia, director del Centro para la Apertura y la Democracia para América Latina CADAL, al tiempo que eran objeto de acoso y detenciones arbitrarias decenas de líderes y activistas enfrascados en organizar un foro paralelo a la Cumbre, intento que no contó con la tranquilidad y garantías ofrecidas por las autoridades chilenas a un evento similar en el marco de la primera cumbre de la CELAC que tuvo lugar hace un año en Santiago de Chile.
El Foro paralelo pretendía reafirmar que hay en Cuba voces alternativas con legitimidad cívica y política, además de llamar la atención sobre el total desprecio que demuestran los gobernantes cubanos por los compromisos contraídos internacionalmente en materia de democracia y derechos humanos.
El único totalitarismo del hemisferio
Fue realmente desalentador ver al secretario general de la Organización de Naciones Unidas (ONU) Ban Ki-Moon brindar un respaldo explícito al gobierno cubano y cantar loas a los profesionales cubanos de la salud que abandonan familias y pacientes para ser explotados en otras latitudes, olvidando las críticas, cuestionamientos y recomendaciones que varias agencias de la organización mundial han brindado a Cuba en materia de discriminación racial, derechos del niño, libertad de expresión, reunión y manifestación pacífica y violencia contra la mujer. Se supone que el máximo ejecutivo de la ONU debe ser ponderado y justo en su compromiso sin fronteras con valores universalmente reconocidos, además de estar libre de identidades ideológicas con el alto liderazgo de La Habana y no verse, como algunos invitados, obligado a cuidar negocios multimillonarios, conversaciones de paz o contingentes de baratos cooperantes cubanos.
La desesperación y soberbia de los gobernantes cubanos llegó al límite de intentar procesar judicialmente al destacado líder opositor y académico Manuel Cuesta Morúa, acusado del supuesto delito de “Difusión de noticias falsas contra la paz internacional”. El líder socialdemócrata, coordinador del proyecto Nuevo País y principal organizador del Foro Paralelo, pasó varios días detenido en una estación de policía de La Habana, donde los oficiales le informaron que la acusación está fundada nada menos que en los textos por él publicados sobre la problemática racial en Cuba, que según ellos desvirtúan la obra de la revolución en materia de igualdad racial.
A estas alturas cabe preguntarse si el presidente Raúl castro será también procesado por decir que el racismo que persiste en Cuba constituye una vergüenza para la nación. Cabe preguntarse, si el asunto es tan grave, ¿por qué ninguno de los más de cien académicos oficialistas presentes en el Congreso de la Latin American Studies Asociatión, LASA, Washington 2013, se atrevieron a impugnar las exposiciones de Cuesta Morúa y varios de sus compañeros sobre el delicado y polémico tema?
De cualquier manera, esta nueva muestra de la intolerancia oficialista y las amenazas contra el reconocido líder socialdemócrata han generado una oleada mundial de solidaridad con el movimiento opositor de Cuba para demostrar que a pesar de la inconsecuencia cómplice de algunos gobernantes, el mundo abre los ojos y levanta la voz para señalar y condenar los desmanes del único totalitarismo del hemisferio.