LA HABANA, Cuba. — Muchos consideran que los cuentapropistas deberían contar con el apoyo y la solidaridad de los opositores. Lo necesitan debido a que son víctimas de las extorsiones de los corruptos inspectores que no dejan de amenazarlos con cuantiosas multas y de las abusivas limitaciones y medidas asfixiantes de los burócratas del régimen, que tuvo que aceptar los emprendimientos privados a regañadientes y siempre dando prioridad a la empresa estatal socialista.
Pudieran tener razón los que así opinan si aceptamos que esa solidaridad de la oposición con los cuentapropistas contribuiría al fortalecimiento de la sociedad civil e incidiría en una eventual transición a la democracia.
Pero la diezmada oposición está demasiado ocupada en capear la represión y en exigir la libertad de sus compañeros encarcelados para, con tanto abuso de todo tipo que comete el régimen, dedicarse a cuidar que no timen y extorsionen a los dueños de vendutas y timbiriches.
En la mayoría de los casos, esos negociantes no despiertan mucha simpatía porque muchos de ellos, para incrementar sus ganancias, se aprovechan de la escasez y suben desproporcionadamente los precios, sin preocuparse demasiado por los maltrechos bolsillos de la población.
Ha tenido éxito el régimen en la demonización de los cuentapropistas al culparlos de la escasez y la inflación para evadir su responsabilidad en los fracasos económicos y para atizar las discordias entre la población y mantenerla dividida.
Está bien apoyar a los cuentapropistas en cuanto ciudadanos abusados, pero la solidaridad de los opositores la precisan más los millares de trabajadores “disponibles” (el eufemismo para no decir desempleado), los ancianos y los enfermos a quienes retiran la ayuda de la seguridad social, las familias desalojadas de sus casas, los moradores de los llega y pon, etc.
Los cuentapropistas deben aprender también, además de las técnicas y mañas del marketing, a defender sus derechos. Pudieran crear asociaciones gremiales de ayuda mutua y sindicatos independientes del control de la CTC.
Si solo van buscar el mejor modo de acumular capital, terminarán como oportunistas aliados del régimen. Como tendrán que perder más que el resto de sus compatriotas, en vez de agentes del cambio, serán mantenedores del status quo.
Y no me estoy refiriendo a los futuros oligarcas del capitalismo mafioso putinesco que se incuban bajo el manto de las mipymes y se aprestan para la piñata, porque esos siempre han sido del régimen. Me refiero a los oportunistas y simuladores propietarios que en sus establecimientos ponen carteles con consignas gubernamentales y fotos de Fidel y Raúl Castro.
Si no son oficiales retirados de las FAR o el MININT u otros paniaguados del régimen, es difícil concebir tan entusiasta simpatía por el castrismo en los dueños de estos establecimientos privados, con mentalidad de emprendedores, adinerados, y que si no lo son más es por los altos impuestos, las frecuentes multas y las muchas y absurdas trabas al desenvolvimiento de sus negocios que les imponen.
La razón de tales muestras de devoción son explicadas por Vaclav Havel en su libro El poder de los sin poder, cuando se refiere a los carteles progubernamentales que colocaban en sus establecimientos los tenderos y verduleros de Praga en la época comunista: una señal de fidelidad al régimen para que no se metieran con ellos y los dejaran prosperar en sus negocios.
Eso mismo hacen muchos propietarios de negocios privados en Cuba: hacer un guiño a las autoridades para avisar que son leales, que se puede contar con su acatamiento. No importa si muchos hablan pestes del régimen en sus casas o si tienen planes de irse del país. No hay que asombrarse: la simulación, el fingimiento, hablar y actuar de un modo totalmente distinto a cómo se piensa, la doble moral, se ha hecho un ejercicio cotidiano de supervivencia para la mayoría de los cubanos en estos 64 años de castrismo, especialmente para los que tienen algo que perder y no quieren arriesgarlo.
¿Qué activista opositor o periodista independiente no conoce a cuentapropistas y bisneros que los odian porque dicen que debido a que los agentes de la Seguridad del Estado invaden el vecindario para vigilarlos y reprimirlos “les ponen malo el barrio” para sus negocios y trapicheos?
Si de defender a los cuentapropistas se trata, más que a los empresarios privados, muchos de los cuales todavía se ufanan de “estar con la revolución”, la oposición debe preocuparse por sus empleados, a los que exprimen en paladares, hostales, poncheras y brigadas de construcción. Porque los nuevos aspirantes a empresarios, que traen como bagaje las experiencias aprendidas con el Estado comunista como patrón y empleador único, ahora, para su conveniencia, intentan copiar lo peor del capitalismo.
ARTÍCULO DE OPINIÓN
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