MIAMI, Estados Unidos. ─ Cada día hay más información que confirma que la historia es fundamental en la nutrición intelectual de un buen ciudadano. Conocer el pasado impide repetir los errores, siempre y cuando prime el sentido común, ya que más de uno de nosotros tiende a tropezar con la misma piedra, como se aprecia en algunos compatriotas que gustan de los caudillos, aunque todavía estamos padeciendo sus consecuencias.
Reaprendí esa lección mientras leía un trabajo del exprisionero político cubano Emilio Llufrido sobre la Triple A, una organización importante en la lucha contra los regímenes de Fulgencio Batista y Fidel Castro. El ensayo lo publicará el Instituto de la Memoria Histórica Cubana contra el Totalitarismo.
En ese estudio me reencontré gratamente con un proyecto que auspiciaron demócratas cubanos y venezolanos en los años cincuenta del pasado siglo, del cual me habían comentado en términos elogiosos luchadores por la democracia como Rogelio Cisneros, José Ignacio Rasco y Orlando Bosch, quienes, en diferentes instancias, habían conocido o participado del mismo.
Bajo el mandato de Carlos Prío Socarrás (1948-1952) de cuyo gobierno fue canciller Aureliano Sánchez Arango, Cuba adoptó una política exterior de defensa de la democracia hemisférica. De ahí el respaldo al gobierno guatemalteco de Juan José Arévalo y la política condenatoria contra los regímenes de la dinastía Somoza en Nicaragua y de Rafael Leónidas Trujillo en Santo Domingo, a lo que se sumó el rechazo al golpe militar de Marcos Pérez Jiménez en Venezuela y el recibimiento y apoyo en la Isla de figuras notables del Partido Acción Democrática.
La difícil situación que enfrentaba la democracia en el continente determinó que políticos venezolanos y cubanos concluyeran que era necesario fomentar una conciencia de solidaridad ciudadana en el todo el hemisferio para enfrentar con mayores posibilidades de éxito a quienes creían que la fuerza y la subversión eran las herramientas idóneas para alcanzar el poder.
La idea contó con el respaldo de numerosos políticos del hemisferio, aunque sus principales promotores fueron los propios Prío y Sánchez Arango. También fue apoyada por Rómulo Betancourt, expresidente de Venezuela que a la sazón se encontraba asilado en La Habana como consecuencia del golpe militar de Pérez Jiménez, ignorando ─escribe Llufrido─ que en muy poco tiempo la sede del evento iba a ser sometida por los militares y que estos serían sustituidos por un régimen totalitario de inspiración comunista.
Se celebró el “Primer Congreso de la Asociación Pro Democracia y Libertad en América” en la capital cubana con el objetivo ─continúa Llufrido─ de enfrentar los dos flagelos que asolaban el continente: las dictaduras militares y la infiltración comunista. Al evento concurrieron muchas de las figuras más notables de la época: José Figueres, Luis Alberto Muñoz Marín, Juan Bosch, Carlos Andrés Pérez, Alberto Lleras Camargo, Salvador Allende ─quien no se había radicalizado todavía─, Eduardo Frei Montalva, Víctor Paz Estenssoro, Juan José Arévalo, Arturo Frondizi y muchos más.
La condena al golpe militar en Venezuela y la decisión de solidarizarse con la reconquista de la democracia en aquel país fue unánime. Sin embargo, lo más valioso fue el precedente que se estableció de demócratas del continente luchando juntos por la democracia en cualquier punto del hemisferio.
La democracia en América enfrentó un mayor peligro cuando, sorpresivamente, en Cuba se estableció un régimen totalitario inspirado en el marxismo. Ante esta nueva situación, don Rómulo Betancourt retomó la bandera de la libertad hemisférica enarbolada cuando en Cuba había democracia y convocó a un Segundo Congreso Pro Democracia y Libertad en América, en esta ocasión, con el objetivo de “usarlo como sombrilla protectora para que los cubanos tuvieran su frente de lucha contra el castrocomunismo”.
Una vez más venezolanos y cubanos compartieron el liderazgo del encuentro. Sánchez Arango fue electo presidente de la Mesa Directiva del Congreso, al que asistieron figuras importantes de la lucha contra la incipiente dictadura, entre ellos, José Ignacio Rasco, Emilio Adolfo Rivero Caro y Tony Santiago.
Estos congresos, desconocidos por muchos y olvidados por otros, son un ejemplo de que es posible conciliar nuestros intereses a pesar de las diferencias. Deberíamos enfocarnos en la Libertad y la Democracia y demostrar que es posible recuperarla si juntamos nuestras voluntades.
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