LAS TUNAS, Cuba. – “La pequeña burguesía comercial en su mayoría desafecta a la revolución, poseedora de considerables recursos financieros, mantenía estrechas relaciones con la burguesía agraria, y muchos de sus integrantes, se incorporaron a las redes contrarrevolucionarias urbanas”, dice, de las clases sociales de Cuba en los años 60, una historia oficial.
Y…, apabullante, recordando como en Cuba el éxito económico trajo ojeriza política y expropiaciones, una cifra millonaria, publicada esta semana, inspiradora de orgullo nacional, paradójicamente presagia más descalabros: En 2018 y solamente en Panamá, por concepto de importación de mercancías los cubanos pagaron 335 millones de dólares.
Sólo a la tasa de cambio de 25 pesos por dólar, 335 millones de dólares equivalen a 8 mil 375 millones de pesos cubanos, suficientes, si fuera lícito, para adquirir la deuda pública de Cuba en 2019.
La deuda pública contraída al cierre de 2019, según la Ley No.126, del Presupuesto del Estado, asciende “a 10 mil 121 millones 200 mil pesos”, será financiada con “Bonos Soberanos de la República de Cuba”, adquiridos por el sistema bancario nacional.
Pero esos 335 millones de dólares invertidos en la importación de mercancías en Panamá, comercializándose en Cuba, como mínimo cada dólar de inversión rinde un dólar de utilidad; según la época, calidad y marca de los artículos importados, vendidos en Cuba no es raro que produzcan dos, tres, cuatro… veces el precio de costo.
Véase sólo este ejemplo: En Cuba un saco de cemento para fundición cuesta en las Tiendas Recaudadoras de Divisas (TRD) 6.60 CUC (dólares), esto, cuando hay, que es casi nunca; entre particulares el cemento P-350 se paga a 10 dólares y más.
Y como en Haití el saco de cemento podía adquirirlo en poco más de dos dólares, un cubano avispado gestionó, aunque sin éxito, traer a Cuba un cargamento de cemento, que hubiera vendido en un santiamén con ganancias estupendas.
Importaciones como las de Panamá por valor de 335 millones de dólares, en Cuba mueven algo así como 670 millones de billetes verdes que, suman unos 16 mil 750 millones de pesos cubanos.
Pero según analistas internacionales, el monto de las importaciones anuales de los cubanos procedentes de Estados Unidos, Panamá, Ecuador, Guyana, Haití, España, Rusia… asciende a cuatro mil millones de dólares.
Si inversionistas privados cubanos operaron con cuatro mil millones de dólares, a la tasa de cambio de uno por 25, 100 mil millones de pesos cubanos, tenemos que, ese capital inversionista es superior en unos 40 millones de pesos al presupuesto del Estado cubano para el año 2019.
En ingresos brutos el presupuesto del Estado cubano es de 60 mil 020,3 millones según la Ley No. 126 del 4 de enero de 2019.
“Y el país se gasta no menos de 1000 millones en la defensa cada año, sólo en las Fuerzas Armadas Revolucionarias, ¡más de 1000 millones! No he contado los cientos de millones que el país gasta en el Ministerio del Interior”, dijo Fidel Castro en 1989.
¿Podrán los cubanos (en Cuba) poseer y operar libremente con más recursos financieros que el Ejército y la Policía?
El artículo 30 de la vigente Constitución expresa: “La concentración de la propiedad en personas naturales o jurídicas no estatales es regulada por el Estado”.
Salvo algunos recursos financieros, vehículos, viviendas, en manos de quienes no suelen ejercer sus derechos políticos apoyando sus ideas con sus bienes, como sí sucedió en los años 50 y 60 del pasado siglo, en Cuba ya no existe “concentración de la propiedad”.
Tempranero, el castrismo eliminó todo poder económico en manos de los cubanos. Propietarios y profesionales cubanos, urbanos y rurales, debieron elegir: o servir al Estado cuales asalariados o emigrar.
La Ley de Reforma Agraria del 17 de mayo de 1959 permitió fincas de hasta 30 caballerías.
Pero el 3 de octubre de 1963, fue promulgada la Segunda Ley de Reforma Agraria, expropiando aquellas fincas de 30 caballerías:
“Poseedores burgueses”, utilizan con fines “antisociales y contrarrevolucionarios”, los elevados ingresos que obtienen de la explotación del trabajo”, alegó la ley.
Mucho antes, el 13 de octubre de 1960, 383 empresas industriales y comerciales, de forma forzosa fueron expropiadas mediante la Ley No. 890, entre otras razones, por “utilización exagerada de medios de financiamiento sin empleo del capital operativo, con la finalidad de acumular efectivo e invertirlo en el extranjero previa obtención clandestina de divisas”, adujo la ley.
El 4 de diciembre de 1962, el Consejo de Ministros aprobó la Ley 1076, disponiendo la nacionalización de las peleterías, tiendas de ropa y ferreterías, y el 4 de abril de 1963, promulgó la Ley General de Precios, “para luchar contra la especulación y el mercado negro”, dijo.
Finalmente, la llamada “ofensiva revolucionaria” de marzo de 1968, expropió hasta los cajones de los limpiabotas.
Luego… ¿Cómo sin poseer fábricas, comercios, edificios de apartamentos, hoteles ni fincas con capacidad exportadora, los cubanos residentes en Cuba pueden reunir no cuatro mil millones de dólares según refieren algunos analistas, sino tan sólo los 335 millones de dólares invertidos en Panamá?
En comparecencia radiotelevisada el pasado martes 15, el vicepresidente Salvador Valdés Mesa dijo que, “el dinero que está saliendo del país” para adquirir esos productos, (el de las importaciones privadas), se estima en “cifras significativas”.
A fuer de ser objetivo, Valdés Mesa debió decir que, a cuenta de familiares, amigos o socios en el extranjero, “cifras significativas” de dinero están entrando al país, y, saliendo al extranjero, regresan a Cuba en forma de mercancías; o…, mediante cuentas abiertas en bancos extranjeros, traen importaciones a Cuba que, el Estado cubano, no puede costear por incapacidad de pago.
A partir de 1959 y hasta el día de hoy, unos dos millones de cubanos salieron de Cuba, y, según el momento histórico de su partida, fueron vilipendiados por el castrismo tildándolos de batistianos, mercenarios, bandidos, gusanos, escorias, apátridas, desertores, ex cubanos, y, por último, llamándolos “Caín”; todos, en su día, considerados “contrarrevolucionarios-vendepatrias”, aunque luego a muchos llamaron “comunidad cubana en el exterior”.
Muchos de esos cubanos tienen prohibido poner un pie en Cuba; y, a los ausentes por más de dos años, el Estado los incapacita hasta para heredar, e, incluso, confisca sus viviendas otorgándolas a algún familiar u a otra persona. Los cubanos residentes en el exterior tienen prohibido poseer propiedades en Cuba.
Pero ahora, a todos sin exclusión y da igual si los llamaron batistianos, mercenarios, bandidos, gusanos, escorias, apátridas, desertores o ex cubanos de la “comunidad cubana en el exterior”, a todos, les informan que, en lo adelante, sus familiares, amigos o socios, no podrán hacer importaciones comerciales según venían haciendo.
En lo adelante, si pretenden comprar para uso personal equipos de “alta gama” o hacer importaciones para otros usos, no valen los pesos cubanos devaluados ni los “pesos convertibles” de convertibilidad ficticia.
Ahora deberán pagar con moneda efectivamente convertible; no importa si dólares, euros, libras esterlinas, francos, pesos mexicanos, coronas o yenes; importa, eso sí, depositarlos en la banca estatal de Cuba; ansiosamente, allí los esperan; en los comercios ya pagarán con tarjetas magnéticas.
Como en Cuba ya hicieron una reforma urbana y dos reformas agrarias, sin resultados, aumentaron los barrios insalubres y de campo labrantío el campo cubano se transformó en manigual, ahora, en Cuba comenzó otra reforma verde; pero la coloración aceituna no la busque en los árboles ni en los prados confiscados, hoy mustios; búsquese el verde en las tarjetas magnéticas plantadas con billetes verdes americanos, por los “excubanos”.
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