LA HABANA, Cuba. – La doble moral es un uniforme de uso obligatorio en los predios del socialismo que Fidel concibió, a escondidas, en los montes de la Sierra Maestra, enmascaró en su viaje triunfal rumbo a La Habana, en las postrimerías de 1958, y develó en abril de 1961 hasta la fecha.
Fue a partir de ahí que el cubano comenzó a utilizar esa indumentaria con mayor asiduidad.
El asunto era protegerse del dedo acusador que sobresalía por cualquier resquicio de la ola revolucionaria.
Las inquinas contra el proceso político en plena evolución, había que disimularlo de alguna manera y nada más oportuno que mostrar el apoyo al nuevo liderazgo con aplausos, reverencias, elogios y todo cuanto expresara una adhesión incondicional a lo que se planteaba como el inicio de un período de gloria, abundancia y felicidad plena sin fecha de caducidad y para todas las generaciones.
La historia señala que hasta los creyentes más convencidos de que el modelo marxista-leninista era la mejor opción para llegar a la cima de la bienaventuranza, terminaron vistiendo el mismo uniforme, con su variedad de tallas y apliques.
El desengaño fue tan masivo como las concentraciones en la Plaza de la Revolución, donde el máximo líder prometía villas y castillas, entre estruendosos vítores, gritos y tembleques cargados de emoción, como si se tratara de un concierto de Michael Jackson.
Poco a poco Cuba fue colonizada por la escasez, en todas sus manifestaciones, el poder adquisitivo del peso descendió en picada, la productividad del trabajo también fue al piso y la esperanza de salir de la crisis se transformó en una idea abstracta. Las carencias permanecieron con la misma vitalidad de la fraseología hueca del poder, siempre con el triunfalismo a cuesta frente a una realidad marcada por el sinsentido de un progreso, mediante un paso adelante y dos o tres hacia atrás.
Los martillazos de la pobreza, las prohibiciones absurdas y los mecanismos de terror, operados diligentemente por chivatos y policías, resultaron ser mucho más fuertes que los cantos de sirena de los funcionarios y los burócratas escogidos para la función de turno.
En un clima de sospechas, carencias permanentes y posibilidades de caer en manos de la policía por delitos muchas veces inventados o supuestos a cometerse en un futuro, puede entenderse que un número notable de personas haya elegido el camino de los disfraces y las máscaras con tal de evitarse mayores desgracias. El asunto es que, con la asunción de tantos roles, el riesgo de perder la integridad moral y ética, es altamente probable. Un menoscabo que trae aparejado una serie de efectos contraproducentes en cuanto a proyección social se refiere. Una persona que se engañe a sí misma, una y otra vez, por los motivos expuestos, no puede dar buenos frutos. Su conciencia se marchita irremisiblemente.
No sé si al referirme a la doble moral esté barajando un término inexistente. Creo que lo correcto sería admitir que no hay ninguna.
A modo de ejemplo tomo a un par de personajes, aparentemente, en sintonía total con la ideología del partido único: Rafael Serrano y Fernando Hechavarría, el primero, presentador del noticiario estelar de la televisión y vocero del régimen, y el otro, un actor de larga trayectoria, en el teatro, la radio y los medios audiovisuales.
Ambos, no tienen reparos en presentar, públicamente, sus credenciales a favor de la dictadura y denostar, con fervor, el modelo capitalista, la sociedad estadounidense y la actual administración republicana, sin embargo, gracias a las redes sociales, se les ha visto de visita en Miami, disfrutando de lo que tanto critican.
La omnipresencia del oportunismo y la mezquindad ha dinamitado la base social y la cultura en Cuba. Un desastre que obliga a pensar en lo difícil que será la construcción de una nueva república sobre esa podredumbre.
Recibe la información de Cubanet en tu teléfono a través de Telegram o WhatsApp. Envíanos un mensaje con la palabra “CUBA” al teléfono +1 (786) 498 0236 y suscríbete a nuestro Boletín dando click aquí.