LA HABANA, Cuba. – Finalmente el régimen decretó el cierre de fronteras al turismo, regulación que se hará efectiva a partir del 24 de marzo. Hubo que superar la veintena de casos positivos al Covid-19 para anunciar la medida tan demandada por la población desde las redes sociales; pero quedan pendientes muchas cuestiones relacionadas con la organización y disciplina ciudadanas si se quiere reducir al mínimo el impacto de un virus para el que todavía no existe cura.
A diario la dictadura exhorta a no salir de casa a menos que sea estrictamente necesario; hace énfasis en mantener la higiene y recalca lo mucho que se está trabajando a nivel de hospital para darle el tratamiento adecuado a los casos sospechosos o positivos por Covid-19. La matraca ideológica a través de los medios de comunicación ha sido insufrible, porque toda alabanza a la salud pública cubana pasa obligatoriamente por una crítica odiosa y falseada al sistema sanitario de los países capitalistas, en particular al de Estados Unidos.
En sus “análisis” empachados de politiquería la periodista Cristina Escobar acusa a otras naciones de haber descuidado sus programas de salud. Sin embargo, se ha guardado mucho de señalar la tibieza de las precauciones adoptadas por el régimen y las carencias del sistema sanitario cubano, que colapsará en dos días si la pandemia prende con fuerza entre una población envejecida y mal apertrechada frente a un virus altamente contagioso.
La reportera no habla de los tumultos para comprar víveres donde personas de todas las edades, higienizadas como pueden debido a la escasez de productos de aseo, se aprietan unos contra otros, respiran en el cuello de sus compatriotas y tocan cuanto tengan a la mano. Cuba se aproxima a la cifra de 40 casos positivos y continúa llena de potenciales focos para la propagación del Covid-19, en tanto los hospitales comienzan a desbordar su capacidad con pacientes agripados a los que se debe mantener bajo estrecha vigilancia para evitar males mayores.
Toda la prensa oficialista está en función de dar un gran golpe mediático; que se diga que Cuba no adoptó medidas extremas ni en el momento más crítico porque su sistema de salud es poderoso. El permiso concedido al crucero británico MS Braemar para atracar en Puerto Mariel con sus cinco enfermos de Covid-19, puede haber incorporado una dosis de altruismo a la posibilidad de ganar dos millones de dólares. Pero lo más importante fue la oportunidad de exhibir un personal médico equipado de acuerdo a los estándares del primer mundo, y desplegar una caravana de ómnibus confortables para cientos de turistas que volverán a su tierra admirados por la impecabilidad del sistema sanitario cubano y la infraestructura que un país pequeño, pobre y bloqueado pone a disposición de los extranjeros.
La solidaridad ofrecida a aquel millar de pasajeros fue una movida maestra, no solo para aplacar el descontento de los miembros del Club de París con la “buena voluntad” del castrismo, siempre atrasado en sus pagos; sino para deformar aún más la percepción que tienen los europeos sobre Cuba. A través de esos fugaces viajeros que pienso sí merecían nuestra ayuda, la dictadura juega su mejor carta: la propaganda. El coronavirus se ha presentado como una excelente oportunidad para recuperar el terreno perdido ante la opinión internacional por las acusaciones al régimen de insertar a sus profesionales de la salud en un patrón de esclavitud moderna, y entrenarlos como agentes de influencia política en países latinoamericanos.
Las brigadas médicas cubanas se aprestan de nuevo a salvar el mundo, esta vez armadas con Interferón Alfa 2B, que no es la cura para el Covid-19 aunque algunos mentirosos subvencionados del generalato estén pregonando que “Cuba tiene el antídoto”. Así de desesperado está el régimen por vender lo único que posee, aunque queden menos especialistas para atender a los enfermos cubanos. A fin de cuentas, si el virus se esparce por la Isla causará más estragos entre la población anciana, la misma que en sus años de juventud hizo triunfar este sistema retrógrado para el cual hoy solo representa un enorme gasto en salud y seguridad social.
El cierre de fronteras ha sido bien acogido, pero es tardío. Ya el coronavirus está aquí, y el plan del castrismo seguirá adelante con la complicidad de la prensa estatal y las autoridades sanitarias, que entienden muy bien la magnitud de la catástrofe que podría desatarse.
Todo lo que importa, no obstante, es escribir nuevas páginas de entrega y humanismo; que no falten odas dedicadas a los galenos que salieron hacia Lombardía, los que se ofrecieron a ayudar en España y los que esperan, ansiosos por salir de este infierno sin comida, agua, transporte ni medicinas, ser llamados para brindar su experticia en nombre de la Revolución, donde sea que los necesiten.
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