LA HABANA, Cuba. – Con un plan inversionista de 700 millones de euros y la promesa de que Rusia buscará la manera de hacerle llegar petróleo a Cuba, el Primer Ministro del gigante euroasiático, Dmitri Medvédev, trajo algo de consuelo al ojeroso Miguel Díaz-Canel y a los ingenuos ciudadanos que siguen creyendo en la estrategia del “mantenido”. Una vez más el gobierno ruso se presenta como el amigo incondicional que tiende la mano a su inepto socio caribeño; a esa miserable, pero efectiva atalaya que mira desde bien cerca hacia los Estados Unidos.
Investirlo con el título de Doctor Honoris Causa por la Universidad de La Habana, fue el modo menos limosnero que encontró el generalato cubano para darle a entender a Medvédev que están desesperados. Le han ofrecido un reconocimiento que pierde todo su valor ante las recientes expulsiones de profesores considerados ideológicamente conflictivos; pero es todo lo que puede dar un país empobrecido a voluntad por una dictadura de seis décadas. Tanto es así, que mientras la Rectora Miriam Nicado repasaba el extenso currículum de Medvédev durante la ceremonia oficial en el Aula Magna, daba vergüenza pensar que ella misma y los diputados a la Asamblea Nacional no reúnen, entre todos, un aval político e intelectual tan robusto como el del Jefe de Gobierno ruso.
Impresionante este Dmitri que desde hace veinte años se alterna con Vladimir Putin los dos primeros cargos de la Federación Rusa. Tan importante fue su visita que Raúl Castró salió del sarcófago para recibirlo personalmente, aunque después dejara el resto del protocolo en manos de Díaz-Canel.
Energía, Transporte, Turismo, Educación y Cultura son algunos de los apartados que contarán con el respaldo del gobierno encabezado por Vladimir Putin; el mismo que exhortó a Maduro a dialogar con la oposición, pero se muestra complaciente con la dictadura de La Habana, culpable de la crisis en Venezuela y la consecuente inestabilidad que se ha extendido al área sudamericana.
Favores, créditos y donaciones que nadie sabe en qué forma serán pagados o retribuidos si Cuba cada día produce y exporta menos. Van a cumplirse diez años desde que se trazara la política de Nuevos Lineamientos Económicos, dirigida por el Partido Comunista de Cuba, y el proceso parece haber sido ralentizado por sus propios creadores, incapaces de adoptar otra estrategia que no sea la subordinación de la economía a la maquinaria ideológica que ha devastado al país.
Desplome en la producción de alimentos y otros bienes básicos; crisis en el transporte público; escasez de medicinas; contracción del sector privado; retorno al uso de la tracción animal para preparar la siembra y distribuir las cosechas; miles de trabajadores cesantes y una dependencia compulsiva de naciones con mayores recursos, es el diagnóstico de una economía que continúa en reversa a causa de mentalidades obcecadas y un relevo político totalmente desprovisto de carácter.
La Venezuela chavista no puede siquiera ayudarse a sí misma. Hay que buscar un nuevo benefactor, el mismo de hace treinta años, pero renovado gracias a un esquema de “socialismo de mercado” que Cuba se niega a aplicar. Una vez más el régimen prefiere recurrir a la ayuda de una potencia extranjera antes que al concurso de los cubanos dentro y fuera de la Isla.
No obstante, muchos factores han cambiado en tres décadas y está por verse hasta dónde llegará la simpatía de Rusia hacia la ameba del Caribe. El respaldo declarado por Medvédev no marcará ninguna diferencia para los cubanos atrapados en los estratos más bajos de la “coyuntura”; pero abre una brecha de esperanza al régimen, que debe estar rezando para que el proceso de impeachment contra Donald Trump iniciado por los demócratas, arroje de la Casa Blanca a ese que tiene a Bruno Rodríguez Parrilla gimoteando en Naciones Unidas.
El tiempo apremia. Aumenta el descontento social y la llegada de tres millones de barriles de petróleo y derivados provenientes de Venezuela, genera más preocupación que optimismo; pues una cifra tan abundante en plena imposición de sanciones pudiera indicar que se realizó, a toda prisa, una última negociación de la cual Cuba procuró sacar la mayor ventaja posible.
Con esos tres milloncitos Díaz-Canel cumple lo dicho el 11 de septiembre cuando anunció la “situación coyuntural”, dorando la píldora al asegurar que los contratos de combustible para el mes de octubre ya estaban negociados. Lo que sucederá para finales de año y principios de 2020 es de dominio exclusivo de la cúpula castrista, tan dada a los secretismos y la toma de decisiones sin previa consulta con el pueblo cubano.
No será bueno, en cualquier caso; por eso Díaz-Canel afirmó recientemente que las medidas de ahorro se mantendrían a pesar de la llegada de los tanqueros, mientras el apresurado acercamiento con Rusia indica que el régimen cubano está dispuesto a reciclar viejas prácticas antes que impulsar una reforma de amplio alcance en beneficio del futuro de la nación.
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