LAS TUNAS, Cuba.- Cuales caballos galoparon las cifras del referéndum constitucional este domingo, y ese galopar de números tempraneros, además de lo visto y escuchado en mi pueblo, me hizo pronosticar las cifras que sólo pasada la media tarde de este lunes la Comisión Electoral Nacional hizo públicas.
“Los Testigos de Jehová de mi colegio no van a votar, y son 40”, me dijo un amigo el pasado sábado.
Pero al mediodía del domingo la Comisión Electoral de Puerto Padre informaba que, en tal y más cual colegio electoral, ya había votado el 100%. ¡Qué casualidad!, precisamente uno de esos colegios era el de la comunidad de religiosos practicantes que me dijo mi amigo.
Vamos a ver: el padrón electoral del municipio Puerto Padre según fuentes oficiales está integrado por 72 mil 72 electores, de los que, según las autoridades, a las nueve de la mañana, poco más de un tercio, unos 27 mil, ya habían votado.
A las 12 meridiano, las autoridades emitieron otro parte: ya en mi pueblo, mitad citadino, mitad costanero y rural, 48 mil 462 “votaron”, dijo la radio.
Al estupendo ritmo de 9 mil 692 electores por hora, habían votado algo así como 162 personas por minuto, llegando a los colegios electorales, saludando, identificándose, firmando el acta, recibiendo la boleta, pasando a la esclusa, marcando la boleta, depositándola en la urna y diciendo adiós. Rápidos, eh…
Pasadas las seis de la tarde, la Comisión Electoral Municipal dijo que, en Puerto Padre, votaron 65 mil 269 electores; luego 6 mil 803 se abstuvieron, y si el 87,19% dijo Sí, entonces 8 mil 360 dijo No. Y algo parecido sucedió en toda Cuba.
Por la Comisión Electoral Nacional este lunes conocimos que, el castrismo sólo obtuvo el 73,31% de los votos.
Y digo “sólo obtuvo el 73,31%”, porque luego del castrismo privar de sus derechos a cientos de opositores y arrear a todos los cubanos por el atajo del sí porque sí, esa es una victoria pírrica.
Sancionándolos con privación de libertad, condenó a pérdida del derecho al sufragio a disidentes y opositores políticos, aunque ahora ellos se encuentren en sus casas. Metiendo en los calabozos a unos y a otros limitándonos la libertad en nuestras propias casas, a las cuatro de la madrugada de este domingo ya mi domicilio estaba cercado, el castrismo hizo campaña electoral noche y día, gastando millones del erario público, en un proselitismo sin igual, con el monopolio de todos los medios de comunicación, radio, televisión y prensa escrita en sus manos.
Óigame, que el castrismo obtuviera sólo el 73,31% del voto de los cubanos debe tenerlos con sus bardas en remojo.
En la Mesa Redonda de la televisión oficial alguien dijo que capitalizar el voto de quienes no asistieron a las urnas no sería signo fiable de abstencionismo ideológico, porque si bien muchos se abstuvieron por motivos políticos o religiosos, otros cubanos no acudieron a votar a resultas de encontrarse en el extranjero, por motivos personales, incluso económicos, pues estarían “haciendo negocios”.
Es aceptable esa propuesta. Pero cabe preguntarse: ¿Por qué los cubanos se transforman en “mulas”, y hoy andan “haciendo negocios” ilícitos, según la ley castrista, e importando mercancías no sólo de Panamá y de Estados Unidos, sino también de la pobrísima y convulsa Haití?
Escuché a una mujer, casi una anciana decir: “Yo eché la boleta en blanco.”
Y escuché a un joven afirmar: “Yo traté de pintar (en la boleta) a Messi, pero soy mal dibujante y era poco tiempo”.
El castrismo lo sabe. Tiene un montón de adeptos por convicción, otra brazada por hipocresía y otra gavilla de aduladores por conveniencias socioeconómicas. Suman 73,31%, votos dudosos, poco fiables.
Delante tiene algo así como 2 482 108 cubanas y cubanos que dijeron NO. Anularon sus boletas, las dejaron en blanco, o simplemente ni se molestaron en mirar hacia los colegios electorales.
Más de dos millones de cubanas y cubanos con derechos para elegir y ser elegidos no son una cifra insignificante, y les pregunto: ¿Qué hacemos ahora?
Pues… ¡Promover reformas constitucionales tan pronto como jurídicamente sea posible!
El artículo 229 de la recién aprobada Constitución 2019 dice que no son reformables la “irrevocabilidad del sistema socialista”, establecido en el tercer párrafo del artículo 4, y la “prohibición de negociar” bajo “agresión, amenaza o coerción”, previsto en el inciso a) del artículo 16”.
Bien. Ahora no hay que ir contra esas alambradas. Las guerras no suelen ganarse en una sola batalla. Operativamente hablando, existen otros teatros de operaciones por donde comenzar la ofensiva.
“El Estado promueve y brinda garantías a la inversión extranjera”, dice el artículo 28 de la recién aprobada Constitución, segregacionista, como un día lo fue el apartheid sudafricano.
Pero, tan pronto como ajustado a derecho sea posible, debía proponerse una reforma constitucional para que, por ejemplo, en beneficio de cubanos y extranjeros, tal artículo diga: “El Estado promueve y brinda garantías por igual a la inversión de personas nacionales y extranjeras.”
Mujeres y hombres emprendedores, con vocación inversionista, bien podían unir a familiares, amigos, vecinos y la sociedad toda, para conseguir ese propósito con apego al derecho constitucional, mediante petición a la Asamblea Nacional, según conceptúa el artículo 227 inciso f), a través de 50 mil peticionarios.
Y, lo de la inversión no sólo para extranjeros, sino también para los cubanos que puedan reunir un capital lícito, sólo es un ejemplo.
Me vienen a la mente decenas de reformas legislativas que, precisamente por proteger derechos constitucionales, la sociedad cubana deberá llevar adelante, en caso de no ser el mismo gobierno quien las acometa por mero sentido común si, luego de diezmar a la población con sus carencias, ellos mismos no pretenden suicidarse, envenenados por estatismo, o atragantados de carne de vacas ajenas.
“¿A qué viene eso? Según el artículo 29 sólo el Estado puede comprar la tierra a su propietario. ¿Por qué yo no puedo comprar la tierra a su legítimo dueño? ¿Por qué los hijos del propietario si se hicieron médicos no pueden heredar la tierra de su padre?”, me bombardeó con esas preguntas un ganadero, expresamente llegado a mi casa, desde Camagüey, el pasado diciembre.
Este 25 de febrero, recién concluido el referéndum, que de consulta democrática poco tuvo, lancé al aire la propuesta de no desmovilizar la sociedad civil para, desde ya, elaborar proyectos promoviendo reformas constitucionales parciales.
“¿Usted cree, Méndez Castelló, que el castrismo no pondrá trabas a las peticiones de reformas constitucionales que usted sugiere como ya hicieron con el Proyecto Varela?”, me preguntó el periodista de Radio Martí Tomás Cardoso, conductor del programa Radiografía de la Constitución.
“Sí, pondrán toda suerte de obstáculos como ya nos tienen acostumbrados. Pero ya los cubanos no son aquellos de cuando reunieron 10 mil u 11 mil firmas para el Proyecto Varela. Ahora exigen que 50 mil electores suscriban la petición de reforma. Pero ahora pueden suscribirla no 50 mil, sino 100 mil, 150 electores. La petición de reformas constitucionales parciales sería la continuidad del No. Y el mundo estará mirando a Cuba. Y entonces vamos a ver qué pasa”, dije.