¿A quién culpar por la profanación del busto martiano?


LA HABANA, Cuba. – La prensa escrita cubana no ha brindado una cobertura explícita a la acción que culminó en el vertimiento de pintura roja sobre un busto de José Martí. Pero la edición dominical del pasado 5 de enero del periódico Juventud Rebelde está encabezada por el artículo “Ese misterio clarísimo e intocable”, en el que se incluye una expresión del poeta Cintio Vitier que califica la figura de Martí como “intocable porque ningún oprobio ni afrenta puede mancharlo”. Es decir, no se menciona el hecho, pero implícitamente hay alusión a él.
Sin embargo, en la emisora radial Radio Reloj apareció un comentario en el que se reprueba en duros términos el referido hecho, al que llegan a comparar con el ultraje cometido por aquel marine norteamericano a la estatua de Martí en el Parque Central de La Habana en los años cincuenta de la anterior centuria. Una acción que en su momento fue censurada por el embajador norteamericano en Cuba, quien en desagravio colocó una ofrenda floral a los pies de dicha estatua.
Mas, las diferencias son ostensibles. Porque a aquel marine no lo movió otra razón que no fuera su estado de ebriedad, mientras que las personas que ahora atentaron contra la figura del Apóstol lo hicieron como protesta contra el actual estado de cosas en la isla.
El comentario de Radio Reloj insiste en que Martí constituye un símbolo patrio que debe ser respetado por todos los cubanos. Y, ciertamente, el Héroe de Dos Ríos debía de merecer la veneración de nuestros compatriotas. Sucede, empero, que el castrismo se ha encargado de despojar a Martí de la condición de símbolo patrio para transformarlo en un estandarte ideológico del sistema totalitario que impera en la isla.
Son varias las generaciones de cubanos que han crecido escuchando a toda hora que Martí fue el autor intelectual del asalto al cuartel Moncada, y que al fundar el Partido Revolucionario Cubano cuando preparaba su gesta libertaria contra el colonialismo español, Martí albergaba propósitos similares a los de Fidel Castro cuando creó el actual Partido Comunista de Cuba. En cambio, poco habla la propaganda oficialista cubana acerca de la desconfianza martiana hacia el socialismo debido a la dureza con que pedía la justicia social, o de su advertencia en el sentido de que una república no se funda como se manda un campamento.
Así, no es aventurado afirmar que los actuales gobernantes cubanos son, en el fondo, los máximos responsables de cualquier acción que se cometa contra la efigie de los padres fundadores de nuestra nación. Todo como consecuencia también de ese embuste histórico de que la revolución cubana es una sola, iniciada por Carlos Manuel de Céspedes en 1868 y concluida por Fidel Castro en 1959.
Algún día la historia que se escriba en Cuba deberá poner las cosas en su debido lugar. Entonces ningún cubano atentará contra la imagen de nuestros próceres independentistas. De igual manera, no crecerán niños y jóvenes creyendo que los expedicionarios de Playa Girón en 1961 eran mercenarios, ni que los alzados en las montañas del Escambray eran bandidos.
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