LA HABANA, Cuba.- Revelar la presión que ejerce la Seguridad del Estado sobre la sociedad civil puede tornarse aburrido, y llegados al punto en que estamos, casi inútil. Experiencias recientes han demostrado que hasta el más mediático se pudre en prisión, en la más cruel soledad, en el más abyecto de los olvidos. Aun así, quedarse callado es la peor decisión cuando se vive bajo un régimen totalitario. No importa que el cerco se haga más pequeño, o que la impunidad de una dictadura haga lucir vano cualquier intento de autodefensa. Si solo tienes una aguja, con ella te defiendes aunque una espada sea lo ideal.
El último “encuentro” que tuve con la policía política, el pasado 7 de abril, me dejó más preocupada por Cuba que por mí. “Vas a ir a la cárcel por lo que haces”, fue la línea de apertura del oficial Osvaldo, quien además me advirtió que ya existe un expediente en mi contra y será él quien acompañe todo el proceso. Sin embargo, él no sabe quién soy ni ha leído mis textos, como tampoco lo ha hecho el oficial Alberto, quien me acusó de publicar noticias falsas pese a que escribo artículos de opinión; muchos de ellos basados en los datos y cifras avalados por los medios estatales.
En algún momento de la “entrevista” admitieron que desde julio de 2021 las cosas habían cambiado, para peor. Hablaron con desprecio de los presos políticos, del Movimiento San Isidro, de los periodistas que han optado por el exilio; incluso me sugirieron emigrar.
El oficial Alberto se mostró particularmente interesado en una rueda de prensa informal que sostuvo el Sr. Timothy Zúñiga-Brown, Encargado de Negocios de la Embajada de Estados Unidos, con algunos periodistas independientes, yo entre ellos. La cita de marras tuvo como objetivo anunciar la reanudación parcial de los servicios consulares y comentar temas de actualidad, especialmente las relaciones entre Cuba y Estados Unidos, que no van en dirección a una mejoría pese a la reapertura de la sede diplomática.
El oficial Alberto aseguró que un encuentro similar había tenido lugar días antes con la prensa acreditada, insinuando que los medios independientes habían quedado relegados a un segundo plano. Quería saber si esa preferencia me afectaba de algún modo, como si hacer prensa fuera cuestión de credenciales.
Los medios independientes cubanos han estado donde se les necesita y nada tienen que envidiarle a la prensa extranjera. Algunos consideran que se han quedado estancados en los mismos temas, pero desgraciadamente los traumas de Cuba no han variado en seis décadas. Todo lo contrario, se han enquistado y agravado al punto de hundir la nación en el más espantoso inmovilismo. Colapso económico, represión, éxodo. ¿Qué podría ser más urgente?
Lo peor de la “entrevista” fue soportar la supina ignorancia de dos individuos que miran a Cuba sin verla. Cero dolor, cero vergüenza, cero empatía. No existe en esas cabezas la más mínima luz que les permita entender que lo que ocurre es peligroso hasta para ellos mismos. Hay que estar delante de un agente de la Seguridad del Estado para saber cómo funciona un cerebro en sombras, devastado por el esfuerzo de contener una ola que se agiganta y enfurece cada día que pasa.
No pude evitar sentir pena cuando vi al oficial Alberto llegar extenuado, sudoroso y con bolsas debajo de los ojos para dedicar una hora de su vida a ver cómo el oficial Osvaldo trataba de intimidar a una mujer. A eso fue el joven esbirro: a aprender cómo desperdiciar su vida amargando la ajena, en nombre de una élite que nos ha jodido el futuro a ambos; una casta que ha sido peor para Cuba que las dictaduras de Machado y Batista combinadas.
Escribir para un medio extranjero no significa que demos por buenas las intenciones de Estados Unidos o la Unión Europea. La historia, y más aún, los hechos recientes, están ahí para demostrar que sus políticas son demasiado veleidosas como para confiar. Washington procede según el gobierno de turno, y el Parlamento Europeo condena las atrocidades del castrismo mientras en la Isla se siguen levantando hoteles con el dinero de sus países miembros.
Aquí nadie es tonto. Mi confianza pertenece al pueblo cubano y su diáspora. Ni Estados Unidos, ni ningún otro país vendrá a sacarnos de nuestra miseria, y pobre de nosotros si, llegado el caso, lo permitimos. No soy entusiasta de la anexión, menos todavía de una invasión; pero reconozco que por muy avieso que haya sido el “vecino del norte” en determinados momentos de nuestra historia, ni de lejos ha provocado tanto daño como el Partido Comunista de Cuba, único enemigo de este desdichado pueblo.
Casi a punto de terminar su monólogo, el oficial Osvaldo me preguntó, refiriéndose al hostigamiento contra mi persona: “a ver, dígame de verdad, ¿usted cree que esto es vida?”. Por supuesto que no, como tampoco lo es morderse la lengua mientras el sol te calcina y la fatiga te gana la pelea en una cola de seis horas para comprar dos tubitos de picadillo.
Vivir, lo que se dice vivir, es incompatible con la realidad de Cuba. El silencio no puede ser la solución. Por muy limitado que sea el alcance de nuestras voces, y por muy terrible el castigo prometido, denunciar es todo lo que nos queda.
ARTÍCULO DE OPINIÓN
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