HARRISONBURG, Estados Unidos. — La revolución cubana derivó muy pronto hacia lo que hoy es la más longeva y represiva de todas las dictaduras del hemisferio occidental. Sus dirigentes han hecho de la política de los Estados Unidos hacia el archipiélago-cárcel un manido referente justificativo de su sexagenaria incapacidad para hacer de Cuba un país próspero y un estado de derecho.
La administración del presidente Joseph Biden prometió revisar profundamente la política aplicada por la anterior administración con respecto a Cuba, pero dejó bien claro que ello no era una prioridad, algo que considero un error. En esa posición política aprecio —y ojalá esté equivocado— una subestimación que puede ser peligrosa, de hecho, lo ocurrido desde 1959 hasta la fecha lo ha demostrado.
Desde la década de los sesenta Fidel Castro comenzó a entrenar a miembros de los movimientos extremistas del continente con el objetivo de exportar la lucha violenta y desestabilizar las democracias.
En el contexto del enfrentamiento este-oeste que marcó el período entre 1945 y 1991, esa primera etapa de la dictadura cubana marcó su proyección internacional. Entre sus métodos no solo estuvo la propagación del “terrorismo revolucionario”, sino también el envío de agentes de la Seguridad del Estado hacia numerosos países, principalmente a Estados Unidos.
La crisis de los misiles en octubre de 1962 demostró hasta dónde estaba dispuesto a llegar Fidel Castro, pero los políticos estadounidenses continuaron subestimándolo, y ya conocemos cuánta inestabilidad política y muertes trajo esa posición para el continente y el mundo.
Ha sido revelado por algunos que esos agentes que arribaron a este país en las décadas de los sesenta y setenta no solo tenían el objetivo de vigilar al exilio cubano y penetrarlo para obtener información, sino que también estaban destinados a ejecutar acciones terroristas en caso de que ocurriera la tan anunciada invasión militar estadounidense, uno de los argumentos preferidos del castrismo para justificar la represión y militarización extrema impuesta en el país. Porque… ¿para qué la dictadura necesita un ejército tan numeroso si no es para reprimir al pueblo?
Cuando fue descubierta la Red Avispa, Fidel Castro expresó públicamente que los cubanos que la conformaron no eran espías, que estaban en los Estados Unidos para defender a la revolución de acciones terroristas planeadas y ejecutadas desde la Florida y que Cuba no espiaba a este país. Sin embargo, el caso de Ana Belén Montes desmintió rotundamente al dictador.
En un artículo de Juan F. Benemelis, publicado en el Think-Tank de Cubanálisis y titulado Ana Belén Montes: un topo en el Pentágono, se asegura que la entonces analista principal sobre Cuba en la Agencia de Inteligencia para la Defensa fue la decimoséptima espía a favor del régimen que fue detenida en Estados Unidos desde 1998. El 19 de marzo del 2002 se reconoció culpable de haber espiado para la dictadura cubana por 17 años.
En 1990 Luíz Inácio (Lula) da Silva, líder del Partido de los Trabajadores de Brasil, fundó junto a Fidel Castro el Foro de São Paulo, un movimiento aglutinador de todas las fuerzas políticas de izquierda de América Latina y el Caribe. Hoy también se sabe que, a través de ese movimiento, varios políticos latinoamericanos recibieron dinero para acceder al poder. Las recientes declaraciones de Hugo Armando “Pollo” Carvajal, ex jefe de la inteligencia militar en Venezuela durante el gobierno de Hugo Chávez, demuestran hasta dónde llegan los tentáculos de esa izquierda hostil a los derechos humanos y la democracia que, con la dictadura cubana a la cabeza, ha logrado buenos caldos de cultivo dictatorial en Venezuela, Nicaragua y Bolivia, sin excluir a Chile, Honduras y Perú, que están en salmuera.
Cada vez que la dictadura ha estado en una coyuntura extremadamente difícil, como la actual, ha propiciado la salida masiva de sus ciudadanos hacia el exterior, una jugada maestra que, por un lado, debilita la presión interna hacia ella y, por otro, constituye un potencial incremento de las remesas que ayudan a sostenerla. Esa jugada ha sido propiciada ahora por Nicaragua al eximir de visado a los cubanos que arriben a ese país, un estímulo a la emigración ilegal hacia Estados Unidos. Resultaría sumamente ingenuo pensar que en medio de esa masa no habrá agentes de la Seguridad del Estado.
Tampoco creo descabellado afirmar que Estados Unidos se ha convertido en un objetivo de penetración ideológica para esa izquierda nauseabunda y la reciente manifestación en Chicago, donde cientos de manifestantes coreaban que la solución estaba en la revolución comunista, constituye una prueba de lo que afirmo.
Por estos días, Alex Otaola ha denunciado que un connotado esbirro de la dictadura nombrado Félix Ochoa Fernández, quien fuera jefe de Orden Interior en la prisión de Boniato, provincia de Santiago de Cuba, y luego presidente de la Sala Primera de lo Penal del Tribunal Provincial allí, reside en Miami y que también lo hace Bárbara Miranda, periodista oficialista de Cárdenas, Matanzas, quien participó en actos de repudio contra las Damas de Blanco.
Personalmente creo que eso es una vergüenza y una burla a quienes en Cuba fueron fusilados, encarcelados, torturados y reprimidos por la dictadura comunista, como también creo que lo es permitir la entrada y permanencia en este país a personas como Rafael Serrano, Julita Osendi, Mayito Rivera (ex cantante de los Van Van), al profesor Carlos Lazo y a otros destacados defensores de la falta de libertades que existe en Cuba. ¿Cómo se sentirían esas personas si quienes antes fueron reprimidos y encarcelados por el castrismo les hicieran un acto de repudio aquí?
Que Cuba no constituya un tema de prioridad política para la actual administración estadounidense en cuanto a lo concerniente al embargo y al envío de remesas se entiende, pero después de lo ocurrido el 11 de julio y el 15 de noviembre de este año sí debería serlo como lo que es, una amenaza para la seguridad nacional de los Estados Unidos y un peligro para el pueblo cubano, desarmado y oprimido desde hace más de seis décadas, así como para todo el continente, donde continúa tratando de imponer regímenes como el suyo.
Estoy convencido de que no hay enemigo pequeño. El único enemigo del que no tenemos por qué cuidarnos es el que está muerto.
ARTÍCULO DE OPINIÓN
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