LA HABANA, Cuba.- En nuestra convulsa cotidianidad, rara vez tomamos conciencia de los enormes retos que se plantean a nuestra nación frente un futuro inmediato e incierto. Nuestros complejos problemas, potencialidades y debilidades debían ser motivo de análisis objetivo y permanente. Temas como la recomposición de nuestras referencias socioculturales, el envejecimiento poblacional y las reales capacidades para enfrentar las exigencias de un mundo cada vez más competitivo e interdependiente deben ser motivo de la preocupación de todos y en especial de la sensibilidad de quienes detentan el poder.
No es secreto que Cuba pretende insertarse en los canales de la modernidad para combatir con éxito los enormes retrasos acumulados por varias décadas de modelo inviable y disfuncional. Los ciudadanos, desde sus proyectos individuales, tratan de activar mecanismos de conexión efectiva con el mundo que incluyen el escape a otros espacios de más promisoria realización personal. Por su parte los gobernantes cubanos, sin reconocer objetivamente sus responsabilidades históricas y las persistentes atrofias estructurales, pretenden dar insuficientes vueltas de timón para hacer viable ese modelo sin renunciar a la satisfacción de sus tradicionales intereses hegemónicos.
Después de tantos años de sofocar y agotar los recursos, las potencialidades económicas, las capacidades humanas, la paciencia y la esperanza de los cubanos, nadie puede pensar seriamente que algunas medidas paliativas e insuficientes puedan salvarnos de la depauperación generalizada de una economía donde los índices productivos y de eficiencia son de llanto, no existe mercado interno ni garantías jurídicas para la actividad económica, la fuerza de trabajo se maneja en condición de servidumbre y los nativos seguimos siendo personas de tercera categoría.
Resulta más que lamentable apreciar cómo los jerarcas de La Habana desde la comodidad infalible de sus burbujas de poder pretenden engañar a todos con propuestas y alternativas que en nada se corresponden con las exigencias reales de una traumática realidad socioeconómica que va teniendo graves repercusiones y consecuencias en el difícil día a día de los cubanos.
Con débiles cortinas de humo propagandísticas, el gobierno cubano trata de cubrir el agotamiento de nuestras bases productivas y de exportación, la dependencia económica en alimentos básicos y remesas monetarias del enemigo histórico (EE. UU.) y de un socio político inmerso en una crisis de preocupante pronostico (Venezuela), el creciente endeudamiento o el creciente éxodo de jóvenes y profesionales.
La gran pregunta es: ¿Cuánto valor político asiste a las autoridades cubanas para hacer lo que es necesario? Porque Cuba no cuenta con reales posibilidades de recomposición económica hasta que no se devuelvan a los cubanos sus derechos económicos y nuevas legislaciones afiancen las ahora inexistentes garantías jurídicas al ejercicio de esos derechos.
Con todo lo que políticamente esto pueda implicar, el gobierno cubano debe cumplir la demanda histórica de devolver la tierra en condición de propiedad a los que la trabajan, buscar mecanismos efectivos de recapitalización de la agricultura cubana y liberalizar debidamente la fuerza de trabajo. Solo de esta manera podrán restaurarse las bases exportables del país, bajaran los precios de los productos básicos, aumentara el poder adquisitivo de los cubanos, la moneda y el trabajo recuperaran valor, con la tan necesaria disminución real del desempleo y el subempleo. Esta medida contribuirá a estructurar la dinámica del mercado interno y la real capacidad de inserción global de la economía cubana.
Ahora que avanza de manera irreversible el proceso de normalización de las relaciones con Estados Unidos las autoridades cubanas deben disminuir la dimensión y los gastos de las tan desproporcionadas fuerzas armadas y servicios de inteligencia, vigilancia y represión para re direccionar esos cuantiosos recursos de manera útil.
La modernización y re dinamización de la economía cubana posibilitaría, entre otras cosas, adelantar programas que permitan enfrentar de manera eficaz el envejecimiento poblacional que resulta ya un hecho. En pocos años los nacidos en la explosión demográfica de los años 1962-1965 entraremos en la tercera edad y si tenemos en cuenta que como promedio hemos tenido no más de dos hijos, además de la baja natalidad de los últimos tiempos, resultará que será insuficiente la fuerza productiva para sustentar la sociedad y las capacidades para garantizar a los ancianos adecuada a tención y vida confortable.
Por esa razón las autoridades deben comenzar el diseño y planificación de establecimientos especializados en los cuales pueda concederse a las personas de la tercera edad las mejores condiciones de existencia y salud física y emocional.
De igual forma resulta pertinente aprovechar los muchos cubanos más o menos jóvenes que hoy carecen de horizontes de trabajo y orientación profesional para según sus capacidades e intereses prepararlos de manera especializada para atender y cuidar a las personas de la tercera edad.
También debe capacitarse en Cuba un nutrido ejército de profesores de idiomas ingles de todos los niveles, para convertir a este de manera natural en una segunda lengua, como una condición esencial para la inserción de Cuba en las dinámicas económicas y comerciales internacionales.
Otro reto y necesidad imperiosa para el presente y el futuro es la formación de instructores de apreciación cultural y artística que desde la más temprana infancia brinden a niños y jóvenes herramientas e información para conocer y degustar lo mejor y más genuino de la cultura nacional y universal.
Podría pensarse que el cumplimiento de estos retos que planteo constituye enormes gastos sin mayor trascendencia económico-social. En realidad una sociedad que garantiza a sus ancianos una vida digna, decorosa y feliz es mucho más sana y justa, además una garantía como esta contribuye a la estabilidad familiar y social y propicia el mejor desenvolvimiento de las fuerzas productivas.
Sin dudas el dominio generalizado del idioma ingles aumenta considerablemente las capacidades de los individuos y la sociedad para participar de manera eficaz en los muy competitivos ámbitos de interrelaciones culturales y económicas actuales.
Ahora cuando tanto nos preocupan la pérdida de valores y de buenas maneras y costumbres, debemos tener claro que una persona con un sólido amplio y profundo horizonte cultural muy difícilmente se manifestará vulgar, chabacano, indecente o socialmente disfuncional, muy difícilmente sucumbirá a la tentación de patrones o productos culturales banales o enajenantes.
Dirigentes y voceros oficialistas continuamente describen y se lamentan de los problemas sociales que nos amenazan, sin embargo es la hora de la sensibilidad humanista y la valentía política para enfrentar determinados retos. Mañana puede ser demasiado tarde.