LA HABANA, Cuba. – Irónicamente, alguien ha preguntado por ahí si el Código de las Familias ha sido diseñado por los mismos que idearon la Tarea Ordenamiento. Y sabiendo que la respuesta es sí, y que, además, jamás hacen nada para “mejorar” sino para cada vez elevar más la temperatura de este infierno, ya más de uno se alista a esperar lo peor.
No importa cuán alto anden los entusiasmos por lo que algunos consideran una “victoria” contra el régimen machista y homofóbico de Cuba, ese mismo que alguna vez creó los campos de concentración de las UMAP, si igual de contentos andábamos hace un par de años cuando eliminaron el CUC y subieron los salarios y ya vemos cómo las “buenas noticias” de ayer se han convertido en el llanto de hoy y serán la agonía de mañana. Pero de eso se trata nuestra “ingenuidad nacional”, de grandes arrebatos de olvidos junto con golpecitos en el pecho.
Pruebas de que nada bueno deberíamos esperar de cualquier “cambio” que emane de esos mismos “continuistas” que no gustan de cambiar hay por centenares. Quizás una de las más recientes sería que, aún sabiendo lo mal que le salió el “experimento” al “genial” Marino Murillo, le encargaran el negocio del tabaco y, en menos de un mes, se incendian importantes almacenes e incluso las áreas de cultivo se reducen ahora en un 20 por ciento, a pesar de que a finales de 2021 ya se había ordenado una reducción del 10 por ciento, con lo que el destino de la tradicional industria del habano comienza a parecerse a la del azúcar, cuando a otro “genio” de la economía comunista se le ocurrió desaparecer los ingenios.
Al parecer, con tantos “astutos” en el poder, nuestro destino como país es, como decimos los cubanos, “salir de Guatemala para entrar en Guatepeor”. Así, los mismos ingenuos felices que pensaron que, superada la pandemia y eliminada las restricciones al turismo, los cubanos comenzaríamos a ver claridad al final de este largo y profundo agujero, se han despertado ahora con el cubo de agua helada que significa la suspensión de los vuelos provenientes de Moscú, lo cual entre otras cosas implica una caída libre y sostenida de los indicadores del turismo, en tanto los visitantes rusos eran la esperanza para un sector económico imprescindible que pretendía recuperarse, apostando principalmente a ese mercado.
Adiós a los turistas rusos pero también al importante trasiego de mercancías de las “mulas” (contrabandistas, revendedores) desde Moscú a Cuba, donde la mayoría de los ciudadanos dependen del mercado informal. Pero la debacle no quedará ahí. El apoyo del régimen de la Isla a la invasión de Putin a Ucrania sin dudas se revertirá en graves consecuencias a corto y largo plazo. Ni siquiera la derrota del ejército ucraniano, al costo del total aislamiento de Rusia y el probable quiebre de su economía, podrá modificar nuestro camino a la ruina total.
Ahora sí fuimos condenados a muerte. Ahora, con tan mala elección, por el estúpido precio de una deuda externa aplazada y tal vez la promesa de apoyo militar en caso de una crisis interna como la del 11 de julio de 2021, los comunistas cubanos no solo se apretaron aún más la soga al cuello, sino que perdieron la gran y quizás única oportunidad de quitársela mostrando al mundo, aunque solo fuera en otro acto de circo, que habían comenzado a comprender la palabra “cambio”, o que no eran los mismos oportunistas que en agosto de 1968 apoyaron la invasión soviética a la antigua Checoslovaquia.
Pero todo indica que les encanta coleccionar errores, regodearse en ellos, y aunque juegan a disfrazarse de “actualizados” e inclusivos, a la luz de tantas meteduras de pata en tan breve tiempo hasta el más tonto será capaz de comprender que nada hacen para mejorar nuestras vidas y que todo cuanto parece “cambiar” —incluso la “Nueva Constitución” que redactan, modifican, interpretan y se saltan según se les antoja— es pura distracción mediática.
Así, además, el autorizo a las Mipymes, el decreto-ley contra el maltrato animal, el Código de las Familias, entre otras muy pocas “novedades”, son un aparente “dar el brazo a torcer”, aunque sea solo en esos temas tangenciales que les permiten ignorar y silenciar aquellos otros esenciales sobre derechos humanos y participación democrática que, por carambola, destrabarían todos los demás obstáculos y prejuicios económicos y sociales que arrastramos del pasado pero cuyo debate público sería un peligro para cualquier dictadura que pretenda eternizarse en el poder.
Con el apoyo incondicional a Rusia nos han terminado de hundir en este pantano de más de dos años de pandemia y “ajustes” económicos. La situación en la que incluso se han puesto ellos mismos —que siempre encuentran cómo salvarse de las penurias que generan con sus egoísmos, incompetencias y oportunismos— es grave y, a diferencia de otros “errores” anteriores, hay muy pocas esperanzas de hallar una escapatoria de la parte del castigo que les (y nos) corresponde como precio a pagar por esa alianza fatal.
En estos momentos, quizás lo único que el castrismo pudiera tener a favor es la hipocresía que históricamente ha caracterizado a ciertos gobiernos europeos, prestos a castigar a la dictatorial Rusia, pero igual siempre dispuestos a perdonar las “malcriadeces” de estos comunistas de sol y playa del Caribe, tan pintorescos y “abiertos de patas” ante el extranjero con dinero que se salvan, a veces, de que los llamen “dictadura”.
ARTÍCULO DE OPINIÓN
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